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a Dios: “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos de Jehová…”. Que lo digan, dice el salmista, y los insta a hacerlo porque tienen razones para ello, como veremos más adelante.

      Pero primero debemos entender claramente la importancia que tiene para el cristiano este sentido de gratitud y de alabanza a Dios. Sin duda, ésta es una de las mejores y más sencillas maneras de ponernos a prueba y descubrir quienes somos.

      La Relación

      ¡Entonces, hagámoslo! ¿Somos conscientes de esa gratitud? ¿Qué es un cristiano? Obviamente, un cristiano debe de ser una persona que es consciente de su relación con Dios. Es imposible leer el Nuevo Testamento y no llegar enseguida a esa conclusión, y como ya he señalado, lo mismo se puede decir del Antiguo Testamento. Según la Biblia, sólo hay dos clases de hombres: o somos de Dios, o no lo somos; o lo más importante para nosotros es nuestra relación con él, o no lo es.

      Si leemos la Biblia, veremos que siempre es así. ¿Qué diferencia hay entre Caín y Abel? ¿Y entre Noé y su familia y el resto del mundo? ¿Qué es lo que caracteriza a Abraham? ¿Qué es lo que lo separa del ambiente pagano en que creció? Su relación con Dios. Abraham era un hombre que confiaba en Dios, que dependía de él y se sentía agradecido a él. Lo mismo podríamos decir de los demás patriarcas y santos y profetas del Antiguo Testamento. Siempre es eso lo que los hace diferentes. Tienen un cierto concepto de Dios; eso es lo que los distingue de los demás.

      Pues si eso pasa en el Antiguo Testamento, ¡cuánto más en el Nuevo! Los cristianos, por definición, son personas que creen que tienen una relación con Dios de una cierta manera y por una razón determinada. Lo fundamental no es que tengan un cierto tipo de vida y que no hagan ciertas cosas, sino que les importa Dios. Y del mismo modo, lo que es obvio entre los no cristianos es, en última instancia, que Dios no está presente ni en su mente, ni en su corazón, ni en su vida.

      La Gratitud

      “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia.” Además, no es sólo que a los cristianos les importe su relación con Dios, es que sienten gratitud hacia Dios en lo más profundo de su ser. Están deseando alabarlo. Dios es el Señor de su vida; son conscientes de que dependen de él y saben que Dios es bueno. Escucha lo que dicen otros salmistas: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmo 23.6); “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre” (Salmo 103.1). Eso es lo que encontramos en el Antiguo Testamento.

      Pues si eso es en el Antiguo Testamento, ¡cuánto más en el Nuevo! Ésa es la característica principal del Nuevo Testamento. Se ha dicho con frecuencia, acertadamente, que el libro de los Hechos de los Apóstoles es el más lírico del mundo. Lo que caracterizaba a los primeros cristianos era su irreprimible gozo. No importa lo que les hicieran; podían llevar a gente como Pablo y Silas a la cárcel y encadenarles los pies, “pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios” (Hechos 16.25). Repito que no importaba lo que les estuviera pasando, tenían gozo en su interior. Sus corazones cantaban; alababan a Dios.

      Y si leemos las Epístolas vemos exactamente lo mismo. De alguna manera, todas ellas se escribieron para decirle al pueblo de Dios que, pasara lo que pasara, debían seguir alabando a Dios. Tenían que ver las condiciones adversas a la luz de su nueva relación con él. Por eso el apóstol Pablo, en su carta a los filipenses, repite siempre lo mismo: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor” (Filipenses 3.1). Y luego les vuelve a decir: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4.4).

      ¿Y por qué se escribió el libro de Apocalipsis? La razón principal no fue para que pudiéramos intentar averiguar la fecha del fin del mundo. Ésa sería una terrible mal interpretación del libro. Apocalipsis se escribió para que el pueblo de Dios que estaba experimentando unas persecuciones y adversidades terribles pudiera seguir regocijándose. Es un libro que les mostraba la victoria final del Señor sobre Satanás y sobre las fuerzas del mal. Era para que sintieran gozo. Se escribió para personas que habían tenido dificultades y el propósito era ayudarlos a ellos, no a quienes vivirían unos dos mil años después. Y en ese sentido ha sido de ayuda a cristianos de todas las épocas y generaciones; si la manera en que entendemos Apocalipsis no nos ayuda a regocijarnos, es que no lo entendemos bien.

