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de tu ex?

      –Sí, delante de mi ex. Él…

      Jamie la vio tragar con fuerza y apretar la mandíbula. Por un momento, le preocupó que fuera a llorar.

      –Escucha…

      –Esa chica con la que ha venido, Allison… No es la primera con la que sale. Y el matrimonio no le supuso ningún freno a la hora de disfrutar de ese tipo de caprichos.

      –Ah.

      –Todo muy predecible, ¿no? Pero ya no estoy amargada. Ya no le odio. Te juro que no es eso. Lo único que quiero es disfrutar de una vida que no tenga nada que ver con él.

      –¿Excepto cuando no te queda más remedio?

      Olivia se encogió de hombros y se terminó el vino antes de dejar la copa con mucho cuidado sobre el mostrador. Mientras comenzaba a volverse, musitó:

      –Me dijo que no era una mujer divertida.

      Jamie se pasó la mano por el pelo, preguntándose si resultaría muy grosero que se fueran en aquel momento. Estaba justificado. Estaba seguro de que ella no pondría ninguna objeción. Y tendría la amabilidad de dejarla en su casa.

      Olivia se volvió para mirarle.

      –Cuando le descubrí engañándome, me dijo que lo había hecho porque soy aburrida.

      Jamie esbozó una mueca.

      –Dios mío.

      –¿Y sabes una cosa? No soy divertida, pero eso no significa que no pueda intentarlo.

      –¿Quieres volver con él? –preguntó Jamie en voz tan alta que ella parpadeó sorprendida.

      –¡No! No es eso. Solo estoy intentando disfrutar de la vida. Averiguar quién soy yo. Solo tenía veintiún años cuando me casé con él, pero ya no soy esa jovencita. Quiero saber quién soy.

      Le miró a los ojos y, por primera vez, permitió que Jamie viera algo de ella misma. Algo cálido y vulnerable.

      –¿Tú crees que soy la clase de mujer que sale con alguien como tú?

      –¿Alguien como yo? –Jamie se obligó a no sentir una satisfacción casi primitiva al ver cómo parecía ablandarse su mirada.

      –Eres joven, guapo e intencionadamente encantador.

      –A mí me gusta pensar que mi encanto es algo natural.

      –¡Y lo es! –respondió ella, curvando los labios en una sonrisa irónica–, pero lo utilizas para causar buen efecto.

      –Caigo bien a la gente.

      Olivia sonrió entonces, alejando la tristeza de su rostro.

      –Lo sé. Y eres la diversión en persona. Así que pensé… –el color incendió sus mejillas.

      Enfadado o no, Jamie no podía evitar el interés que despertaba en él aquella mujer y el rubor de sus mejillas le intrigó.

      –¿Qué pensaste?

      –Estoy probando cosas nuevas. Como el club de lectura, así que pensé…

      –¿Pensaste que podrías probarme a mí también?

      Para sorpresa de Jamie, Olivia le dirigió una sonrisa traviesa.

      –Pensé que podía intentar salir contigo. Y también pensé en hacerlo delante de Víctor. No debería haberlo hecho, lo siento. Me dejé llevar por un impulso. La verdad es que cambié de idea cuando vi que no estabas en la cervecería, pero entonces apareciste y…

      Jamie se encogió de hombros.

      –No estoy diciendo que no esté bien que hayas intentado ponerle en ridículo, pero te habría agradecido que me lo advirtieras.

      Olivia le tocó el brazo.

      –Lo siento de verdad. Vámonos.

      –No sé. Ya que me he arreglado para venir podríamos intentar sacarle partido a la situación.

      –Jamie…

      –Eh –le tomó la mano con la que Olivia le estaba señalando y se la llevó al pecho–. Contesta solo a una pregunta. ¿Tienes algún interés en mí o no?

      Olivia le apretó la mano.

      –Tengo interés en ti, pero creo que…

      –Ahora mismo eso es lo único que necesito saber –se acercó un poco más a ella mientras Olivia se colocaba un mechón de pelo tras la oreja con un gesto nervioso–. ¿Hasta qué punto quieres ponerle celoso?

      –No quiero ponerle celoso. Solo quiero que deje de pasearse con esas chicas delante de mí. Me parece muy poco respetuoso.

      –Poco respetuoso –repitió Jamie con una sonrisa–. ¿Sabes? Tienes razón. Es de muy mala educación, así que ¿hasta dónde quieres llevar todo esto?

      Olivia le miró con los ojos entrecerrados.

      –¿Qué quieres decir?

      –¿Un beso? ¿Un beso para darle una lección sobre etiqueta?

      –Sobre etiqueta, ¿eh?

      Olivia soltó una carcajada y el sonido de su risa danzó sobre la piel de Jamie. Pero mientras reía, él continuaba pendiente de la pregunta que había formulado y Olivia le miró nerviosa.

      –¿Te refieres a besarme ahí, delante de todo el mundo?

      –No, aquí.

      Miró los labios de Olivia mientras esta se los humedecía, asomando la lengua durante un instante tan fugaz que le hizo desearla mucho más.

      –Pero entonces, ¿cómo sabrá que me has besado?

      –No te preocupes, se enterará –dijo Jamie.

      –Bueno, si crees que puede funcionar.

      –Sé que puede funcionar –afirmó Jamie con voz queda, acercándose a ella.

      Parecía fácil sobresaltar a Oliva y Jamie no quería hacerlo. Tal y como esperaba, Olivia se movió un poco y echó la cabeza hacia atrás.

      Jamie sonrió.

      –¿Adónde vas?

      –No sé, yo solo…

      Pero sus palabras murieron en el instante en el que Jamie le rozó los labios. Fue una caricia delicada, apenas podía considerarse un beso.

      –De acuerdo –Olivia suspiró y cerró los ojos–. Solo un beso.

      Jamie cerró los ojos y volvió a besarla. Aquella vez fue un beso algo más largo, aunque todavía ligero. Pero cuando Jamie comenzó a apartarse, fue Olivia la que cerró el espacio que los separaba y se besaron de verdad. Entreabrió los labios lo suficiente como para permitirle percibir su aliento y el calor de su boca. Jamie le besó el labio superior y el inferior, acariciando con la lengua aquella boca rosada y carnosa.

      Olivia volvió a suspirar contra su piel y Jamie ya no fue capaz de aguantar ni un segundo más. Necesitaba saborearla. Cuando deslizó la lengua sobre la de Olivia, la descubrió caliente y dulce como el vino. Continuó besándola, rozándole apenas la lengua, dándose tiempo para deleitarse. Estaban en una cocina, en la fiesta de unos desconocidos. No habría nada más que un beso y él quería disfrutar cada segundo.

      Unos instantes interminables después, Jamie retrocedió y abrió los ojos a las luces relucientes de aquella moderna cocina un poco aturdido. Olivia también parecía perpleja, estaba parpadeando como si acabara de despertarse. Tenía las pupilas dilatadas, las mejillas sonrojadas y los labios rojos como cerezas. A su ex no podría pasarle por alto aquel beso aunque quisiera.

      –¡Vaya! –susurró Olivia–. Se te da muy bien besar.

      –Me gusta besar.

      –Creo

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