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      –Cualquier cosa será mejor que seguir en casa –dijo él, fervientemente.

      –Me alegro de que digas eso –respondió Archer, y señaló con el dedo hacia la puerta–. Molly va a querer que nos tomemos en serio a esos elfos. Lleva meses pidiéndome que le asigne un caso, pero todos han sido demasiado arriesgados hasta el momento.

      Lucas se frotó el costado. Lo que había dicho Archer era la pura verdad.

      –¿Y?

      –Y tú vas a tener que asegurarte de que no acepta el caso de los elfos. Todavía no está preparada.

      Joe asintió, y a Lucas se le escapó una carcajada seca. Entendía por qué el jefe de Molly no quería permitir que se hiciera cargo de un caso, pero su hermano, Joe, debería tener más sentido común.

      –Pero vosotros la conocéis, ¿no? –les preguntó Lucas–. Nadie puede decirle a Molly lo que tiene que hacer.

      –Improvisa –respondió Archer, sin dejarse conmover–. Y ten en cuenta que todavía estás de baja, así que ten cuidado –añadió. Después, miró a Joe–. Danos un minuto.

      Joe miró a Lucas y salió de la habitación.

      –¿Tienes algo más que decirme? –le preguntó Lucas a su jefe

      –Sí. No estropees esto. Y no te acuestes con ella.

      Por supuesto, él nunca había sido demasiado exigente con respecto a las mujeres, pero en aquella ocasión estaban hablando de Molly. Era la hermana pequeña de un amigo y compañero de trabajo, lo cual significaba que no estaba dentro de sus límites. Por lo menos, de día.

      De noche era otra cosa, porque Molly había aparecido en varios de sus sueños y fantasías. Era su secreto, porque le gustaba estar vivo.

      –No, por supuesto que no. Nunca me acostaría con ella.

      Archer miró hacia atrás para asegurarse de que Joe se había marchado.

      –Elle y yo te vimos tonteando con ella ayer, en el pub.

      –¿Qué?

      –Sí. ¿En qué demonios estabas pensando? Tuviste suerte de que Joe llegara tarde.

      ¿Que él había tonteado con Molly? ¿Se había vuelto loco? Hacía mucho tiempo que había aprendido a ignorar la corriente de electricidad que había entre ellos, porque no tenía intención de mezclar trabajo y placer, y menos en hacerle daño a Molly.

      Porque sabía que, al final, iba a hacerle daño.

      Eso, sin tener en cuenta lo que le haría después Joe a él. Y, si Joe no lo mataba, Archer estaría encantado de rematarlo. Los dos tendrían derecho. Pero él no iba a pensarlo. Su trabajo ya había sido un obstáculo insalvable, en varias ocasiones, entre la mujer de sus sueños y él, así que había cambiado de prioridades. Adoraba a todas las mujeres, no solo a una.

      Salvo que… En algunas ocasiones, como hacía dos semanas, cuando había estado a punto de morir en el trabajo, sabía que estaba engañándose a sí mismo. Durante aquella baja, por ejemplo, se había sentido más solo de lo que quería admitir. Veía a tipos como Archer y Joe, que habían conseguido que sus relaciones sentimentales funcionaran, y se preguntaba qué era lo que estaba haciendo mal.

      Pensó en la mujer a la que había dejado en su cama. Tal vez, para empezar, debiera recordar el nombre de las mujeres con las que se acostaba.

      –De verdad –le dijo a su jefe–, no ocurrió nada con Molly anoche.

      –Um…

      –No, de verdad. Parece que estuve con otra persona.

      Archer enarcó las cejas.

      –¿La morenita nueva de la barra? –preguntó. Después, le dio una palmadita en el hombro a Lucas–. Bueno, pues me alegro de saber que no vas a tener que morir hoy.

      –Bueno, la verdad es que, cuando Molly se entere de que me has puesto a vigilarla, nos va a matar a los dos.

      –Por eso no se va a enterar.

      Lucas se quedó mirando fijamente a Archer.

      –¿Se supone que no puedo contárselo?

      –Exacto. Ya lo vas entendiendo.

      Él no sabía mucho del pasado de Molly, salvo que le había ocurrido algo malo hacía mucho tiempo y que todavía tenía cierta cojera a causa de lo sucedido. Joe nunca hablaba de la difícil infancia que habían tenido su hermana y él, pero a los dos les costaba mucho confiar en los demás. Cabeceó y miró a Archer con un gesto de contrariedad.

      –Esto es mucho peor que una vigilancia.

      –¿Es peor que la muerte? –preguntó Archer.

      Mierda.

      Lucas bajó de nuevo las escaleras para darse una ducha y cambiarse de ropa. Necesitaba tener la cabeza clara cuando se encontrara con Molly, además de llevar preparada una buena historia, porque no podía decirle la verdad. Y eso iba a ser difícil, porque Molly era muy lista, demasiado lista.

      Entró en su habitación, encendió la luz y se quedó helado.

      La morena todavía estaba en su cama.

      La luz la despertó. Dio un jadeo y se incorporó de golpe, sujetando la sábana con las dos manos por debajo de su barbilla. Tenía el pelo revuelto alrededor de la cara.

      Y no era una cara desconocida.

      Era la cara de Molly.

      Molly era quien estaba en su cama. Lo primero que pensó Lucas fue: «Oh, mierda». Lo segundo, que, después de todo, sí iba a morir aquel día. Lenta y dolorosamente.

      #NoSabenQueSabemosQueLoSaben

      Molly Malone no tenía mucha experiencia a la hora de afrontar la mañana siguiente. No le gustaba demasiado salir. En realidad, lo que más le apetecía después de trabajar era ponerse ropa cómoda y relajarse, no tener que arreglarse y salir con cualquier tipo que pensara que a la tercera cita ya tenía que pasar por la cama.

      La noche anterior había sido diferente por varios motivos. Uno de aquellos motivos estaba a los pies de la cama. Tenía el pelo revuelto y un gesto hosco, y las manos, en las caderas. Llevaba unos pantalones de estilo militar muy arrugados, y la misma camiseta negra de la noche anterior, una camiseta que marcaba sus músculos y que podía hacerle la boca agua a cualquier mujer.

      Pero no a ella. Ella alzó la barbilla al notar su tenso silencio. Lucas era hombre de pocas palabras. Era capaz de decir mucho más exhalando un suspiro de fastidio.

      –¿Qué pasa? –le preguntó.

      –Estoy… confundido.

      Seguramente, eso no era fácil de admitir para un tipo que siempre sabía lo que tenía que decir y lo que tenía que hacer. Sin embargo, tenía que admitir que verlo así, un poco desconcertado, la atraía. Sí, algunas veces, a ella le gustaba vivir en el lado salvaje de la vida.

      –¿Y por qué estás confundido?

      Él clavó sus cálidos ojos de color castaño en los de ella, pero no respondió.

      –Anoche no parecía que estuvieras muy confundido –dijo Molly con más arrogancia de la que en realidad sentía.

      Él frunció el ceño. Pero, además, palideció. Y eso, teniendo en cuenta que había heredado su precioso color oscuro de piel de su madre brasileña, era toda una hazaña.

      –A lo mejor deberías contarme lo que ocurrió anoche –le dijo Lucas.

      –Tú, primero. ¿Qué recuerdas?

      –Estábamos en el pub –dijo él, y volvió a arrugar el ceño–.

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