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—exclamó con euforia.

      —¡No es nuestra puta culpa! —le gritó Jamie con la poca voz que le quedaba.

      Solo pedía que se callara, por favor, ¿acaso no le bastaba tener su ropa despedazada y llena de sangre? El hombre cambió completamente la expresión de su rostro, golpeó a Jamie con una de sus grandes manos, y de pronto quise entrar a defenderla.

      —¡Mátame pronto! —gritó mi amiga—. Me importa una mierda vivir este puto infierno. ¡Mátame, Marcus Denovan! —continuó—. ¡Sépanlo, chicas, este viejo imbécil es Marcus Denovan y deben pudrirlo en la cárcel! —gritó.

       El miedo comenzó a entrar en mi cuerpo y yo misma quise matar a Jamie para que, por favor, guardara silencio, no quería que nada malo le ocurriera a mi mejor amiga. El enojo y euforia de Marcus Denovan subió a su rostro, cargó su pistola y apuntó a mi amiga.

      —Sal de ahí, chico —le ordenó el hombre al tipo que se encontraba detrás de Jamie. Este se movió dejando a mi amiga sola frente al cabecera.

      —¿Por qué le das tantas vueltas al asunto? —lo provocó Jamie—. Mátame de una vez.

      ¿Qué le ocurría a mi amiga? ¿Se había vuelto loca?

      —Te concedo unas palabras antes de morir —sonrió con sarcasmo.

      —Sé que quieres verme sufrir, Marcus —dijo ella—, pero ya no me queda nada, estos idiotas abusaron de mí y ahora quieres torturarme hasta que dé mi último respiro, ¿crees que soy una estúpida?

      El hombre sonrió con perversidad y apretó el gatillo directamente en la pierna derecha de Jamie. Ella gritó hasta desgarrarse la garganta, y aunque cayó de rodillas a la tierra, se mantuvo digna ante la imponente figura de Marcus Denovan.

      —Haz algo, por favor —murmuré. Ashton se mantenía detrás de mí y aunque me había escuchado, me ignoró, lo que me hizo pensar que ya no quedaba ninguna esperanza de poder salvar a mi amiga.

      El hombre seguía mirando a mi amiga con sus ojos envueltos en perversión, disfrutaba con esa escena tan asquerosamente dolorosa. Comencé a llorar con fuerza mientras Jamie se mantenía apretando su pierna. El silencio que había era desgarrador. Nadie hacía nada, nadie podía hacer nada.

      —¿Ahora sí quieres decir tus últimas palabras? —le preguntó el tipo. ¿Por qué le hacía esto a mi amiga? ¿Qué ganaría a cambio?

      —Lía —la voz de Jamie se escuchó como un susurro—, no dejes que estos tipos te maltraten, por favor.

      Lía comenzó a llorar y a gritar histérica que la soltaran, peleó, pero fue imposible zafarse del tipo que la tenía agarrada.

      —Alice, no luches por esto, será en vano —soltó con angustia, ya estaba comenzando a quebrarse esa Jamie fuerte y justa que todas conocíamos—. Nos veremos cuando seas vieja, no ahora.

      —¡Jamie!

      —Las quiero. —Cerró sus ojos con fuerza.

      Denovan miró la situación con una gracia que no podía comprender. Quería lanzarme sobre él y matarlo o simplemente golpearlo hasta el cansancio.

      Lo vimos cargar nuevamente el arma y le disparó sin tapujo a Jamie directamente en el pecho. Dos veces. Dos. De pronto pensé que era una pesadilla, comenzaba a faltarme el oxígeno y mi cabeza estaba dando vueltas en círculos. Mi amiga se encontraba tirada en la tierra, desangrándose y nadie podía ayudarla. Tenía que ser una pesadilla. DEBÍA ser una pesadilla, pero no. El llanto de mis compañeras me regresó a la realidad.

      —¡Hijo de puta! —alcé la voz con fuerza por encima de los sollozos de todas mis compañeras—. ¡Eres un maldito hijo de puta y te vas a pudrir en la cárcel!

      Mi acto de «valentía» o de impulsividad consiguió que la mirada de Denovan se fuera a la mía.

