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a simple vista, una visión retórica. Comentando sobre los aspectos evolutivos de la lógica de apelar a los sentimientos (feelings) (Walton, 1992), repitió la idea de que ellos cumplen una función sesgada positiva con el objeto de conseguir atención en la búsqueda de ayuda y que, para nuestros intereses más cercanos, cuando son usadas de manera moderada cumplen un rol evidencial en el razonamiento práctico (en el que Aristóteles también había reparado). Consideró Walton (1997) que la investigación de Damasio (1994) apoya esta línea de interpretación, vale decir, que la identificación y uso de marcadores somáticos tiene un papel importante que cumplir para tener una deliberación exitosa, en el sentido de usar lo que es apropiado para cada oportunidad, como la misma definición de retórica de Aristóteles concibió.5 De modo que la lectura de Walton tampoco es muy lejana a la tradición retórica.

      Ahora bien, Walton (1992), en realidad, se acerca a las emociones para señalar que el uso de ellas en un discurso argumentativo no siempre, ni necesariamente, constituye movimientos falaces. Cabe recordar que su análisis es de corte pragmático, y considera a los argumentos como contribuciones a —distintos tipos— de diálogos, y la robustez y cogencia de un argumento depende del tipo de diálogo al que contribuye. Dado que los diferentes tipos de diálogo tienen diferentes propósitos y diferentes reglas de compromiso, esto significa que la fuerza y validez de un argumento son relativa a los propósitos y reglas del diálogo al que contribuyen. Por lo tanto, como es fácil concluir, para Walton un argumento puede ser falaz en un tipo de diálogo y razonable en otro. Su esfuerzo fue diseccionar los distintos tipos de argumentos que contendrían emociones (como, por ejemplo, apelaciones ad baculum o ad misericordiam), para analizarlos caso por caso.

      Más interesante es la propuesta de Ben-Ze’ev (1995), que un solitario artículo avanzó distinciones relevantes pero que, finalmente, se decanta por las enseñanzas de Aristóteles relativas a que las emociones inducen acciones, vale decir, son materia de razonamiento práctico. Aun así, vale la pena consignar que Ben-Ze’ev enfatizó que las emociones son una forma no típica de argumentar, compuesta una dimensión cognitiva, otra evaluativa, otra motivacional y otra que llamó de los sentimientos. Las describe de la siguiente manera:

      The cognitive component includes the information about the given circumstances; the evaluative component assesses the personal significance of this information; the motivational component addresses our desires, or readiness to act, in these circumstances. The feeling component is a primitive mode of consciousness which expresses our own state, but is not in itself directed at this state or at another object. These components are not separate entities or activities; they are distinct aspects of a typical emotional experience (p. 190)

      Dado que la argumentación se manifiesta, obviamente, en (1) un contexto comunicativo en el que (2) se encuentran posiciones incompatibles relativas (3) a hacer patente puntos de vista, hay actitudes emocionales que satisfacen estas tres coordenadas. Y aquí trae a colación un simpático ejemplo testimonial:

      When Bertrand Russell, during his long love affair with Lady Ottoline Morrell, became jealous of the intimate relationship she maintained with her husband Philip, his jealousy may be regarded as a kind of implicit argumentation. The way he communicated his jealousy to Lady Ottoline was intended to make her realize he wanted her to change her attitude; their positions were incompatible (i.e., while he demanded she cease allowing her husband access to her bed, she refused); and the care and great personal involvement he thus revealed, he believed substantiated his position (p. 190).

      Al igual que el acento expuesto en la primera sección de este trabajo, con el argumento emocional de Russell queda en evidencia que las emociones son sociales en su naturaleza, y tienen, de acuerdo con Ben-Ze’ev, una función expresiva, y ocurren cuando percibimos un cambio significativo en nuestra situación de vida. Ahora bien, desde un punto de vista de la estructura o identidad de un argumento, el autor sostiene que una pretensión emocional tiene la siguiente forma:

      …claim implicit in the emotional state is valid since I sincerely believe in it and it has emerged through the activation of a cognitive schema whose validity has been supported during the course of personal and evolutionary development. The emotional substantiation is personal: it involves personal logic not always accepted in intellectual argumentations. Russell’s emotional demand that Lady Ottoline will sleep only with her lover (himself) may sound extravagant, but it has its own substantiation. It may have been based on the importance Russell attaches to their relationship and the assumption that people should have sex only with those they are in love with rather than with those they happen to live under the same roof with. The characterization of emotions as a kind of argumentation is close to Aristotle’s view. Nancy Sherman argues that for Aristotle, “To feel hostile or friendly, indeed to feel specific emotions, in general, is to have reason to feel one way or the other, and it is of this that the rhetorician must persuade his listeners” (p. 192)

      Por lógica de las emociones Ben-Ze’ev entiende su racionalidad, y la racionalidad de las emociones deviene en (1) un sentido descriptivo, esto es, la generación de emociones envuelve a veces cálculos intelectuales, o (2) un sentido funcional, esto es, las emociones expresan la mejor respuesta a circunstancias determinadas. De esta forma, resulta ventajoso a veces apelar a las emociones porque es racional (en el sentido funcional) comportarse no-racionalmente (en el sentido descriptivo de hacer cálculos incompletos).

      Aparte de la función expresiva, Ben-Ze’ev distingue otras dos funciones, a saber, (a) indicación inicial de dirección apropiada de una respuesta, y (b) la movilización rápida de recursos. El autor lo explica del siguiente modo:

      The indicative function is required for giving us an initial direction in the uncertain novel circumstances we are facing. The mobilizing function is to regulate the locus of investment, i.e., away from situations where resources would be wasted, and toward those urgent circumstances where investment will yield a significant payoff. The indicative function of emotions is that of telling us which is the positive or negative nature of the uncertain circumstances we face and of helping us choose the initial course of actions accordingly…The mobilizing function of emotions is evident in light of the urgency of the situation: there is an urgent need to respond quickly and with all our resources to an event which can significantly change our situation. Since it is quick and intense, the emotional response is less accurate and more partial. By being partial, emotions focus our limited resources on those events that are of particular importance, thereby increasing the resources allocated for these events (p. 195).

      Es evidente que en la función indicativa Ben-Ze’ev se ayuda de los avances de la investigación de Damasio relativa a los marcadores somáticos, y en la función de movilización de recursos hace un uso indirecto de la idea de que la mente está constituida por dos sistemas (sistema dual de la mente, Evans, 2010), que le permite funcionar heurística o reflexivamente, según sea la exigencia contextual.

      En el caso de Plantin (2014) asistimos a un estudio histórico y conceptual con cierto refinamiento. De la disección filosófica y lingüística que desarrolla, interesa específicamente lo relacionado con la construcción discursiva de las emociones y, más específicamente aún, lo que denomina enunciado de emoción (discusión que corresponde a todo el capítulo 8 de su monográfico). Uno de sus puntos de partida lo expresa del siguiente modo el autor:

      Comunicación de / por la emoción: comunicación emotiva y comunicación emocional

      La expresión y la comunicación de la emoción están obligatoriamente vinculadas. De un modo general, toda variación diferencial de un sustrato es interpretable como un estado de ese sustrato: las fumarolas son «signos» del comienzo de un estado eruptivo, como la fiebre es «signo» de una infección. Estos signos naturales o indicios no se consideran expresivos, en la medida en que no hacen intervenir una actividad intencional, y en que están condicionados absolutamente

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