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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
Estas impactantes derrotas provocaron un giro en la planificación estratégica gala: se orilló el enfoque de librar batallas en la periferia y se comenzó a planear un asalto en toda regla contra la propia Gran Bretaña. La nueva estrategia fue idea de Étienne François, duque de Choiseul, más joven, pero de mayor trascendencia política que su primo, César Gabriel de Choiseul-Praslin. Tras una carrera de soldado y diplomático, en octubre de 1758, Choiseul fue nombrado secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Luis XV necesitaba, para manejar su díscolo gabinete en tiempos de guerra, algo más que un mero ministro de Exteriores. Lo que le hacía falta era un ministro jefe y el bajito y sonrosado Choiseul, cuyo aspecto infantil escondía una certera inteligencia política y una enorme capacidad de trabajo, asumió dicho puesto de facto aunque no fuera nombrado como tal.17
Igual que su equivalente británico, William Pitt, Choiseul deseaba llevar la lucha al propio territorio del enemigo. Planeaba aprovechar la debilidad de las tropas encargadas de guarnecer Gran Bretaña mediante la ejecución de un desembarco anfibio en su costa. Este obligaría al gobierno británico a desviar recursos de sus campañas europeas y, a la vez, sería un golpe a la confianza de los inversores que hundiría su capacidad de conseguir fondos para la guerra en los mercados financieros. Se construyeron sin dilación más de 300 embarcaciones en la costa del Atlántico para transportar más de 40 000 hombres a Portsmouth y se previó también una incursión de distracción contra Escocia. Sin embargo, un ataque británico sobre Le Havre inutilizó muchos de los botes y, en una devastadora batalla naval que tuvo lugar en noviembre de 1759 en la bahía de Quiberon, en la costa de Bretaña, resultaron destruidos los buques que debían escoltar el desembarco. Estos sucesos interrelacionados dieron al traste con cualquier esperanza de invadir Gran Bretaña. Las noticias que llegaban de la India francesa eran también malas: fuerzas de la Compañía Británica de las Indias Orientales [East India Company] habían tomado y saqueado la colonia de Pondicherry (Puducherry).
Choiseul no tardó en asumir el papel de ministro de la Guerra, a la vez que conservaba su agenda de Asuntos Exteriores. Las negociaciones de paz iniciales con Gran Bretaña habían fracasado, por tanto, inició conversaciones con el gobierno de España para llegar a una alianza. El monarca español, Carlos III, era, de hecho, el primo menor de Luis XV; ambos pertenecían a la familia Borbón. Francia y España habían firmado ya dos veces lo que se denominaron Pactos de Familia, en 1733 y 1743, en los que se prometían apoyo mutuo y ayuda en caso de guerra, como forma de contención ante la hegemonía británica. En esta nueva ocasión, los dos reyes y sus ministros pensaban que Gran Bretaña volvía a amenazar el equilibrio de poderes y se conjuraron para restablecerlo. Madrid envió a Jerónimo Grimaldi a negociar el acuerdo y Choiseul y Grimaldi firmaron el Tercer Pacto de Familia borbónico el 15 de agosto de 1761. Este obligaba a España a declarar la guerra a Gran Bretaña al año siguiente en caso de que no se hubiera alcanzado la paz y Francia se comprometía a apoyar a España si esta era atacada. No obstante, era dudoso que Francia pudiera hacer efectiva dicha promesa en las circunstancias que atravesaba: su flota estaba siendo machacada por la Marina británica, que construía diez barcos y capturaba diez presas francesas por cada nave que construían o capturaban los galos.18
La noticia de la firma del secreto Pacto de Familia se filtró a Gran Bretaña, que, pese a la desconfianza de Newcastle acerca de la conveniencia de emprender otra campaña más, declaró la guerra a España, como medida preventiva, en enero de 1762. España ya tenía puesta la mira en Portugal, aliado británico y cuyo ejército contaba apenas con la mitad de efectivos que el español. Sin embargo, el primer ministro portugués, Sebastião José de Carvalho e Mello, marqués de Pombal, ya había solicitado ayuda militar a los británicos y, con su apoyo, rechazó al contingente español en la que más tarde se denominó Guerra Fantástica. Choiseul propuso entonces a España una invasión anfibia conjunta de Gran Bretaña, pero esto tampoco llegó a suceder debido a que ambas armadas no fueron capaces de coordinar sus acciones.19 Los últimos golpes se sufrieron más avanzado ya el año: los británicos capturaron Manila y La Habana. Una pérdida esta última en extremo traumática: era la joya de la corona española, su puerto el de más calidad y el mejor defendido del Caribe y en él se construían más barcos de guerra que en cualquier astillero de España.20 La alocada decisión española de entrar en la Guerra de los Siete Años había dado como resultado una terrible serie de pérdidas que costó muy caro recuperar en las posteriores negociaciones de paz.
