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Kirk. No te molestes… pero mírala. ―Su amigo se giró para seguir a Beth. Ryan hizo lo mismo con la suya y cuando la vio sonreír y ruborizarse ante su acompañante tomó una decisión.

      ―Es hermosa. Lo reconozco. Me gusta mucho, sí.

      ―No lo decía por eso. Lo que has dicho lo suponía de antemano. Simplemente es que la dama está sonriendo y hablando cómodamente con él y cuando tú has bailado con ella… la muchacha te tenía pavor.

      ―Sé que soy un tipo duro.

      ―Estaba aterrada. He tenido que contener a Olivia varias veces para que no la sacase de la pista y la apartase de ti. Creímos que te la ibas a comer. ―A Ryan sí que le encantaría comerse a su desvergonzada… una sonrisa se instaló en su rostro sin tan siquiera ser consciente.

      ―¿Olivia? ―Así que el teniente había adelantado camino con la joven, puesto que se permitía el lujo de llamarla por su nombre de pila y prescindir de su título. Se sintió molesto porque él con la suya no había hechos más que… Kirk no había hecho nada más que ahuyentarla.

      ―Sí, lady Olivia ―se rectificó de inmediato―. Te he dicho que yo he sido cortés y ella no quería huir de mí. ―«Más bien todo lo contrario», pensó el teniente―. Estaba a gusto entre mis brazos. ―Ryan imaginó cómo sería tenerla desnuda extendida en una cama y con el pelo esparcido en la almohada aguardando por él. Su instrumento masculino se revolucionó ante el pensamiento.

      ―Pues también está la mar de animada y divertida con otro caballero. ―Inclinó la cabeza hacia donde la muchacha se encontraba y la vio de nuevo ruborizada. ¿Qué estarían hablando esos dos? Los celos le hicieron que sintiera en la sien un yugo martilleando.

      Justo cuando Olivia se iba a dar la vuelta para marcharse, tropezó con un sirviente y tiró todas las copas al suelo provocando un verdadero desastre. Todo el mundo la miró juzgando su torpeza como solían hacer habitualmente. La muchacha se alivió al ver que en esta ocasión al menos no se había caído ella misma junto con las finas copas, porque esta vez su actuación no había sido deliberada. Levantó altiva la cabeza y siguió como si fuese una poderosa reina. Eso sí, no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de rosa porque una cosa era hacerlo aposta, y la otra era haber hecho una escena sin poder evitarlo.

      ―¡Qué torpe! ―El capitán supo que no debió decir eso cuando el teniente lo miró y le perdonó la vida.

      ―Si me disculpas, capitán. Tengo una dama a la que rescatar. Va a sonar un vals y no creo que haya mejor manera de despedirse.

      El teniente se marchó en dirección a ella y no le agradó ver que lord Balzack tenía la misma intención. Ryan la observó dirigirse hacia donde estaba el pastel de bodas y con el mayor de los disimulos Olivia se hizo tropezar con la mesa de modo que quedó embadurnada de pastel.

      La boca se le hizo agua al verla tan deliciosa. Ryan estuvo satisfecho cuando el duque dio media vuelta y se alejó de ella. Así que la pequeña víbora era además de descarada y audaz, muy inteligente… Interesante.

      Todo el mundo la miró cubierta de dulce merengue y ella ya tuvo la excusa perfecta para poder marcharse. Olivia se iría directa a casa a fin de poder organizar su próximo plan.

      Con lo que no contó fue con la intervención de cierto militar. Oli pronto se vio arrastrada por un hombre que la conducía hacia la salida de la mansión de los Shepar.

      El teniente Ryan no estaba dispuesto a soltarla. Ella lo había molestado con su arriesgada petición y tendría que cumplir con lo que él hubiese decidido.

      La metió en su carruaje. Ella no osó hablar porque estaba aterrada. Olivia era una mujer de mente ágil y sabía lo que estaba sucediendo y lo que implicaría. Quedó explícito cuando él pasó las cortinas de las ventanas para dar intimidad.

      ―¿Estás segura de que quieres esto?

      ―Sí. ―Le gustó que le pidiera permiso.

