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      —Y las lágrimas han desaparecido.

      Patience avisó a Isabel con la mano para que se acercara y después hizo las presentaciones. Isabel se sentó a su lado y miró a las dos mujeres embarazadas.

      —Creo que voy a beber mi agua directamente de la botella mientras esté en esta mesa.

      Heidi se rio.

      —No es contagioso.

      —No quiero correr riesgos —se giró hacia Charlie—. ¿Cómo has escapado a su destino?

      —Con mucho cuidado.

      Heidi se acercó.

      —Clay, su prometido, está más preocupado por casarse que por cualquier otra cosa ahora mismo.

      —Vamos a casarnos —dijo Charlie—. En cuanto le haga entrar en razón a base de tortazos.

      Patience miró a Isabel.

      —Clay quiere una gran boda. Charlie no.

      —Es una estupidez reunir a un montón de gente para celebrar una gran ceremonia. Deberíamos fugarnos.

      Los ojos de Annabelle volvieron a llenarse de lágrimas.

      —¿Odias las bodas?

      Jo, la propietaria, se acercó.

      —Me alegra veros a todas almorzando juntas —miró a Isabel—. Soy Jo.

      —Isabel Beebe.

      —Paper Moon —dijo Jo—. Es una tienda fantástica. Conozco a tu hermana Maeve. Esa sí que es una mujer comprometida con tener hijos —señaló la pizarra que había junto a la barra—. Hoy tenemos dos especialidades. Una es la ensalada, mucha proteína y verduras para mis clientas embarazadas. Y la otra es un nuevo zumo con yogur. Puedo hacerlos de chocolate o arándanos.

      Heidi respiró hondo como si estuviera buscando su centro zen.

      —Sí a las dos, por favor. De chocolate.

      —Aún estoy angustiada —admitió Annabelle.

      —Necesitaremos unos minutos —le dijo Charlie a Jo—. Tráele a la llorona algún té de hierbas. Con hielo y extra de limón.

      —Yo un refresco light —dijo Patience.

      —Yo lo mismo —añadió Isabel.

      —Yo un chupito doble de tequila —le dijo Charlie a Jo antes de levantar la mano—. Estoy de broma, pero me tomaré un batido de chocolate y menta.

      Jo asintió.

      —Si es demasiado pronto para el alcohol, hay que darle al azúcar —anotó los pedidos—. Os dejaré mirar las cartas.

      Cuando Jo se hubo marchado, Annabelle se sorbió la nariz de nuevo y miró a Isabel.

      —Entonces tú también te has criado aquí.

      —Ajá. Estaba deseando escapar de aquí —respondió arrugando la nariz—. Así que, que quede claro que mi regreso es temporal.

      —Estás hablando con las conversas de Fool’s Gold —le dijo Patience—. No lo entenderán.

      —Aquí demasiada gente sabe demasiado sobre los demás —apuntó Isabel—. Cuando era pequeña, me sentía como si tuviera quince madres y quince padres.

      Patience sonrió.

      —Tiene razón. Era así, aunque a mí no me importaba mucho. Isabel tenía grandes sueños.

      —¿Dónde has estado viviendo? —preguntó Charlie.

      —En Nueva York. Trabajaba en publicidad —respondió con sus ojos azules cargados de emoción.

      Patience tenía la sensación de que estaba pensando en el divorcio y todos los cambios que iban con ello.

      —A Charlie le pidieron matrimonio en Times Square.

      Charlie se recostó en la silla.

      —¿Tenemos que hablar de eso?

      —Fue maravilloso —dijo Heidi—. El prometido de Charlie es muy ingenioso y está loquísimo por ella.

      —Qué bonito —respondió Isabel con tono melancólico.

      —Deberías darle la gran boda que quiere —dijo Annabelle.

      —No soy de bodas grandes.

      Patience se preguntó si su reticencia se debía a que de verdad no le gustaban las bodas grandes o a si se sentía incómoda con lo que todo ello conllevaba: el vestido femenino y ser el centro de atención. Charlie era la persona más competente que conocía, pero al igual que todo el mundo, tenía sus propios miedos.

      —Es por el vestido —apuntó Heidi confirmando lo que Patience pensaba.

      Isabel la observó.

      —Tengo una gran selección de vestidos que te sentarían genial.

      Charlie la miró.

      —Ya solo la palabra «vestido» me resulta desagradable. Nos acabamos de conocer. ¿Por qué no te estoy intimidando? Asusto a la mayoría de la gente cuando me conoce.

      —Oh, lo siento —dijo Isabel con una pícara sonrisa—. La próxima vez temblaré.

      Charlie miró a Patience.

      —De acuerdo, me cae bien.

      —Ya tenemos una nueva amiga —Annabelle las miró y los ojos se le llenaron de lágrimas—. ¡Qué bonito!

      Charlie se cubrió la cara con las manos.

      —Matadme directamente.

      Jo volvió con sus bebidas y la charla pasó a centrarse en lo que estaba pasando en el pueblo.

      —¿De verdad vais a vender Paper Moon? —le preguntó Annabelle.

      —Sí, pero aún no. Les he prometido a mis padres que lo pondría todo a punto y queremos esperar hasta que pase la temporada de bodas.

      —¿Y cuándo es eso? —preguntó Heidi.

      —Desde finales de otoño a principios de marzo. Hay muchos compromisos para bodas que se celebrarán en junio y las novias suelen encargar sus vestidos con varios meses de antelación.

      Charlie le dio un codazo a Annabelle.

      —¿Lo ves? Te estarán esperando.

      —Es todo un alivio.

      Heidi miró a Patience.

      —¿Y tenéis fecha de apertura? Estamos muy emocionadas con el Brew-haha.

      —En un mes más o menos —respondió Patience poniéndole una mano en la barriga—. Yo también estoy emocionada y muy nerviosa.

      —Vas a hacerlo genial —le dijo Charlie—. La ubicación es excelente y yo misma he visto ese local. Es completamente seguro.

      Heidi se inclinó hacia Isabel.

      —Charlie está obsesionada con el fuego. Gajes del oficio.

      —Te he oído —le dijo Charlie.

      —Sí y me queréis de todos modos.

      —Sí, sí, a lo mejor.

      Heidi se rio y Charlie volvió a centrar su atención en Patience.

      —Sabes que todas estamos a tu lado para lo que necesites. ¿Estáis pensando en organizar algún equipo de trabajo?

      —Sí, pero primero tenemos que terminar con las reformas.

      —Avísame cuando esté terminada y me aseguraré de estar libre para ayudaros. Si hace falta, cambiaré algún turno.

      Heidi y Annabelle se miraron.

      —Nosotras

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