Скачать книгу

que si me enfrentara todo el año, no ganaría— sigo teniendo protagonismo todavía en muchos retos y quiero aprovechar esos momentos para ganar. Quiero seguir siendo el principal protagonista de mi vida, eso me estimula. Sentirme ganador y pelear por las medallas me supone un plus de energía y de ilusión. Con lo cual, aún no he llegado a «aterrizar» al otro lado, por decirlo de alguna manera. A veces las cosas no son blancas o negras. Yo he sabido identificar cuál es mi momento, el equilibrio perfecto que vale para mí.

Hacer una radiografía sincera de uno mismo, de cuál es el tiempo del que se dispone, de cuáles son las aptitudes, las condiciones físicas y los posibles talentos hace dar pasos importantes.

      Por ejemplo, ahora mismo me encuentro muy bien, estoy cansado todos los días, pero me siento en forma. Este año tenía la posibilidad de volver a correr una gran maratón y hacer una buena marca, que podría haber sido récord del mundo de mi edad, pero para mí no era estímulo suficiente, porque era una carrera en la que dejaba de tener papel protagonista. Iban a estar corriendo los africanos y los españoles jugándose la plaza en los Juegos Olímpicos y yo iría a estar justo detrás. ¿Me compensaba? No. Mi subconsciente amenazaba con traicionarme y decirme que podía, pero no sería verdad. Esos dos o tres minutos que para otras personas no son nada, para nosotros es un mundo. Entonces, ¿qué he hecho? Renunciar. Aceptar mi realidad, aceptar mi situación, que es difícil, aunque esté entrenando, aunque me sienta bien, pero renunciar a fijarme ese objetivo y asumir que yo ahí no pintaba nada. Prefiero buscar un objetivo en el que saque brillo a mi trabajo, a lo que soy, a mi estado, y lucir más. Me gusta brillar. Tengo que potenciar el talento que me queda para florecer. Es fundamental tenerlo claro y hay que hacerlo con lo que tengas y con lo que seas. Asegúrate de tomar las decisiones correctas, acorde a tu realidad, sin dejarte llevar por la euforia de momentos concretos, y para eso es clave que definas bien cuál es tu punto de partida.

      Mi punto de partida aquí y ahora sería el de una persona normal. Comparto mi vida desde hace veintiséis años con Nuria, mi mujer, y tengo tres maravillosos hijos: Paula, Nicolás y Daniela. Estoy en mi versión 4.8 y he tenido la suerte de ser un deportista de alto nivel que en un momento determinado tuvo éxito, pero sobre todo muchos fracasos. En mi formación no solo he dado prioridad a la faceta deportiva, también a la académica dentro de lo que mi tiempo me ha permitido. Soy un padre de familia con unas obligaciones y alguien que trata de difundir lo que ha sido mi vida en el deporte al mundo de la empresa, siempre como prescriptor de salud.

El deporte como modelo educativo hace mejores a las personas.

      Trabajo como periodista en la radio, en El Partidazo, y hemos sido capaces de hacer un programa de salud en uno de fútbol. Fuimos pioneros y hoy somos líderes.

      En el mundo editorial soy director técnico de la revista Runner’s y sigo corriendo, que es mi pasión. Y mientras me acerco a la versión 5.0 —a la vuelta de la esquina—, me preparo con todas las herramientas que encuentro a mi alcance.

      Cada versión que está por llegar quiero que sea mejor que la anterior. La inquietud es lo que nos hace no renunciar a seguir construyendo el futuro con un presente cada vez más evolucionado. Soy una persona completa en el deporte, porque lo he vivido desde distintos puntos y es una visión muy enriquecida.

      Tal vez no te sientas directamente identificado conmigo porque nuestras vidas han sido diferentes —en mi caso el motor ha sido el deporte; en tu caso puede que sean las finanzas, los negocios, la innovación o cualquier experiencia vital—, pero seguro que hay puntos de encuentro, como los que yo he tenido en mi vida deportiva y fuera de ella.

      Te invito a que hagas una pequeña reflexión. Lo que nos une es el deseo de construir el futuro con fuerza, y para eso la clave es la formación. No vale con tus cuatro años de carrera y a mí no me vale con mis años de alto nivel. Debemos seguir actualizándonos porque el mundo cambia, porque el mundo se mueve. Es un proceso vivo, dinámico, y hay que estar alerta a los cambios que aparecen todos los días. Por eso, nunca pierdas el contacto con esa realidad.