      Así pues, ésa es sin duda la primera, la más importante y la más característica marca del cristiano. Los cristianos no sólo conocen a Dios y creen en él, sino que además quieren darle gracias. Lo alaban. Son conscientes de su bondad.

      Una Prueba Fundamental

      Entonces entenderás lo importante y valiosa que es esta prueba. La moralidad, por muy buena que sea, nunca produce estos resultados. Un hombre moral es muy bueno. Ciertamente puede que sea muy bueno, pero sólo con la moralidad nunca llegará a alabar a Dios. Será muy correcto, y probablemente muy meticuloso. Puede que no encontremos nada que reprocharle, que no haya ni una sola mancha en el libro de su vida, pero una característica común a todos los hombres morales es que no te calientan el corazón porque su propio corazón está frío; en ellos no existe gratitud. Por eso un gran pensador como Matthew Arnold, aun no siendo cristiano, pudo definir la religión como “moralidad con un toque de emoción”. En cierto sentido tenía toda la razón, y en cualquier caso entendía la diferencia entre moralidad y cristianismo. La moralidad es correcta, y puede que sea completa, pero es fría, carece de emoción. Incluso un incrédulo como Matthew Arnold, ciego como estaba, al leer las Escrituras y la historia de la iglesia y al aprender algo de la vida de los santos, pudo entender que es imposible ser cristiano sin emoción. Y no es que yo defienda el sentimentalismo; sería la última persona de la tierra en hacerlo, pero insisto en que si no hay emoción en tu religión, no es cristianismo; es moralidad.

      Y de la misma manera, la acción de gracias y la alabanza diferencian al cristianismo de la filosofía. Existen muchos sistemas filosóficos y muchos de ellos son excelentes y muy nobles, con grandes ideales y pensamientos maravillosos. Sin embargo, la filosofía se queda en el intelecto y por eso siempre es fría. Si un filósofo muestra alguna emoción, rápidamente sus colegas empezarán a criticarlo y a decir que le pasa algo raro. El arte del filósofo consiste precisamente en distanciarse. El filósofo es analista, observa, trata con categorías y desarrolla conceptos. No puede perderse en su análisis; si lo hace, deja de ser un buen filósofo. La filosofía implica una separación fría, científica, intelectual.

      Y en ese sentido, es totalmente diferente del cristianismo. La gloria del cristianismo es que implica a la persona de manera global, no sólo su voluntad, como en la moral; no sólo su intelecto, como en la filosofía; y no sólo sus emociones, como en ciertas sectas y religiones. No, no; se trata del hombre en su conjunto.

      Una Característica Esencial

      Pero, sobre todo, quiero enfatizar que la alabanza es el elemento absolutamente fundamental del cristianismo. Los cristianos son personas que, antes que nada, son conscientes de que se lo deben todo a la gracia de Dios. El apóstol Pablo lo expresa así: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15.10). Todo se lo debe a Dios y por eso lo alaba.

      Es primordial que nos examinemos. Ésta es la única cosa en esta vida que no podemos permitirnos dar por sentado. Es posible tener una religión en que no sintamos gratitud hacia Dios. La religión puede ser algo que llevamos en una bolsa, por así decirlo; puede ser una especie de club en el que lo único que hacemos es admirarnos a nosotros mismos. Es suficiente con mostrarle nuestros respetos a Dios y creemos que, por hacerlo, somos buenos, pero en el fondo nos estamos adorando a nosotros mismos por ser buenos, no a Dios.

      No podemos confundir ser miembro de una iglesia con el verdadero cristianismo. Se puede ser miembro de una iglesia sin ser cristiano, y si tu cristianismo consiste tan sólo en pertenecer a una iglesia como miembro, o incluso en trabajar en la iglesia, si te falta este sentido de gratitud a Dios, si lo importante es lo que estás haciendo y lo que eres más que tu alabanza a él, entonces no es un verdadero cristianismo neotestamentario.

      No hay vuelta

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