      —¿Quieres morir también? —me preguntó como si fuese algo cotidiano. Como si ser secuestrada, violentada y luego asesinada fuese un deporte.

      Se acercó a mí lo suficiente y Ashton no me soltó. Me apoyé en él con fuerza y golpeé a Marcus en la entrepierna con tanta fuerza que ni siquiera un grito salió de su garganta. No se sintió bien hacerlo, pues no me traía de vuelta a mi amiga, pero al menos lo había golpeado.

      —Maldito, eres un puto infeliz. Deberías morir en este preciso momento —dije entre lágrimas y conteniendo la rabia que sentía—. ¡Has asesinado a una chica de diecisiete años solo porque un imbécil corrupto te debe dinero! ¡¿Piensas que nosotras conseguiremos que él te pague?! ¡Imbécil! —continué gritando.

      Ashton me movió unos centímetros más atrás y me apegó a su cuerpo, puso su boca en mi oreja y me susurró con molestia un «cálmate», pero ¿cómo podía pedirme eso? Solo esperé la reacción del hombre, que tenía el rostro colorado, no sé si por el dolor o por la rabia que estaba sintiendo. Me observó fijamente a los ojos y sin siquiera alzar su voz me dijo:

      —Fuiste demasiado lejos, zorra —escupió sus palabras en mi cara—. Ashton, llévala a su habitación.

      —¿Qué me harás? ¿Me matarás? ¿Es eso?

      —No —resopló—. Eso sería un regalo.

      Sus palabras se metieron en mi piel, y aunque quise seguir peleando con él, Ashton me tomó con fuerza y me arrastró hasta el salón. Me desató ambas muñecas, y cuando lo hizo, comencé a caminar de un lado a otro de forma desesperada.

      —¡¿Qué demonios pasa contigo?! —me reclamó Ashton con su voz notablemente elevada—. ¿Acaso no quieres salir viva de este maldito lugar?

      —¡Era mi mejor amiga! —le grité, intentando explicarle el dolor que estaba sintiendo—. ¡¿Acaso hay alguna oportunidad de salir viva de este lugar? —comencé a llorar nuevamente—. Imbécil —solté y luego comencé a darle golpes a todo lo que se encontraba en mi camino, comenzando por su estúpido colchón y la silla.

      —Cálmate —me pidió, puso sus manos en mis hombros—. Si él vuelve aquí, va a torturarte, Alice.

      —No me importa —bajé la voz.

      —¡A él no le importa que tengas diecisiete años, maldita sea! —gritó.

      —¿A caso a ti sí? —sonreí con ironía. Sequé mis lágrimas con fuerza—. No hay nadie en quien pueda confiar aquí adentro, así que, por favor, no trates de decirme lo que está bien o mal.

      Él me observó confundido, pero no me respondió. Mi cuerpo estaba temblando y no sabía si era por miedo o por la terrible escena que había presenciado hace unos minutos, quería golpear, correr y gritar con fuerza.

      —¡Ashton, abre la puta puerta! —escuché desde el otro lado. Era la voz de un chico y lo conocía. Era ese chico que había venido ayer.

      Ashton rodó los ojos, se acercó a la puerta y la abrió. De pronto recordé, él era el hijo del maldito Marcus Denovan. Su rostro estaba descubierto y lo único en que me pude fijar dentro de mi enojo y terror, fue en que era de piel muy clara, con facciones toscas y cabello oscuro y con rizos. No miré más allá de eso.

      —¿Qué mierda quieres, Joe? —preguntó Ashton notablemente irritado por la presencia del tipo.

      —Ver a Alice —contestó rápidamente, luego se adelantó para entrar a la habitación.

      Quería golpearlo. Quería matar a todo el que tuviese apellido Denovan.

      —Alice, Alice, Alice… —sonrió mientras se acercaba a mí con cautela—. Sí que tienes agallas.

      —No es necesario que la fastidies ahora, Joe —pidió Ashton.

      —¿Por qué? ¿Me dará una patada en las bolas? —sonrió con ironía—. Eres tan hermosa —se dirigió hacia mí, puso su mano en mi rostro y luego comenzó a bajarlo lentamente hasta

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