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por sí sola; el alcohol no produce adicción en sí mismo; la marihuana ni la cocaína producen adicción. Las grandes cantidades de ingestas de psicotrópicos producen desvíos a la hora del crecimiento emocional.

      Una de las situaciones que suceden cuando se consume marihuana o cualquier otro psicotrópico es que se pierde la tensión madurativa.

      ¿Qué significa la tensión madurativa? Cuando una persona no adicta transita por un evento emocional —una separación, un fracaso o una situación dolorosa natural de la vida—, pasa por una curva de frustración. Cuando una persona consume marihuana, cocaína o consume alcohol, lo que le empieza a pasar es que se borra la tensión que le produce lo madurativo de ese evento, es decir, no lo termina resolviendo sino que se produce un efecto de «borrado» de la información de esa frustración, y al otro día vuelve a recomenzar sin necesidad de tomar contacto con la frustración, con el dolor o con la pena que le causa determinado evento.

      Así es como nuestro cerebro empieza a acostumbrarse. Cuando algo me vuelva a suceder en términos de frustración, en términos negativos, vuelvo a suministrarle otra vez el elemento que borra el proceso madurativo. Esto significa que, a medida que va pasando el tiempo, mi cerebro se acostumbra a no madurar y me quedo en la edad emocional en la que empezó el consumo.

      Cuando una persona entra en tratamiento, al sacarle las sustancias que borran los procesos madurativos, inicia un proceso que se llama la recuperación, es decir, vuelve a tenerse a sí mismo, vuelve a ser una persona adulta con un proceso madurativo en el cual cada frustración la resuelve de una manera orgánica y no de una manera artificial.

      Al principio de la recuperación, cuando estas situaciones empiezan a suceder, el cuerpo comienza a temblar y las reacciones son poco apropiadas en relación con la edad que se tiene. Esto sucede hasta que la recuperación avanza. El individuo entra en unas crisis que nosotros llamamos crisis positivas, porque son crisis del aprendizaje madurativo que el adicto no tuvo o no vivenció durante todo el proceso de consumo, y este período puede llegar a durar entre siete o diez años, o más.

      Está el caso de la persona que empieza a consumir marihuana, cocaína, alcohol o cualquier otro psicotrópico en la adolescencia —entre los 13 y los 19 años—, período de la vida en el que se producen ajustes madurativos —cognitivos, sexuales, conductuales y emocionales de todo tipo—. Lo que se produce entonces es que el cerebro, en vez de ajustar esos factores, desajusta todos los niveles de crecimiento y maduración, creando una conversión de ese proceso madurativo. En lugar de madurar, la persona queda detenida en una edad emocional marcada por el momento en que empezó a consumir, trayendo una disfuncionalidad, cuando llega a la adultez, en lo conductual, en lo cognitivo y en sus respuestas muy precarias ante la realidad.

      Para entender este proceso, marcamos este dato central: cuando una persona, que empezó a consumir en la adolescencia y lo hizo por diez o quince años, al comenzar la recuperación de todos esos niveles y todos esos neurotransmisores pasa por un período de aproximadamente un año hasta que restablece estas funciones naturales. Este dato debe ser tenido presente, y muy en cuenta, en el momento de dar inicio al tratamiento de recuperación.

      El camino hacia la adicción

      Si bien más adelante aclararemos científicamente cómo un cerebro está preformateado para la proliferación de la adicción, en nuestra sociedad moderna el comienzo de la manifestación de la adicción tiene algunos modelos que he definido sobre la base de mi experiencia como profesional: la contención de grupos familiares, adictos queriéndose recuperarse, adictos recuperados y adictos que no quieren entrar en ningún proceso y prefieren entregarse al camino de la muerte a cambio de un poco de placer.

