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      Gran Bretaña devolvió a Francia las principales islas productoras de azúcar, Martinica y Guadalupe, y se quedó con Granada y San Vicente. También arrebató a Francia sus antiguos asentamientos comerciales en África, excepto la isla de Gorea, dedicada al comercio de esclavos, en la costa del actual Senegal. El territorio francés en la India se redujo a apenas unos pocos asentamientos comerciales, de los que el mayor fue la bella ciudad blanca de Pondicherry, que se reconstruyó en solo dos años. Francia, en compensación, devolvió Menorca al dominio británico.

      LA ESTRATEGIA DE REVANCHA BORBÓNICA

      Pero no todos los visitantes franceses asumían esta idea del «escarmiento periódico», ni visitaban Gran Bretaña para absorber su cultura. Casi antes de que se secara la tinta del Tratado de París, oficiales militares galos ya se extendían por el sur de Inglaterra y trataban de pasar desapercibidos entre la muchedumbre de turistas extranjeros, con la intención de conseguir información de la flota británica y los posibles lugares de desembarco en la costa. Dichos oficiales eran parte de un plan de invasión que se había ideado en secreto en los salones de Versalles y en Madrid. Francia y España esperaban aprovechar la experiencia de los últimos intentos, tan costosamente adquirida, para que la próxima invasión fuera un éxito.

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