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distinción no se basa en propiedades del objeto sino en la relación entre el objeto y el cuerpo. Esta cualidad, la de ofrecer al espectador una aparente autonomía, caracterizada por la distancia y la separación, constituye un aspecto importantísimo de la visión y, por extensión, de la cultura visual. Tal cosa ha contribuido a la evolución de una determinada estructura de subjetividad con consecuencias específicas en la representación cultural de la diferencia sexual.

      Poco sabemos acerca de la historia y de la política del «alfabetismo visual». Este concepto entraña una analogía que no se da entre esencias, sino entre situaciones en el campo del poder/conocimiento. Por tanto, lo que hay que estudiar de la visualidad, en concreto, es precisamente aquello que hace de la visión un lenguaje. Esto es necesario no por subsumir la visión al lenguaje, tal como temen los esencialistas visuales, sino, al contrario, para hacer destacar a ambos en los mismos términos, de modo que podamos compararlos de manera productiva y el intercambio metodológico responsable nos guíe a una auténtica intedisciplinariedad.

      El factor más obvio y relevante de la «impureza» visual es la aceptación de que el objeto significa cosas diferentes en distintos ámbitos discursivos. Sin embargo, los objetos poseen cierta resiliencia con respecto a los significados que se proyectan sobre ellos. Los estudios visuales deben examinar tanto esta resiliencia selectiva como los significados que ella misma protege y perpetúa y favorecer con ese análisis la revelación de significados reprimidos. En este contexto, es necesario conservar cierta especificidad relativa a los objetos materiales, aun si con ello se pierde la retórica de la materialidad. Los objetos son espacios en los que las formas discursivas se cruzan con propiedades materiales (Crary 1990: 31). La materialidad de los objetos ejerce cierta influencia sobre el significado: «restringe el significado que estos son capaces de producir», aunque no garantice el hallazgo de un significado «correcto». Hooper-Greenhill escribe: «Si el significados así creado constituye un significado secundario o posterior, los significados anteriores todavía permanecen como un rastro [...]. Los significados anteriores pueden incluso dejar una marca en el propio objeto, una erosión, una pátina o la prueba de su deterioro. Los significados anteriores, por tanto, deben desenterrarse, evocarse, hacerse visibles» (50).

      La cultura como controversia

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