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autónomas (Adís Abeba y Dire Dawa). Cada región tiene su propio gobierno y está dividida en municipios (werada) y cantones (kebele), y tiene un derecho constitucional a la autodeterminación y la secesión, aunque, en la práctica, este proceso sería extremadamente difícil de realizar.
Partidos
Aunque el multipartidismo existe en Etiopía, el sistema se caracteriza por una asimetría muy fuerte entre el poder de los partidos gobernantes y la debilidad de los partidos de la oposición. En realidad, el sistema puede dividirse en tres categorías.
El FDRPE, partido omnipotente en el poder. El FDRPE es una coalición entre sus partidos fundadores, el Frente Popular para la Liberación del Tigray (FPLT) y el Movimiento Democrático Nacional Amhara (MDNA), los impulsores de la lucha contra el régimen de Mengistu, a los que se sumaron la Organización Democrática Popular Oromo (ODPO) y el Movimiento Demócrata Popular del Sur de Etiopía (MDPSE), constituidos con posterioridad y menos poderosos. De tradición marxista-leninista, el FDRPE tiene una visión más popular que liberal de la democracia, en la que la representación basada en el principio del consenso es un freno al pluralismo político. Con 500 escaños de 547 en la Asamblea, así como la mayoría de cargos principales, tanto a nivel federal como regional, gobierna el país desde hace más de quince años.
Organizaciones afiliadas o simpatizantes del FDRPE. Aunque la estrategia del FDRPE ha consistido en obtener el control político directo de las cuatro regiones clave; Tigray, Amhara, Oromo y las Naciones y Pueblos del Sur, así como de Adís Abeba y Dire Dawa, en las regiones periféricas depende de organizaciones locales, estructuradas en clanes, cuya creación ha propiciado y que son su apoyo en esas zonas menos singificativas.
Los partidos de la oposición. Tras la caída del Derg en 1991, la FDRPE invitó a todas las fuerzas políticas locales o exiliadas a participar en el gobierno de transición, en el que pronto se denunciaría su hegemonía. Ya en 1992, el Frente de Liberación Oromo (FLO) fue el primero en abandonar el gabinete, seguido rápidamente por los otros partidos de la oposición. La oposición etíope está compuesta por organizaciones de tendencia étnica, como la Organización Popular Amhara o el Congreso Nacional Oromo, partidos nacionalistas conservadores, como el Partido Democrático Etíope fusionado en 2003 con la Unión Democrática Etíope, y diversas coaliciones y alianzas entre pequeños partidos regionales.
Por último, un grupo más radical no renuncia a la lucha armada contra el gobierno federal. Este es el caso del Frente de Liberación Oromo y su homólogo en Ogaden, que luchan por la independencia de sus regiones.
Retos actuales
Una oposición inexistente. El sistema político no permite que las opiniones disidentes estén representadas: el partido gobernante, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), ha ocupado el 80 % de los escaños en el Parlamento desde las últimas elecciones de mayo de 2015. Estas cifras se explican, por un lado, por las leyes vinculantes aprobadas antes de las elecciones, relativas a la libertad de prensa, la sociedad civil y la financiación de los partidos, que impiden la oposición política. Por otro, por unos resultados muy convincentes para el país: crecimiento económico de dos cifras, grandes proyectos de desarrollo, ayudas a los agricultores —que representan más del 80 % de la población—, que realmente consiguen convencer a la mayoría de los habitantes.
