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hemos aprendido de ellos, pero cuando uno aprende del mal, entonces comprende por qué motivos el Ein Sof incluyó el mal dentro de esta realidad. Así, el mal, cuando se percibe como un camino de aprendizaje necesario, hace que nuestra alma se eleve hacia mayores grados de consciencia, y provoque lo que en la mística judía denominamos como «el refinamiento de la persona».

      Para lograr el ascenso de nuestra Tiferet de nivel de consciencia debemos lograr una autodefinición interior (dinámica y no fija), y no una autodefinición en una relación comparativa con los demás. A cada aumento del nivel de consciencia, mayor percepción del mal en nuestro interior y mayores posibilidades de aprendizaje (es decir, mayor transformación del mal en una percepción positiva).

      Todo Yo encuentra su potencia ilimitada cuando se posiciona en dirección al Ein Sof, y no cuando sus energías se malgastan en los conflictos inferiores del mundo de la fragmentación. Si fuéramos capaces de otorgar la correcta perspectiva de los problemas del mundo inferior, no solamente minimizaríamos los problemas, sino que estos desaparecerían. Sin embargo, para ello debemos producir un aumento del Daat (el Conocimiento) a fin de lograr la transformación constante del mal en bien, no el bien dependiente del mundo inferior, sino el «Bien» supremo que es la consciencia de nuestra existencia. La conciencia Ketérica aparece entonces cuando fijamos nuestra acción hacia los grados más elevados de conciencia.

      Los conflictos del Yo pueden ser tanto interiores como exteriores. Cuando el Yo participa de un conflicto exterior, proyecta sus propios conflictos interiores y los desplaza. Si el Yo asume su propia subjetividad sin desplazar sus conflictos al exterior, entonces estos se traducen en conflictos interiores no proyectados y, por lo tanto, el Yo asume su propia responsabilidad de autoconocimiento. El Yo maduro que se entrena dentro de los diversos sistemas de autoconocimiento es el que ha dejado de proyectar toda su conflictividad interior en el exterior, es decir, no desplaza a la Yesod ni a Maljut sus desequilibrios tiferéticos y, al mismo tiempo, puede neutralizar las agresiones objetivas externas. Si la Tiferet no logra la neutralización de dichas agresiones exteriores y comienza a operar la defensa egoica, esto no implica necesariamente que ha bajado de nivel de consciencia, sino que opera naturalmente en los niveles de seguridad de la Biná. Se debe ser en verdad muy fuerte interiormente95 para sostener el nivel de conciencia ketérica a pesar de las agresiones del entorno exterior. Porque sabemos que cada agresión de un «Otro» exterior en realidad es siempre una autoagresión.

      Cuando el Yo asume su propia Tiferet, intenta subir a la Biná o al palacio de la Biná96 que se corresponde con su Tiferet para desdoblarse y autoconocerse. Toda renuncia al autoconocimiento constituye un descenso, y todo esfuerzo encaminado al autoconocimiento constituye un ascenso. Solo Daat nos lleva al ascenso. En términos simbólicos, en el Gan Edén todo estaba dado por anticipado, y el ser humano no podía desarrollar así su propio esfuerzo. Daat (el Conocimiento) es un esfuerzo, pero el premio es automático, ya que Daat me eleva en mi nivel de consciencia, y cada vez que me elevo entonces encuentro la esencia de mi alma (en el orden de la Jaiá).

      Cuando pretendemos encaminar nuestro conocimiento al exterior de mi Yo dentro del mundo inferior, nos evadimos de nuestro Yo; en cambio, cuando direccionamos nuestro avance hacia Keter en sentido ascendente, entonces todo nuestro autoconocimiento se sitúa al servicio del conocimiento general.

      Cada vez que ingreso en la interioridad de mi propio Yo, encuentro mi conexión con la Totalidad que se encuentra más allá del Yo y me conduce automáticamente a la consciencia del No-Yo (Jojmá).

      Mi Yo, para poder aumentar su Kli de recepción, debe comenzar a expandir su vacío interior, es decir, que el Yo debe vaciarse de su Yo interior, siguiendo la misma secuencia de lo que realizó el Ein Sof al vaciarse de sí mismo para poder crear el vacío donde se manifiesta toda nuestra realidad.

      Si el Yo no se vacía de su propio Yo, entonces no puede ascender hacia Keter porque no tiene vacío que llenar (en otros términos, no expande su Kli).

