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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
Los tres hombres negociaron las condiciones definitivas entre noviembre de 1762 y febrero de 1763.23 Francia sufrió en especial la cesión a Gran Bretaña de Canadá, Acadia y Nueva Escocia. Al perder también la Luisiana, el país quedaba prácticamente ausente de Norteamérica. A pesar de todo, conservó el acceso a los bancos de pesca de la costa de Terranova y del golfo de San Lorenzo y también retuvo las pequeñas y rocosas islas de San Pedro (Saint-Pierre) y Miquelón (Miquelon) para el secado y procesamiento del pescado. Su importancia estratégica iba mucho más allá de la mera provisión de alimentos: la principal debilidad histórica de la Marina gala había sido la carencia de personal y en dichas pesquerías se formaba un tercio de sus marineros, aproximadamente.24
Gran Bretaña devolvió a Francia las principales islas productoras de azúcar, Martinica y Guadalupe, y se quedó con Granada y San Vicente. También arrebató a Francia sus antiguos asentamientos comerciales en África, excepto la isla de Gorea, dedicada al comercio de esclavos, en la costa del actual Senegal. El territorio francés en la India se redujo a apenas unos pocos asentamientos comerciales, de los que el mayor fue la bella ciudad blanca de Pondicherry, que se reconstruyó en solo dos años. Francia, en compensación, devolvió Menorca al dominio británico.
Gran Bretaña también fue generosa al devolver Manila a España, pero exigía la entrega de Puerto Rico o de la Florida para devolver La Habana. Puerto Rico era demasiado valioso para España, así que se entregó la Florida, de la que un político bisbiseó que era «un territorio deshabitado».25 España también se vio forzada a conceder a Gran Bretaña derechos de tala en la región de Honduras, en Guatemala. En Europa, la situación volvió más o menos al statu quo ante bellum. Los escasos efectivos españoles que aún quedaban en Portugal salieron del país. Por su parte, Prusia y Austria retiraron sus ejércitos de los territorios que ocupaban fuera de sus respectivas fronteras y firmaron un acuerdo de paz.
El definitivo Tratado de París, según Bedford, «consiguió mucho más de lo que esperaba»,26 ya que no hacía «ninguna cesión contraria a mis instrucciones». El inalterado paisaje de Europa escondía un desplazamiento tectónico que había dado un vuelco a su equilibrio político. Aunque Gran Bretaña había perdido casi todos sus aliados en Europa, la balanza del poder se había inclinado tanto a su favor que pensaba que dichos aliados ya no tendrían mucha importancia. Gran Bretaña controlaba la mayor parte de Norteamérica, sus colonias repartidas por todo el globo podían comerciar sin trabas y, por primera vez, podía decirse que «gobernaba las olas», como rezaba la popular canción.**** Por tanto, aquella tarde del 10 de febrero fue muy lógico que la ceremonia de la firma del tratado por parte de Choiseul-Praslin, Grimaldi y Bedford tuviera lugar en un salón completamente británico y no en una antesala del palacio real de Versalles.
La noticia del tratado se celebró en Gran Bretaña con espectaculares fuegos artificiales en el Green Park de Londres.27 Francia y España, aunque pueda sorprendernos, también lo celebraron con fuegos artificiales frente al Hôtel de Ville en París y en el parque del Buen Retiro en Madrid. Tras la anterior Guerra de Sucesión austriaca, el pueblo galo, frustrado por haber derramado tanta sangre sin que nada se obtuviera, había acuñado la expresión «estúpido como la paz» [bête comme la paix]. Ahora, ante la evidencia de que el resultado podía haber sido mucho peor que perder «unos pocos acres de nieve», primaba el sentimiento de que la vida podía volver a su cauce normal, aunque fuera a la sombra de la nueva superpotencia europea.
LA ESTRATEGIA DE REVANCHA BORBÓNICA
La vida en Francia parecía volver a la normalidad y los precios y el comercio recuperaron pronto los niveles previos a la guerra.28 El turismo resurgió en ambas direcciones a través del canal de la Mancha. El célebre Grand Tour que emprendía la mayoría de los jóvenes aristócratas británicos para conocer la cultura, la historia y el arte de Europa (sobre todo de Francia e Italia) se había visto gravemente interrumpido durante la Guerra de los Siete Años. Al concluir la contienda, a finales de 1762, los caballeros adinerados, como el ya mencionado Edward Gibbon, reanudaron la costumbre incluso antes de que se firmara el tratado de paz. No obstante, después de la guerra, estos viajes por el continente no fueron tan espléndidos y lujosos como en el pasado. El autor de la Guía del caballero durante su viaje por Francia [Gentleman’s Guide, in His Tour through France] recomendaba a los viajeros «no gastar más dinero en el país de nuestro enemigo natural que el que sea necesario para mantener, con dignidad, la persona de un inglés».29
El final de la guerra también alumbró un Grand Tour inverso desde Francia a Gran Bretaña y una súbita fascinación entre los franceses por todo lo británico. Se hizo popular el concepto «anglomanía»30 para describir la repentina ola de moda británica en las calles de París, las obras de teatro en francés acerca de la vida británica e incluso la introducción del estilo natural de los jardines ingleses en los serios y formales jardins galos. Los turistas franceses comenzaron a invadir Gran Bretaña en bandadas, lo que provocó la queja de un aristócrata británico: «Londres abunda en franceses».31 Los galos veían Londres de la misma forma en que futuras generaciones de estadounidenses vieron París, como el lugar donde expandir sus horizontes. El escritor y filósofo Jean-Jacques Rousseau se zambulló allí en el estudio de la botánica,32 mientras científicos como Jérôme Lalande y Charles-Marie de La Condamine cenaban con célebres autores británicos como Samuel Johnson.33 Este último, por su parte, atribuía la reciente anglomanía a la contienda recién acabada: «La paliza que les hemos dado ha conseguido que nos muestren la necesaria reverencia […] Su petulancia nacional necesitaba de un escarmiento periódico».34
Pero no todos los visitantes franceses asumían esta idea del «escarmiento periódico», ni visitaban Gran Bretaña para absorber su cultura. Casi antes de que se secara la tinta del Tratado de París, oficiales militares galos ya se extendían por el sur de Inglaterra y trataban de pasar desapercibidos entre la muchedumbre de turistas extranjeros, con la intención de conseguir información de la flota británica y los posibles lugares de desembarco en la costa. Dichos oficiales eran parte de un plan de invasión que se había ideado en secreto en los salones de Versalles y en Madrid. Francia y España esperaban aprovechar la experiencia de los últimos intentos, tan costosamente adquirida, para que la próxima invasión fuera un éxito.
Choiseul, en concreto, había fijado la estrategia de invasión de Inglaterra casi desde el momento en que asumió su primer puesto de relevancia. El primer intento de invasión, en 1759, había fracasado porque Francia fue incapaz de contrarrestar la superioridad británica en el mar. El segundo intento, en 1762, fue un fiasco debido a la falta de coordinación entre las flotas francesa y española. Choiseul estaba comprometido a que la tercera ocasión fuera muy distinta. Una vez su viejo aliado Jerónimo Grimaldi volvió a España como ministro principal de Carlos III, los dos iniciaron la planificación de una amplia estrategia de revancha borbónica contra Gran Bretaña, cuya pieza fundamental sería un asalto conjunto sobre Inglaterra.35 El elemento principal de su plan eran las