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La diferencia de la estrategia de la Mesa ha consistido en la importancia que le ha atribuido a la recolección sistemática y metódica de historias, datos y el énfasis que ha puesto en fortalecer las burocracias para lograr resultados dentro del sistema. Pocas organizaciones feministas entienden como parte de su trabajo la sistematización de datos; ni siquiera cuando hacen reportes sombra, le conceden al dato la importancia de ser fundamento para los argumentos. En la literatura revisada, no se encontró ningún caso donde la organización o grupo mostrara cifras sobre la cantidad o efectividad del acompañamiento. Todos los estudios de caso tenían carácter cualitativo. Adicionalmente, el trabajo en otros temas tiende a desconfiar de las posibilidades de las burocracias para “resolver” los problemas, debido a su propia naturaleza.

      Como explicamos en el capítulo tercero, la Mesa ha abordado el acompañamiento de casos como una forma de intervención estructural en el sistema. Le interesan los datos por lo que significan para la incidencia ante el gobierno en la búsqueda de mejores políticas públicas, mayor control o sanciones y para el litigio ante la Corte Constitucional. Le interesa el trabajo con la burocracia —tanto de los funcionarios públicos como de quienes integran el sistema de salud— porque garantiza, a largo plazo, el acceso justo de las mujeres a un servicio por el que ya están pagando y porque asegura las transformaciones estructurales necesarias para sostener en el tiempo sus esfuerzos. Este modelo arroja, como veremos más adelante, una gran efectividad que otros no han mostrado, si bien no es claro cómo podría replicarse en otros tipos de casos.

      La Mesa surgió en 1998 como una instancia de producción de argumentos y acción colectiva transdisciplinaria en torno al aborto. Reúne activistas feministas y académicas, así como personas y organizaciones ligadas a la prestación de los servicios de salud o al activismo feminista en áreas más amplias como el laicismo, la psicología y el derecho50. Así, por un lado, la Mesa es parte de un renovado interés de las feministas latinoamericanas por reclamar el derecho al aborto como uno de los derechos sexuales y reproductivos y un elemento central para el ejercicio de la plena ciudadanía de las mujeres, por ello, luchan por su despenalización total. Por otro, responde a las restricciones políticas del contexto colombiano y a la necesidad de implementar cambios sin poner en peligro el trabajo a largo plazo y silencioso de los prestadores de servicios de salud. Para ello, lucha por la implementación del aborto legal dentro de las causales reconocidas por la Corte Constitucional en el año 200651.

      En efecto, la autodeterminación reproductiva y el aborto han sido uno de los puntos centrales en la agenda del feminismo de la tercera ola en América Latina52-53. Siguiendo las visiones radicales54-55-56, este feminismo ha sostenido que el control sobre el cuerpo de las mujeres —mediante la imputación de restricciones contra el aborto legal, por ejemplo— ha sido una de las herramientas más eficaces y refractarias del patriarcado para mantener un orden de género que subordina, excluye, margina o discrimina a las mujeres57-58-59. Una de las materializaciones más claras de esta priorización ha sido el surgimiento, en las últimas cuatro décadas, que coinciden con esa tercera ola del feminismo, de organizaciones, redes, campañas y consorcios que de distintas maneras buscan aportar al logro del objetivo de la despenalización del aborto. Entre ellas figuran: la Red de Salud de las Mujeres de América Latina y el Caribe fundada en 1984; el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM) y Católicas por el Derecho a Decidir, en 1987; la Campaña 28 de septiembre, “Día por la despenalización del aborto en América Latina”, 1990; y la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales (REDLAC), 199960. En los años 2000, empezaron a surgir otras formas organizativas que han abarcado ya no solo las redes feministas, sino también campañas o consorcios. La Campaña por una Convención Interamericana de los derechos sexuales y los derechos reproductivos y la Articulación Feminista Marcosur (AFM), desde donde se promovió la campaña “Tu boca fundamental contra los fundamentalismos”, nació en el año 2000 igual que el Consorcio Latinoamericano por la Anticoncepción de Emergencia (CLAE)61-62; el Consorcio Latinoamericano contra el Aborto Inseguro (CLACAI) se fundó en el 2006; las formas organizativas temáticas más específicas como el Centro Latino-Americano en Sexualidade e Direitos Humanos (CLAM), en 2002; y la Red Latinoamericana de Académicas del Derecho, Red Alas, en el 200663.

