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de la población ante una de nuestras fotografías en función de patrones establecidos en su sociedad y de las características propias del cerebro humano, de su forma de recabar información y de sus propias limitaciones y prioridades. Físicamente sabemos que solemos empezar a mirar una imagen por la parte izquierda, avanzando hacia la derecha. A nivel cognitivo nuestro cerebro da prioridad a ciertos elementos con los que crea una historia fácilmente recordable, con independencia de si es cierta o no. Priorizamos la facilidad del uso de la información a su veracidad, preferimos mantener nuestras creencias más arraigadas aunque las evidencias las contradigan.

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      La primera escena cuenta una historia muy diferente a la segunda. Los elementos son los mismos, pero su disposición no lo es. La segunda imagen podría ilustrar muy bien el fenómeno de alquiler de casas particulares a turistas, que les alejan de los hoteles tradicionales. La otra es una invitación a pasar la noche en uno.

      Nuestro cerebro analiza inconscientemente cada imagen y extrae sus conclusiones. Afortunadamente somos previsibles y es factible adivinar cómo reaccionará la mayoría de las personas, pudiendo reforzar nuestro mensaje disparando en el momento adecuado.

       Óptica de 17-55 mm 1:2.8 a f/4 durante 1/140 s con ISO 200.

      De esto trata la composición, de facilitar en la medida de lo posible los puntos de referencia adecuados para que el mensaje que pretendemos transmitir sea reconocible por el espectador. Aunque hemos de asumir que una vez emitido el mensaje cada persona lo recibirá de forma diferente en función de su propio yo y de las circunstancias de su vida. Sin duda la sintaxis visual es compleja, pero eso no impide que podamos estudiarla y definir sus elementos constituyentes y cómo se relacionan. En última instancia, sólo podemos fotografiar lo que somos y sólo podemos sentir lo que ya tenemos dentro cuando observamos una imagen. Ante una imagen compleja sólo algunos observadores podrán analizar todas sus implicaciones y relaciones y lo harán siempre bajo el prisma de su educación y de sus convicciones, no de las del fotógrafo. Una fotografía se basa en dos interpretaciones, la del fotógrafo ante la realidad y la del observador ante el resultado. Entre ambas y la realidad puede existir un gran abismo.

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      No puedes expresarte a menos que tengas un sistema previo de pensamiento y percepción; y no puedes tener un sistema de pensamiento y percepción a menos que tengas un sistema básico de vida.

       Louis Sullivan, arquitecto

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       Óptica de 17-55 mm 1:2.8 a f/5,6 durante 1/15 s con ISO 400. Flashes con filtros cálidos.

       FOTOS PASO A PASO

      Aportando luz artificial

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      Encontramos esta capilla en un entorno idílico pero en una hora donde la luz estaba muy alta y era muy dura. Había muchos elementos (campana, flores, puerta, cepillo…), difíciles de encajar en una única fotografía. Decidí centrarme en el que me pareció más llamativo: el cepillo.

      Me coloqué de forma que mi sombra se proyectase sobre la madera para evitar el fuerte contraste, pero eso fue insuficiente para que la cámara captase el interior de la iglesia y yo no quería un fondo negro.

      Dirigí un flash a través de un difusor hacia el altar, sin embargo el techo seguía quedando en tonos demasiado oscuros.

      Empleé otra unidad para arrojar luz sobre esa zona, pero con menos exposición que el flash principal para que la atención no se dispersase sobre la parte superior.

      En la última iluminé con los dos flahses.

      El texto funciona como un potente atractor visual. El enfoque selectivo lo separa del fondo. Una vez visto el primer plano la figura del santo destaca por estar casi tocando al cepillo y por ser de color azul, complementario del naranja. Además esta zona de contraste tonal se sitúa sobre el punto áureo inferior izquierdo. Los pocos trazos de rojo y verde también se equilibran entre sí y proporcionan un toque de colorido.

      La deliberada oscuridad de las vigas superiores evitan que la atención suba hacia esa zona, reteniendo el suficiente detalle para que no salga negra, con lo cual conseguimos una composición cerrada donde destacan claramente los dos elementos que nos interesa mostrar, pero sumergidos en su entorno.

      La cultura y el cerebro

      Es indudable que vivimos en un mundo físico, pero la interpretación de esta realidad física depende de nuestro yo, de nuestro sistema sensorial y de su traducción en estímulos nerviosos. Conceptos como el frío, el calor, el rojo, el verde, lo suave, lo áspero, lo amargo o lo ácido serán captados por cada persona de forma diferente en base a sus posibilidades biológicas.

      Un catador de vinos seguramente dispone de una estructura en sus órganos del gusto y del olfato más precisa que una persona normal. Es capaz de apreciar más matices que la media. Pero a la hora de apelar a estas sensaciones, de comunicar sus impresiones necesita de una cultura que le dé amparo y permita dar nombre a cada percepción. Oír correctamente no implica que podamos componer música. De la misma forma que ver no conlleva que estemos preparados para crear mensajes visuales inteligibles y de calidad.

      Las expectativas también modifican el modo en que interpretamos la información. Unas gotas de lluvia cayendo no tienen el mismo significado para un agricultor, para un jubilado que da pan a las palomas en el parque o para un ajetreado oficinista que ha dejado tendida la camisa que necesita ponerse esa misma tarde. Si entramos en una sala de exposiciones o en el cine con el ánimo predispuesto es mucho más fácil que el contenido consumido sea de nuestro agrado que si presuponemos que no será una buena obra. Un medicamento amargo es mejor tolerado si su efecto beneficioso es rápido.

      Somos una especie social, podemos beneficiarnos de los errores y aciertos de muchas generaciones que nos precedieron y que marcan una particular forma de interpretar la realidad en cada época social. No valoramos una puesta de sol igual si estamos tranquilamente con nuestra pareja o si volvemos cansados de nuestro trabajo. La información cultural es vital para traducir la información sensorial en recuerdos, pero también es un fino filtro que elimina aquellas partes que considera inadecuadas o impropias. Un tamiz que va variando en cada etapa social de la humanidad.

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      Una estatua intenta transmitir la idea de perdurabilidad de la persona homenajeada. Basta un breve movimiento de cámara para que nuestro cerebro se haga una idea de lo efímero del paso del hombre. Es una imagen que para algunas personas tendrá un problema en la captación, pero para las que gustan de buscar un segundo nivel de interpretación estará llena de sugerencias.

       Óptica de 18-55 mm 1:2.8 a f/5,6 durante 9 s, tres de los cuales se movió el trípode para conseguir el efecto deseado.

      Cuanto mayor sea nuestro conocimiento cultural más facilidad tendremos para expresar nuestras emociones a través de imágenes y más fácil será reconocerlas en la obra de otra persona. Si en una época determinada un cierto color, como el índigo, se reservaba a los personajes más importantes de un cuadro será imprescindible conocer el código para entender bien algunas pinturas. Como desconocemos los valores de muchas culturas primitivas nos resulta imposible, desde nuestro actual momento social interpretar sus mensajes. ¿Qué pretendía contar el creador de las pinturas rupestres de Altamira a sus compañeros prehistóricos? Podemos conjeturar sobre su

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