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vendió las propiedades a Hector Tyson por un poco de calderilla, como dijo Sela.

      La camarera llegó con sus pizzas y las sirvió.

      —Parece que tendré que investigar un poco más —añadió él.

      Neily no supo por qué, pero se sintió decepcionada al oír que hablaba en singular.

      —Eso parece.

      Wyatt probó un pedazo de pizza y preguntó:

      —Dime una cosa… ¿cómo es que te has especializado en trabajar con ancianitas?

      Neily sonrió.

      —No es mi especialidad. Los casos de geriatría forman parte de mi trabajo, pero aunque parezca lo contrario, sólo son una parte pequeña —puntualizó—. Tú no me has visto en acción con otras cosas…

      Neily se dio cuenta de que su última frase había sonado a coqueteo. Y al parecer, él también lo notó, porque le dedicó una sonrisa y preguntó:

      —¿A qué otro tipo de acción te dedicas?

      Ella tuvo que contenerse para contestar de forma profesional y no seguir con el juego.

      —Soy la única asistente social de Northbridge, así que me encargo de todos los casos que se presentan.

      —¿Por ejemplo?

      —Básicamente, me llaman si hay sospechas de negligencia o abusos y me encargo de que la gente reciba los servicios que necesita. Incluso he llegado a ayudar a personas que habían perdido sus propiedades en un incendio o por culpa de los bancos —respondió Neily—. Pero también soy consejera matrimonial y familiar, echo una mano en la escuela, apoyo a enfermos con desórdenes emocionales, organizo grupos de socialización en las guarderías…

      —¿Grupos de socialización en guarderías? ¿Para qué? Los niños son niños. Juegan, aprenden a distinguir los colores…

      —Los niños tienen problemas como todo el mundo —declaró con una sonrisa—. Les hablo sobre el valor del compromiso, de compartir las cosas y tener empatía. Y claro… también jugamos a cosas como qué es comida y qué no lo es.

      —¿Cómo?

      —Ya sabes, yo preguntó si la pizza es comida y tú respondes…

      —Que sí.

      —¡Excelente! —dijo con el mismo entusiasmo que dedicaba a los niños—. Luego pregunto si los sacapuntas son comida y tú contestas…

      Wyatt soltó una carcajada.

      —Que no.

      —¿Lo ves? Si fueras un niño pequeño, habrías aprendido que los sacapuntas no se comen. Pero también les hablo de cosas que probablemente no querrás saber.

      —No, probablemente no —comentó él, todavía riendo—. Pero vale, ya veo que no te dedicas sólo a las ancianitas… sin embargo, he notado que se te dan muy bien.

      Neily se sintió muy halagada por el comentario. No lo pudo evitar. Como tampoco podía evitar sentirse a gusto en su compañía ni divertirse con él.

      Por suerte, ya habían terminado de comer. Ahora tenía la excusa para marcharse.

      —Bueno, debo irme a casa. No he estado allí desde que amaneció…

      —Un día muy largo —comentó—. Pero me he divertido mucho contigo. Lamento haber alargado tu jornada laboral.

      —No la has alargado. Terminé hace un buen rato, pero ya es hora de que me marche.

      Wyatt pagó la cuenta a pesar de las protestas de Neily. Salieron del restaurante y caminaron hasta el juzgado, donde habían dejado los coches.

      —¿Ya has invitado a cenar a todos los que estuvieron trabajando en la casa el domingo pasado? —preguntó él.

      —A la mayoría. Pero no te preocupes… varias personas han quedado en avisar a los demás. La casa de tu abuela se llenará de gente.

      Neily abrió la portezuela de su vehículo y lo miró. La calle estaba bien iluminada, así que pudo ver su cara perfectamente. Era un hombre muy atractivo. Y a medida que se conocían mejor, se sentía más atraída por él.

      —¿Puedo pedirte un favor? —preguntó Wyatt.

      —Puedes pedirlo, pero eso no implica que te lo conceda.

      —¿Te importaría venir a la cena un poco antes que los demás?

      Neily estaba tan encaprichada de Wyatt que pensó que se lo pedía porque quería estar a solas con ella. Pero él no tardó en puntualizar:

      —No conozco a nadie, y me vendría bien que estuvieras allí para presentármelos.

      —Claro, no hay problema —dijo, decepcionada—. Espero que tu abuela quiera bajar a saludar a los invitados… el domingo pasado se quedó en la habitación.

      Wyatt sacudió la cabeza.

      —Se lo he preguntado hoy y me ha dicho que no le apetece. Yo la he presionado y me ha prometido que se lo pensará, pero no contaría con ello. Aunque estuviéramos en nuestra casa, con mis hermanos, y ella conociera a todos los presentes, habría pocas posibilidades de que se dignara a bajar.

      —Bueno, subiré a verla de todas formas.

      —Y ella se alegrará de verte. Le caes bien. Habla mucho de ti, pero nunca ha sido hábil con las relaciones sociales… tal vez podrías apuntarla a uno de tus grupos de la guardería.

      Neily sonrió.

      —¿Para que aprenda a distinguir lo que se come y lo que no?

      —Creo que eso ya lo sabe —contestó con humor.

      Sus miradas se encontraron en ese momento. Después, Neily bajó la vista a sus labios y deseó besarlo. Pero la perspectiva no la asustó como la noche anterior, cuando él se inclinó hacia el asiento de atrás del coche para recoger las bolsas. Ahora era distinto. Era la segunda vez que salían y se había divertido mucho con él. Darle un beso parecía lo más natural del mundo.

      Ella alzó la barbilla ligeramente, y él bajó la cabeza del mismo modo.

      Pero Wyatt se detuvo. Como si acabara de darse cuenta de lo que estaba pasando. Para alivio y también consternación de Neily.

      —Bueno, tienes que irte a casa —dijo él con voz suave.

      —Sí. Y tú también querrás marcharte.

      Wyatt asintió.

      —Pero nos veremos mañana por la noche.

      —Por supuesto. Llegaré antes para poder presentarte a los invitados.

      Él no dijo nada y ella se encontró incómoda con el silencio, así que añadió:

      —Gracias por la pizza.

      —De nada.

      Wyatt se apartó un poco del coche, como para evitar más tentaciones, y ella se sentó al volante.

      —Ah, y gracias por ayudarme con Sela. Sin ti, no la habría convencido para que volviera al hospital —le aseguró.

      —Ha sido un placer.

      Él se alejó hacia su vehículo y abrió la portezuela. Pero no entró. Se quedó en la calle, mirándola con una expresión que no pudo descifrar.

      Mientras ella arrancaba y se alejaba de allí, Wyatt se preguntó si debería haberla besado.

      Y lamentó no haberlo hecho.

      Igual que Neily.

      Capítulo 5

      TÚ debes de ser Noah, ¿verdad? Noah Perry… —dijo Wyatt a uno de los recién llegados a la cena.

      Para

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