      2

      La trascendencia de hasta dónde llegar

      Te pongo en situación. 7 de agosto de 2002, Múnich. La fecha es inolvidable para mí. Había quedado campeón de España en cross en Vitoria en el mes de marzo. Mi objetivo lo tenía claro y me había preparado a conciencia para ello: quería, soñaba y deseaba una medalla en el Campeonato de Europa, a pesar de que en mi fuero interno ansiaba el oro, aunque con un bronce me valía, porque sería mi carta de presentación internacional. Ese era el objetivo por el que llevaba entrenando la temporada y mi vida. Me sentía muy bien y, sobre todo, no tenía miedo a ganar. Sí, miedo a ganar.

      Ser ganador es otro problema de los deportistas. El miedo a verte ganador porque se incrementa la responsabilidad, porque tienes que tomar decisiones y hacer el mejor papel; es el peso del protagonista. De pronto la carrera recae sobre ti. No tiene nada que ver ir el primero o el octavo en el grupo. Tienes que dirigirla en función de tus posibilidades y tu objetivo. Alguien que no es capaz de tomar decisiones, seguramente nunca gane y se quede en un deportista mediocre por ese atenazamiento a dar un paso adelante. Es lo que diferencia a unos de otros. En la vida, en cualquier disciplina. Si te arriesgas a ganar es un salto al vacío en el que puedes perderlo todo, y en ese todo en muchos casos está la beca y dejar de percibir ingresos al año siguiente, pero también dejar de sentir la gratificación de la victoria.

      Era un deportista que se estaba formando, que iba cumpliendo objetivos acordes a una progresión real, pero que jamás había ganado antes una carrera internacional de ese calibre. Si nunca has llegado a un puesto de finalista, es imposible pensar en ganar un oro. De ahí que la intención fuera alcanzar una medalla según la experiencia, según el aprendizaje. Era un objetivo alto, pero realizable.

      Durante la prueba jugué a ganar. Así durante las veinticinco vueltas. Habíamos hablado incluso con los atletas españoles que si la carrera iba muy lenta, intentaríamos hacer labor de equipo. Era consciente de que no podía quemar todos mis cartuchos, sabía que si tenía que tomar la decisión de la victoria, debía estar lo más fresco posible en ese momento.

      Estuve bien colocado todo el tiempo, no me dejé influir por la presión del estadio, ni por la lluvia ni por el favorito, que era el alemán Dieter Baumann. Conseguí mantener la posición idónea, la concentración, controlé el ritmo; tenía claro que podía hacerlo, pero debía jugar bien mis bazas y tenía que hacerlo en el momento óptimo, porque las balas en una carrera son muy limitadas y, si no aciertas, lo puedes perder todo.

      Mantuve esa concentración y fui capaz de ir leyendo lo que sucedía durante la carrera. En esas veinticinco vueltas me daba cuenta de que mis posibilidades de ganar crecían. Lo notaba en cada vuelta y despejaba las dudas a cada zancada, cada paso en realidad era de gigante en mi interior. Cada vez me encontraba más fuerte. Todavía no sentía el miedo a ganar.

      Cuando quedaban dos o tres vueltas quedábamos cuatro. Y ya te he contado cuál era mi objetivo: quería la medalla, por lo que sobraba uno. Ahí estaba un campeón olímpico de maratón, Baldini, y un campeón olímpico de Barcelona en cinco mil. No era fácil. Quedaban dos vueltas. Entramos en la última, era el momento definitorio. Empezó a acelerar el español y se fue quedando atrás el italiano. Cuando quedaban trescientos metros fue el instante en el que me jugué el órdago y me dediqué a ganar. «Voy a echar el resto. Lo que me queda. Quiero ganar. Ganar y ganar», me dije. Me desnudé. Di todo. No podía esperar más, no podía guardarme más. Era mi momento, los metros de mi vida. Cambié de ritmo y no volví a mirar hacia atrás. Quise apretar hasta donde me llevara la carrera, mi cuerpo, la cabeza, mi propia decisión y mi locura.

      Llegué a meta el primero. Conseguí ganar y me llevé el oro. Puedo recordar todavía hoy esa sensación. Inmensa. No vivo de recuerdos del pasado, pero la felicidad de ese instante fue tremenda. Sufrida, gozada, sudada, padecida… Insuperable. En ese momento lo tuve todo. Fue absolutamente de oro. Para mí queda. La meta real era la medalla. Pero esto ocurrió una vez; glorioso, pero no representativo.

La carrera de un deportista, y la de cualquier persona, está formada de unos pocos éxitos y de muchos

Скачать книгу