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de lona a reventar también es muy sospechoso.

      –Sí. En realidad, todo este lugar es muy sospechoso y horripilante –dijo él.

      –Ya te dije que sacan pasta. La cuestión es… ¿adónde va ese dinero?

      Se giró hacia el tráiler, pero Lucas la agarró.

      –Todavía no –le dijo–. Vamos al coche a esperar media hora para que este sitio se quede vacío del todo.

      –Ya se ha ido todo el mundo.

      –Eso es lo que has pensado la última vez. Ya te has arriesgado lo suficiente por una noche.

      Tenía razón.

      –Lucas…

      –Aquí no.

      Fueron caminando hasta el coche en silencio. Cuando estaban dentro, Lucas puso los seguros.

      –Te pedí que esperaras antes de ir hacia el tráiler –le dijo él–. Pero no lo has hecho, y han estado a punto de pillarte.

      –Sí, pero…

      –Cuando yo te diga que esperes, tienes que esperar.

      Ella entrecerró los ojos. Sabía que no tenía la razón, pero no podía evitarlo.

      –A lo mejor necesitas expresarte de otro modo.

      –No.

      Ella se cruzó de brazos, pero él no cedió.

      –¿Si te lo hubiera pedido por favor, lo habrías hecho? –le preguntó.

      Sí, tenía razón. Demonios. Molly siguió mirándolo.

      Él no apartó los ojos. Y ella se dio cuenta de que, durante el año que llevaba trabajando en Investigaciones Hunt, nunca lo había visto enfadado. En aquel momento, sin embargo, parecía que sí lo estaba.

      –Está bien –dijo, lentamente–. Vamos a empezar de nuevo. Siento no haber esperado cuando me lo has dicho. Y… tú sientes haberme ladrado como si fueras un sargento, ¿verdad?

      –Mira –dijo él–. En el trabajo, me concentro mucho.

      –Vaya –dijo ella, agitando la cabeza–. Qué mal se te da pedir disculpas.

      –No te estaba pidiendo disculpas. Cuando lo haga, te vas a dar cuenta.

      –¿Ah, sí? ¿De…?

      Antes de que ella terminara la frase, él la abrazó y la besó lenta y profundamente. Después de dejarla sin respiración, se retiró y le dijo en voz baja:

      –Siento haberte dado una orden en vez de habértelo pedido con amabilidad, pero, durante una operación, las cosas ocurren rápidamente y, en una situación de vida o muerte, yo siempre voy a poner tu vida por delante de la mía. Así que ten eso en cuenta antes de volver a actuar sin pensar.

      Al entender la magnitud de aquello, Molly se suavizó.

      –Lucas…

      Él la besó de nuevo y volvió a pedirle perdón. Molly supo que le había dicho la verdad: cuando pidiera disculpas, ella se iba a dar cuenta. Y Lucas siguió disculpándose hasta que, al final, ella ni siquiera se acordaba de por qué tenía que disculparse.

      Ni de su propio nombre.

      #DejaAlElfoParaMásTarde

      Lucas pensó que se estaba volviendo loco. Molly no era para él y, sin embargo, parecía que ni sus manos ni su lengua se habían dado cuenta.

      Ni otras partes importantes del cuerpo…

      Intentó salir de aquella neblina erótica y sensual que siempre lo envolvía cuando estaba cerca de ella, pero se dio cuenta de que la neblina era real. Habían empañado las ventanillas del coche.

      –No es inteligente empañar las ventanillas cuando se está de vigilancia.

      Ella se estiró el vestido por los muslos con los dedos temblorosos.

      –Es rarísimo –susurró ella mientras se colocaba el gorro verde.

      –¿El qué?

      –No quiero desearte, de verdad, pero te deseo –le dijo, observándolo–. ¿Cómo puede ser?

      Él sonrió.

      –Es solo porque soy irresistible.

      –Sí, tú sigue diciéndote eso a ti mismo. Y yo seguiré recordándome que a mí no me atraen los tipos como tú.

      –¿Los tipos como yo? ¿Qué quiere decir eso?

      –Los tipos grandes, peligrosos, agresivos… Que desprenden una química sexual muy molesta –dijo ella, mirando hacia la ventanilla empañada.

      Lucas se alegró de que Molly no lo estuviera mirando a él, porque se habría enfadado al ver su sonrisa de triunfo. Estaba intentando no enamorarse de ella, pero era difícil, teniéndola allí delante con un traje de elfo, sexy y adorable, y enfadada porque lo deseaba sin poder remediarlo. Nadie podría resistirse a eso.

      –Eres muy molesto –dijo ella, cruzándose de brazos.

      –Pues hace un momento no te molestaba tanto –dijo él.

      –Pfff. Todo esto es culpa tuya. No tenías que haberme besado otra vez.

      Él se quedó mirándola con incredulidad.

      –Pero si te he besado porque casi te pillan. Y, ya que estamos, de nada por haberte salvado el pellejo.

      –Entonces, ¿me estás diciendo que el beso solo ha sido una táctica de distracción? –preguntó ella–. Y la lengua, y la mano que me has puesto en la nalga… ¿solo era trabajo?

      –Eso no es lo que has preguntado –dijo él.

      –Te lo pregunto ahora.

      El beso había empezado así, como una táctica de distracción, pero, rápidamente, se había convertido en la demostración de que las cosas no eran nada fáciles entre ellos. Ella estaba despertándole emociones que había enterrado hacía mucho tiempo.

      Y él no podía permitirse el lujo de sentir aquellas emociones.

      –El beso empezó como una distracción, pero terminó siendo otra cosa muy distinta –dijo con sinceridad.

      –Yo estaba bien –dijo Molly.

      –Sí, claro. Estaban a punto de pillarte. ¿Sabes? Creía que tu hermano era la persona más obstinada que conozco, pero no es nada comparado contigo.

      Ella se encogió de hombros, como si eso fuera un cumplido.

      –Me las habría arreglado.

      –Seguramente –dijo él–. Pero no estás sola en esto. Estamos los dos. Si algo sale mal esta noche, Archer nos habría culpado a los dos.

      Abrió la puerta del coche y salió al aparcamiento.

      –Vamos a acabar con esto.

      La feria estaba completamente a oscuras, y la puerta del recinto, cerrada.

      –¿Cuánto tardas en forzar la cerradura? –le preguntó Molly.

      –Como mucho, dos minutos.

      Entonces, ella lo apartó de un empujón.

      –Yo tardo uno.

      Era cierto y, aunque eso debía haber herido su orgullo, tuvo el efecto contrario. El hecho de verla forzar una cerradura en menos de sesenta minutos lo excitó aún más que el vestido verde y ajustado de elfo.

      Llegaron al tráiler, que también estaba cerrado con llave. Molly volvió a forzar la cerradura y entraron en menos de un minuto. Sin poder contenerse, él la

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