      ―Va a ser molesto. La primera experiencia de una mujer no debería ser así. Me hubiese encantado tomarte en nuestra noche de bodas.

      ―Dijiste que eso no puede ser. ―¿Por qué su propia voz había sonado decepcionada si ella no quería casarse?

      ―No podrás casarte fácilmente con otro si te tomo.

      ―De nuevo te empeñas en realizar observaciones que ambos conocemos.

      ―Tú lo has querido. ―La extendió en los sillones acolchados del coche de caballos y se colocó de rodillas junto a ella.

      El teniente le retiró los pocos restos de pastel que quedaban en su rostro empleando su lengua ansiosa. Cuando terminó de limpiarla ahí, divisó más pastel en su escote y siguió lamiendo. El sabor dulce de la tarta nupcial no era nada comparado con lo sabrosa que era la suave y tersa piel de la joven.

      ―Eres tremendamente deliciosa ―dijo, mientras sacaba sus pechos del vestido. Los admiró. Las puntas rosadas estaban excitadas, casi tanto como él. Le gustó que allí no hubiese ningún resto de comida porque quería degustarlos sin nada que mermase el auténtico sabor de su piel desnuda. Comenzó a adorar esas dos montañas del placer y se deleitó con los gemidos y susurros que ella ofrecía para él, por él.

      Mientras su lengua trabajaba esa zona erógena femenina, sus manos levantaban la falda en busca de la obertura de la ropa interior que le daría acceso a su mayor tesoro. Los dedos quedaron empapados al instante por sus jugos y se sintió pletórico. Era receptiva y perfecta.

      Paró de tocarla para sacarla de su ensoñación y que ella atendiera a su orden.

      ―Quiero que te levantes un momento. ―Ella lo hizo y él le quitó las prendas que le molestaban para dar el siguiente paso―. Siéntate delante de mí para que tu sexo se quede a la altura de mi boca. Deseo degustarte. ―Él estaba de rodillas ante el asiento aguardando impaciente.

      ―¡Oh! ―¿Eso era posible? No tuvo tiempo de preguntar. Olivia se dejó colocar las piernas alrededor de su cuello incapaz de negarse a ninguna petición.

      ―Buena chica ―señaló complacido antes de hundir su boca en los pliegues femeninos. La devoró con avidez, al tiempo que uno de sus dedos la abría delicadamente. Cuando el teniente sintió la casi liberación de ella decidió que era el momento idóneo para colocar un segundo dedo en su interior. Olivia no tardó más de un minuto en gritar en éxtasis. Con una sonrisa, el teniente siguió bebiendo de su néctar, memorizando cada gesto, cada sabor, cada estremecimiento de ella para atesorarlos para siempre.

      ―¡Por Zeus divino! ¿Qué me has hecho?

      ―Darte placer, pequeña. Abrir las puertas de la dulce seducción para que caigas de rodillas ante tus necesidades y deseos.

      ―Has hecho mucho más. Me has arruinado para el resto. ―No quería casarse, pero nunca podría permitir que otro le hiciese eso. Cierto que ella pidió en parte lo que había solicitado con la intención de que el duque Balzack perdiera el interés, pero nunca creyó que algo pudiese ser tan sublime y magnífico.

      ―Todavía no lo he hecho. Estás a tiempo de recapacitar. Sigues teniendo tu virginidad. ¿Has cambiado de opinión, dulce Olivia?

      ―Es muy molesto que siempre preguntes cuando en realidad sabes la respuesta. ―Le dedicó una perfecta sonrisa, al tiempo que volvió a abrir las piernas para ofrecerse a sí misma.

      ―Como quieras. ―El teniente se desabrochó el pantalón y lo bajó hasta que tuvo su miembro erecto libre. Olivia quiso echar una miradita, pero la velocidad con la que él se abalanzó sobre ella no lo permitió―. Intentaré que sea bueno, pero no podré evitar el dolor de tu primera vez.

      ―De acuerdo. ―Chilló cuando sintió la primera invasión.

      Él se quedó parado esperando a que ella se acostumbrase a su tamaño. El instrumento del teniente no era ni demasiado grande, ni demasiado pequeño, no así, era demasiado grueso y entendía

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