      En Colombia, por otra parte, se percibía que las personas y organizaciones interesadas en despenalizar el aborto estaban trabajando de manera desarticulada y eso tenía efectos perversos por lo hostil que resultaba el escenario político para el reclamo feminista sobre el acceso al aborto64. A esta conciencia concreta de lo que se estaba perdiendo por el trabajo en aislamiento, se llegó en el particular escenario de “darse cuenta” relativamente tarde de la existencia de una iniciativa de reforma del Código Penal colombiano. Esa iniciativa podría haber dado “vida” al feto en la legislación y con ello hubiera cerrado muchas posibilidades de trabajo que existían incluso en un ambiente tan restrictivo como el de aquel momento65. El Colectivo por la Autonomía Sexual y Reproductiva, grupo que más adelante se llamó La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres (la Mesa), se conformó en esa coyuntura del proceso de reforma del Código Penal de 1998 y del seminario sobre el aborto realizado por la Universidad Externado de Colombia66.

      Es importante destacar que, al momento en que fue interpuesta la demanda por Women’s Link Worldwide (WLW) esa organización era integrante de la Mesa, por lo que esta instancia, que ya venía explorando el trabajo interdisciplinario para avanzar en la despenalización del aborto, fue un nicho clave para el proyecto Laicia. Lo acogió, lo impulsó a partir de nuevas alianzas que buscaban potencializarlo y constituyó un puente con el movimiento de mujeres y el feminista67.

      Ahora bien, el número y características de las organizaciones y personas que han sido parte de la Mesa han variado significativamente a lo largo de los años, así como las actividades priorizadas y los recursos a disposición. Tres elementos han permanecido inmutables, sin embargo. En primer lugar, la identidad de la Mesa como instancia técnica68. Esta caracterización ha permitido la coexistencia de grupos y personas con distintos intereses y convicciones, la construcción de puentes con el sector salud y el gobierno, y la legitimidad de los datos y argumentos producidos. En segundo lugar, el liderazgo por parte de un núcleo de médicas y médicos, prestadores de servicios de salud y feministas. En tercer lugar, el diseño de estrategias a partir de las ideas sobre la incidencia política comunes a toda América Latina, las cuales abarcan la construcción de alianzas, la definición de agendas comunes, la negociación, el consenso y las comunicaciones, entre otras.

      Este diseño, en el caso de la Mesa, propone trabajar en cuatro áreas estratégicas: el monitoreo de la política pública, la incidencia legislativa y judicial, el trabajo regional y las comunicaciones69. La primera área se dedica principalmente a supervisar las actuaciones del gobierno en materia de salud sexual y reproductiva mediante la forja de alianzas con los funcionarios pertinentes. Esto proporciona insumos para la producción de documentos, retroalimenta documentos técnicos y de política pública y reclama la efectividad en la acción estatal en este campo. El área de incidencia legislativa, por su parte, sigue la actividad del Congreso para detectar aliados y posibles opositores, y apoyar o detener esfuerzos que se estén desarrollando; mientras que la incidencia jurídica pretende intervenir en las decisiones judiciales con el fin de afianzar los estándares en materia de derechos de las mujeres. El trabajo regional, impulsado de manera más consistente a partir del 2015, ha buscado difundir, hacer seguimiento y exigir la garantía del derecho fundamental a la interrupción voluntaria del embarazo en algunas zonas focalizadas del país. Finalmente, el área de comunicaciones ha perseguido producir un impacto amplio en la opinión pública, así como visibilizar el trabajo de la Mesa para aumentar su influencia.

      Los cambios que ha experimentado la Mesa se entienden mejor en relación con la transformación de la legislación penal sobre el aborto que introdujo la Sentencia

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