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Gray le gustaba pincharle con aquello cada vez que podía.

      –Mira, tío, que me tengas envidia porque soy más listo que tú no te da derecho a picarte tanto.

      –Pues yo diría que sí. Los dos sabemos que eres como un hámster sin rueda cuando no tienes un proyecto entre manos. Te vuelves triste y peligroso. Yo solo estoy diciendo que necesitas algo en lo que concentrarte, al menos por ahora. Y estás de suerte. Yo tampoco tengo en qué ocuparme estos días, y me vendría bien una distracción. Así que tienes un equipo de dos.

      –Ay, dios…

      A pesar de su exclamación, Stone se alegraba de contar con su ayuda. Iba a proteger a Piper, tanto si ella quería como si no.

      Piper metió la llave en la cerradura y abrió. Estaba deseando quitarse los tacones y aquel condenado sujetador que se le clavaba en las costillas. Dejarse caer en la cama también le sonaba a las mil maravillas.

      Pero el plan se evaporó cuando entró en la cocina y se encontró con que su mejor amiga estaba esperando sentada a la mesa. Había abierto una botella de vino y tenía una copa vacía delante y otra cerca de los labios.

      En parte deseó que Carina no estuviera allí, pero por otro lado no le vendría mal el apoyo y el consuelo que podría darle. Era la persona que mejor comprendería lo agotadora que había sido aquella noche.

      –Has sobrevivido –dijo Carina tras servirle una copa de vino.

      –A duras penas –contestó, lanzando los zapatos al otro lado de la habitación. Tendría que sentirse mal por maltratar su par favorito de Louboutin, pero no fue así–. Deja que me cambie.

      Su casa era pequeña, pero perfecta para ella. Era una construcción emplazada en la parte de atrás de la propiedad de su madre y su padrastro. Un par de años antes, después de sacar el doctorado, pensó en buscarse una casa, pero su madre no quiso ni oír hablar de ello. Decía que les hacía un favor ocupándola.

      Y la guinda era que Carina viviese también en la propiedad, en la casita de la piscina.

      Se quitó el vestido y se puso unos pantalones cortos de algodón y una camiseta muy usada y cómoda, y descalza volvió a la cocina. Tomó un buen trago de su copa y el riesling le explotó en la boca. Con un suspiro se acomodó en la silla que Carina le había acercado.

      –Está bueno, ¿eh?

      Carina era la prometida de su hermanastro. Dado que era unos años mayor que ella, no habían estado particularmente unidas antes de la muerte de Blaine, pero después sus padres la habían acogido, ya que estaba destrozada y sola en el mundo, y en los años transcurridos había llegado a ser tan de la familia como lo habría sido si Blaine y ella se hubieran casado.

      Nunca le había contado la verdad. No podía destrozar la imagen que tenía de Blaine. No serviría para nada.

      –Dejemos lo de esta noche durante un segundo. Primero quiero saber cómo estás –dijo Piper, tomando su mano. Al fin y al cabo, el asesino de su prometido acababa de salir de la cárcel.

      Carina intentó sonreír.

      –Estoy bien.

      –¿De verdad?

      Su cabello rubio claro le rozó las mejillas.

      –Estoy tan bien como cabe esperar. Digámoslo así. Es difícil no enfadarse.

      –Y eso es normal, Carina. Me preocuparía que no estuvieras afectada. Lo importante es que tomes conciencia de tu reacción, que reconozcas lo que desencadena la emoción y lo canalice de un modo sano.

      –Sí, doctora –sonrió.

      –Perdona…

      –Sé que solo quieres hacerme bien.

      –No lo dudes.

      –Hay una parte de mí que siempre sentirá ira hacia Stone, pero entiendo que tu relación con él es más complicada que la mía. Estuvisteis muy unidos durante mucho tiempo.

      –Quizás, pero ahora ya no es así.

      Llevaba un tiempo sin serlo y lo ocurrido aquella noche se lo había terminado de demostrar. Stone se había vuelto una persona distinta, más dura. Ya no lo conocía como antes, y estaba claro que no quería tenerla en su vida.

      –Hemos hablado. No tengo la sensación de punto final que buscaba, pero estoy segura de que es todo lo que voy a conseguir de él –movió apesadumbrada la cabeza–. Tendré que aprender a vivir con ello y a encontrar el modo de dejarlo atrás.

      Lo mismo que también tendría que dejar atrás su ansia de él.

      –Es más fácil de decir que de hacer –musitó Carina.

      –Cierto, pero no te he contado aún todo lo que ha pasado esta noche. Esa periodista ha vuelto a escribirme.

      –Creía que le habías dicho que no estabas interesada.

      –Y se lo dije, pero es muy persistente. A mí no me preocupa gran cosa, pero Stone vio el mensaje y no le ha hecho gracia.

      –Me lo imagino –comentó con sarcasmo.

      –Carina…

      –Lo siento. Es que me gustaría poder entender lo que ocurrió.

      –Lo sé –respondió, aunque si dependía de ella, nunca sabría la verdad. Era una verdad que solo serviría para hacer daño a su amiga y dañar irreparablemente el recuerdo que tenía del hombre que amaba–. Pero no va a hablar.

      Piper estaba absolutamente segura de ello. Stone lo había dejado bien claro. Cierto era que había cambiado, pero estaba segura de que no iba a cambiar de opinión.

      –Lo sé –suspiró Carina–. ¿Qué vas a hacer?

      Piper recogió las piernas y apoyó la mejilla en la rodilla.

      –¿Ahora? Pues voy a terminarme esta copa de vino y me voy directa a la cama. Mañana llamaré al jefe de la señora Black y le amenazaré con presentar cargos por acoso si no me deja en paz.

      Capítulo Cuatro

      Stone sostenía en la mano el móvil, apretándolo tanto que el aparato crujió, a punto de romperse.

      –Anda, suéltalo antes de que lo rompas, que acabas de comprarlo.

      –No me importa –replicó entre dientes. Podía comprarse mil más. Lo que le importaba era la foto que llenaba todos los píxeles de la pantalla.

      –¿Cómo ha podido ocurrir? –exigió saber, volviéndose a los dos hombres que estaban al otro lado de la estancia.

      En realidad habría querido preguntarlo a gritos, pero no serviría de nada.

      Mitchell, el jefe de seguridad de su padre, habló.

      –No estamos seguros. Estamos revisando ahora mismo las grabaciones de seguridad por ver si podemos identificar al que tomó la fotografía.

      La fotografía. Piper y él, en la biblioteca, la noche anterior. Debían haberla sacado desde el balcón del segundo piso, una parte de la casa que estaba estrictamente prohibida para los invitados.

      –Nuestra preocupación es que fuese alguien de la fiesta de anoche, lo cual hará que localizarlo sea tarea casi imposible. Lo único que hemos visto por ahora es una figura en sombras de la que ni siquiera podemos decir si era hombre o mujer.

      Genial. La frustración no lo dejaba parar quieto, y comenzó a pasearse de un lado al otro de la estancia, tirándose del pelo. El pequeño dolor que se provocaba le ayudaba a centrarse en el problema.

      –No es tan grave, tío –le dijo Gray cuando pasó a su lado.

      Aparentemente su amigo no se equivocaba, pero tampoco estaba en lo cierto. La fotografía, robada en el momento en que

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