Fuertes tensiones étnicas. El principal desafío es controlar los múltiples conflictos agravados por la descentralización y el federalismo étnico. La violencia tiene su origen en las continuas tensiones entre las tribus nómadas de las regiones periféricas por el acceso a los recursos naturales (en especial en la región de Ogaden), pero sobre todo en las diversas luchas por el control del poder, tanto a nivel regional como nacional, y el reconocimiento de algunos de los partidos de la oposición. Aunque la oposición gana terreno poco a poco, no es significativa. Las tensiones étnicas siguen siendo grandes en todo el país: el principal culpable, la minoría tigraya (6 % de la población), que durante 25 años ha ostentado el poder casi de manera exclusiva. A pesar del federalismo, siguen existiendo conflictos separatistas. El gobierno está sometido a tensiones, especialmente con los oromo. En 2016 hubo disturbios en el país, según Amnistía Internacional se produjeron casi 500 muertos y miles de presos políticos. En 2017 las tensiones parecen haber disminuido a pesar de algunos movimientos esporádicos. Para aliviar las tensiones, Adís Abeba quiere contar con un estado secular, un sólido dispositivo de seguridad y una visión para su desarrollo. Pero, ¿será suficiente para acallar las protestas?
La sucesión de Zenawi. La muerte del primer ministro Meles Zenawi el 20 de agosto de 2012 hizo temer un período de incertidumbre política sobre todo porque había ostentado el poder desde 1991 y no tenía un sucesor designado. Pero el nombramiento de un nuevo primer ministro, Hailemariam Desalegn, en septiembre, disipó estos temores. Por lo tanto, la estabilidad política no debería cuestionarse. Desde la muerte de Meles Zenawi, el gobierno ha convertido al exlíder en su héroe y en mito fundador de una nueva Etiopía. Su imagen está presente en todas partes, en las vallas publicitarias, en las oficinas de los funcionarios, en los edificios públicos... en todo el país se ha establecido un verdadero culto a su persona. El nuevo primer ministro no reclamó su beneficio de inventario, ya que se posicionó en la continuidad de « la herencia y la visión de Meles » desde su nombramiento. La pobreza de la población, que en 1995 era del 45,5 %, en 2016 había pasado al 24 %.
Una libertad de expresión pendiente. Aunque el Consejo Europeo de Turismo y Comercio lo considera seguro, organizaciones de derechos humanos señalan al país y acusan a su gobierno de utilizar sus leyes para sofocar la libertad de expresión y encarcelar a periodistas y activistas en nombre de la seguridad del país. Adís Abeba anunció 9 de julio de 2015 (justo antes de la visita de Barack Obama), la liberación de seis periodistas y blogueros que habían estado detenidos durante años por razones controvertidas... Esta histórica visita del presidente estadounidense a Etiopía unos días después, como parte de una gira africana, fue polémica porque Obama no abordó este delicado tema. En esa ocasión pronunció un discurso en la sede de la Unión Africana, en Adís Abeba, en el que pidió unidad en la cuestión de la seguridad regional frente a la amenaza terrorista islamista de Al-Shabab, justo después del ataque terrorista de Mogadiscio. El nuevo primer ministro, Abiy Ahmed, liberó a 7600 prisioneros considerados presos políticos y facilitó el retorno de varios dirigentes exiliados. A finales de 2018 no había ningún profesional de la información encarcelado. También desbloquearon 200 sitios web y blogs informativos, y autorizaron a trabajar a canales de televisión prohibidos. Abiy Ahmed también ha alentado la participación de la mujer en política.
Presas hidráulicas, una estrategia de desarrollo nacional
El potencial hidroeléctrico de Etiopía, estimado en 45 000 megavatios, el segundo del continente después de la República Democrática del Congo, es el motor del desarrollo industrial del país, que desea convertirse en el primer exportador de África. Etiopía ya exporta una parte a Yibuti y, a largo plazo, desea hacerlo a Kenia y Sudán del Sur. El objetivo era alcanzar 10 000 MW de potencia instalada en 2016, frente a los 2100 MW en 2013. Para ello se destinaron 9 millones de euros a la construcción de dos presas: la Gran Presa del Renacimiento Etíope (una de las mayores del mundo con 5250 MW) en el Nilo Azul, y Gilgel Gibe III 1870 MW) en el Omo. A ello se añade la construcción de 8000 km de líneas eléctricas para conectar el país, dándole una capacidad eléctrica de 4228 MW frente a los
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