      El único problema real para comprender cómo «transformar» nuestro Yo está en conocerlo en profundidad, esto es, conocer cuáles son sus características fundamentales y cuál es la dinámica de cada una de las dimensiones. Al conocerlas se las debe integrar en el centro tiferético de equilibrio.97

      Al «Yo» lo tenemos que liberar de sí mismo, de su autoconvencimiento, de que no puede ser otra cosa que lo que es, del dogmatismo de su parálisis, de su idea estática y dogmática del no-cambio. Sin embargo, es muy difícil realizar este trabajo porque el alma surge a la existencia en el Universo de Briá que es donde se desarrolla la secuencia espacio-tiempo. Por lo tanto, cuando decimos que el alma debe captar el nivel de su Jaiá (el nivel del alma en el Universo de Atzilut), estamos diciendo que el alma puede percibir la realidad del Maasé Bereshit. Aunque la consciencia del alma como alma en sí misma sea del orden del Universo de Briá, sin embargo, el alma cuando adquiere consciencia de No-Yo se encuentra en el nivel de su Jaiá. La consciencia de No-Yo no es una consciencia de no-existencia, sino de una existencia completamente relacionada con el entorno. El Yo asume su carácter de No-Yo porque entiende que no existe el Yo en su subjetividad radical, ya que los límites que marcan dicho Yo son límites materiales densos (potenciados por los límites conceptuales de la Biná), y cada vez que aumento la comprensión de la sustancia de mi Yo, puedo percibir la sustancia de ser un fragmento del Ein Sof.

      Un «Yo» estancado en sí mismo se produce por falta de autoconocimiento, (Daat inferior), sin embargo, dicho autoconocimiento es posible. Más allá del autoconocimiento personal, y del conocimiento general (Daat), podemos lograr la autotransformación. Así reducimos nuestros aspectos negativos y ampliamos los positivos, de modo que vamos trabajando en un proceso de ascensión constante al «ideal del Yo». Hay dos métodos posibles que tenemos dentro de la cábala para comprender esta situación que estamos describiendo:98

      1 Se puede comprender el Maasé Merkabá para desde allí ascender hasta el Maasé Bereshit.

      2 Se puede comprender el Maasé Bereshit para desde allí descender hasta el Maasé Merkabá.

      Escoja uno un camino u otro, debe ser consciente de que esta diferencia entre el Maasé Bereshit y el Maasé Merkabá es una diferencia de nuestra Biná en el orden de la Neshamá, porque tanto el Bereshit como el Merkabá corresponden al mismo secreto unificado. Y quien logra unificar estos dos secretos alcanza la verdadera sabiduría.99

      Mi propuesta es conocer, en primer lugar, el Maasé Bereshit para así avanzar sobre el Maasé Merkabá. La secuencia sería estudiar, en primer lugar, el Maasé Bereshit, en segundo lugar, el Maasé Merkabá psicológico, en tercer lugar, el Maasé Merkabá real, y finalmente, en cuarto lugar, la unión de los tres secretos nombrados para alcanzar el Sod total de la Torá.100

      De todos modos, en este trabajo explico el Maasé Merkabá psicológico porque los cabalistas pretenden, en primer lugar, la elevación de los niveles de consciencia de la humanidad para lograr un refinamiento del ser humano compatible con la utilización de conocimientos superiores. Utilizar los conocimientos superiores sin nuestra elevación de los niveles de consciencia puede suponer la autodestrucción de la especie. Por este último motivo, el Maasé Merkabá psicológico entonces antecede al estudio del Maasé Merkabá real.

      La existencia del Ein Sof hace que todo nuestro Yo siempre pueda extraer de sí mismo una energía suficiente para encontrarse en un nivel superior. Todo Yo, por sus propias limitaciones en el campo de la finitud, siempre puede acceder a niveles superiores de consciencia. El mejoramiento del Yo es infinito porque infinito es el camino hacia el Ein Sof. Por lo tanto, el sentido de la existencia de todo sujeto es el proceso de mejoramiento constante y de un aumento permanente del nivel de consciencia. Es lo que en la cábala denominamos como el refinamiento de la persona. El objetivo, pues, de la psicología mística del judaísmo es que el Yo pueda siempre acceder a niveles superiores de consciencia y, por lo tanto, pueda ascender en un permanente proceso de ascenso y de mejoramiento personal. Siempre podemos acceder a un nivel superior del que nos encontramos. Si en cada nivel de consciencia el Yo adquiere mayores niveles de felicidad, entonces automáticamente el Yo engendra la energía para esforzarse a subir a los niveles superiores; llegará un momento en que no podremos comprender este ascenso dentro del concepto de «esfuerzo» más que como un ascenso fluido y natural

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