EL TRATADO DE PARÍS
Los hombres que habían dirigido la contienda no fueron los mismos que firmaron el tratado de paz. En 1762, Choiseul asumió la jefatura del Ministerio de Marina, pero sin perder su puesto de ministro de la Guerra. Su primo Choiseul-Praslin, que, como él, era un antiguo soldado y diplomático, se convirtió en el nuevo ministro de Exteriores. De todas formas, ambos pensaban de forma similar. Tenían ante sí una tarea ardua: el estado de la flota francesa era calamitoso, un elevado número de sus buques estaba bloqueado por el enemigo y la carencia de fondos era tan grave que recurría a la venta de material para saldar deudas. Canadá se había perdido, igual que la mayor parte de las colonias del Caribe, África y Asia. «Como no sabemos hacer la guerra –reconocía Choiseul en privado–, debemos hacer la paz».21
En la otra orilla del canal de la Mancha, Pitt y Newcastle, los arquitectos principales de la brillante victoria británica, estaban ya de salida. En 1760, murió Jorge II y Jorge III le sucedió en el trono. El nuevo rey de 22 años, aunque tenía una estrecha relación con su abuelo, hizo cambios importantes en el gobierno. Nombró primer ministro al que había sido su tutor durante muchos años, John Stuart, conde de Bute, que tenía tanto deseo de hacer las paces como Pitt de guerrear. Una de las primeras medidas de Bute al asumir su cargo fue formalizar las negociaciones de paz mediante el intercambio de diplomáticos con Francia. La elección obvia recayó en el bien relacionado e influyente duque de Bedford. Aunque la mayor parte de las decisiones se acordaron en París, Choiseul-Praslin eligió a Louis-Jules Mancini-Mazarini, duque de Nivernais, para que negociara en la corte británica. En septiembre, Bedford y Nivernais se reunieron en Calais antes de la asunción de sus respectivos cargos.
Todas las partes comprendían que Francia y España tendrían que abonar un significativo coste territorial por la guerra. Aunque Bute era consciente de que las condiciones de paz debían ser tan generosas como fuera posible para evitar un enfrentamiento posterior, Nivernais indicaba en sus informes que el primer ministro soportaba una enorme presión, por parte de los aún poderosos partidarios de Pitt, para que dejara inutilizada a la Marina francesa. Las negociaciones preliminares que se desarrollaban en Fontainebleau se detuvieron cuando el embajador español, Jerónimo Grimaldi, planteó que las demandas territoriales de los británicos les darían el control casi total del golfo de México y se negó a aceptar aquellas condiciones. Choiseul estaba furioso: «¿Quiere el rey de España la guerra o quiere la paz?»,22 le preguntó al embajador francés en Madrid, Pierre Paul, marqués d’Ossun. «Debe aceptar los artículos» del tratado o seguir luchando, dijo Choiseul. «No hay término medio». El impasse se superó en octubre, al recibirse la noticia de la pérdida de La Habana. Luis XV le ofreció a su primo Carlos III la Luisiana, en compensación por los territorios que España podría perder en las negociaciones de paz. Dicho territorio devolvería a España, al menos en parte, cierta capacidad de control del golfo de México. Ante la gravedad de la pérdida de La Habana y la necesidad de recuperarla, aquel ofrecimiento salvaba, al menos, las apariencias, por ello, Carlos III accedió. Choiseul-Praslin, Grimaldi y Bedford