      Esto también es discutible. ¿En verdad el placer se transforma en placer en el camino y desarrollo de la adicción, o el dolor se desarrolla en placer, ya que se van cambiando los circuitos a medida que la enfermedad de la adicción avanza y podemos determinar que el adicto disfruta del dolor y disfruta de la pérdida? Ello se da como contrapartida a la recuperación, que consiste en construir tensiones madurativas que hagan sustentable el proceso de la vida, donde hay lineamientos como la responsabilidad, la toma de decisiones, el cumplir horarios, la administración de dinero y la gestión de emociones, tanto de felicidad como de frustración. Acá se ve que hay un versus, que es la vida versus la ruina y, cuando de gestionar se trata, utilizamos tanta cantidad de energía para la vida como para la ruina. El problema subyace en que los neurotransmisores en el cerebro tienen que estar entrenados para la tensión madurativa, de la misma manera que, por desgracia, se entrenan para la ruina. Este es el camino hacia la adicción que consiste en el ensayo sistemático de destruirte y destruir a todos y a todo, basado en un cerebro que ya tiene la predeterminación GABA-dopamina o dopamina-GABA.

      Todo comienzo hacia el desarrollo de la adicción tiene su base en un vacío que el individuo siente. Podemos denominarlo vacío existencial o vacío espiritual, pero es el clásico vacío en el que abrevó la historia de la filosofía, desde la academia de Platón o el liceo Aristotélico, hasta los filósofos contemporáneos como Heidegger o Foucault en el siglo XX; o sea, desde el vacío existencial, el porqué de las cosas, del destino humano y de la razón de la existencia. De hecho, sin llegar a ninguna conclusión definitiva que nos tranquilice o resuelva este vacío existencial propio del ser humano en el siglo XXI, un adolescente con las mismas sensaciones tiene como propuesta las variables de la sociedad adicta, como son los entretenimientos, los juegos electrónicos en los celulares o las consolas, las tablets y demás, o desviándose en el alcohol, los fármacos y las drogas recreativas.

      Podemos decir que toda esta búsqueda en una temprana edad no es solamente una pulsión de muerte, sino que linda con la búsqueda de un sistema de percepción acrecentada o de sensaciones que den resultados más allá de lo evidente, en cuanto a percepción se trata. Ahí comienzan a funcionar criterios filosóficos como el «volar», el «flotar» y el «estar a mil», o palabras como «mambo» o «high», que describen estados de consciencia derivados de las drogas o del entretenimiento electrónico en esa etapa adolescente.

      Téngase en cuenta que entre los 13 y los 19 años el cerebro está haciendo ajustes madurativos, conductuales, cognitivos y sexuales, que traen como resultado procesos de confusión y, por carácter transitivo, se da una sensación de consciencia acrecentada y una sensación de vacío, sin tomar en cuenta los elementos exógenos particulares, es decir, las disfunciones clásicas de los grupos familiares del siglo XXI: padres separados, maltrato, pobreza, desnutrición, abundancia y riqueza, que finalizan en desbordes y pérdida de sentido. A estos factores, en un proceso adolescente y cuando el cerebro está conformando lineamientos y criterios de realidad, la propuesta que da la sociedad adicta es resolverlo con drogas.

      Las drogas son una solución artificial en esta sociedad de la inmediatez porque nos sacan de la percepción resquebrajada que el mundo propone y del vacío espiritual y emocional que se siente. Pero lo hacen creando una marea neurológica de procesos alterados, bioquímicos, destruyendo desde las bases la capacidad madurativa de resolver la frustración, el dolor, la carencia y la adversidad propia de la vida del hombre. Porque al ser humano lo define la adversidad, factor principal para moldear el carácter y adquirir habilidades sociales y emocionales.

      Capítulo 2 El cerebro adicto ¿Qué es la adicción?

      El cerebro, a través de sus miles de años de construcción, desarrolló como instinto un componente llamado dopamina. Este componente es lo que se necesita para la evolución, porque nos da el deseo de alimentarnos, es decir, cuando tenemos hambre se activa la segregación de dopamina en el cerebro. Y eso mismo ocurre en el momento de la sexualidad. Las bases de la raza, en cuanto a la procreación, están dadas por este neurotransmisor tan importante en el sistema evolutivo. Del mismo modo que esto constituye las bases bioquímicas para la sexualidad y la evolución, también es el cimiento para todo tipo de deseo como comida, ropa, gustos y demás.

      A partir de la construcción de la civilización y de los productos industrializados, se modificaron los elementos a consumir, subiendo los niveles de intensidad en cuanto a sabores, colores, formas, etc. De hecho,

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