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siguiendo esta idea, la importancia de dar el salto de la sociedad de la información a la del conocimiento, entendida como la era en las que las personas deben aprender a procesar y darle sentido a la información. La autora asegura que no solo se trata de saber acceder a la información, sino también de desarrollar herramientas para seleccionarla, evaluarla y utilizarla, es decir, atribuir significados e interpretar la información que recibimos, para potenciar la comunicación y construir verdadero conocimiento. Para ello es necesario fortalecer una comunicación que, en su inmediatez y velocidad, sea también humanizadora y significativa, porque ante el avasallante y exponencial crecimiento de la información, “saber elegir”, “saber mediar” y luego “saber expresar y compartir los conocimientos” serán las palabras clave en los próximos años, pero ello requerirá un esfuerzo cada vez más riguroso de selección, por lo que se exige desarrollar un aprendizaje tecnológico-informativo y permanente para interactuar con efectividad en la cibersociedad.

      De manera que el concepto sociedad de la información debe ser superado por el de sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje, ya que estos tres adjetivos constituyen los ejes fundamentales que pueden impulsar el desarrollo individual y colectivo. Por supuesto que también deben definirse estrategias para reducir las evidentes brechas que se han venido introduciendo con el fenómeno de la globalización, del cual se ha dicho repetidas veces que su producto ha sido la actual sociedad digital y de las redes.

      Tal vez, la principal estrategia para construir colectivamente una sociedad “incluyente” del conocimiento es educar al ciudadano en el desarrollo de competencias para la interacción tecnológica, con lo cual se garantiza su ingreso “activo” y “participativo” a los beneficios de la sociedad emergente. En este sentido, la función de las organizaciones de conocimiento deben orientarse hacia la mediación cognitiva, es decir, hacia el “enseñar” a otros a procesar la información y construir conocimientos mediante el uso de recursos telemáticos e interactivos.

      La transición de la sociedad de la información es un tema que se aborda en otro trabajo, realizado en conjunto con la profesora Tania Peña, de la Universidad del Zulia, y en el cual se destacan los cambios ocurridos en la transición de la sociedad de la información a la del conocimiento. Partiendo de las metáforas de la verticalidad y horizontalidad, aludidas por Galindo (1998 y 2000), se recurre a planteamientos elaborados por Pineda et al. (2003), según los cuales las TIC son mecanismos que pueden activar procesos de conocimiento y de aprendizaje.

      El asidero del planteamiento de la transición de la información al conocimiento se apoya en la posibilidad de establecer relaciones no solo de conocimiento sino también afectivas, señalando con ello el carácter instrumental del saber, además de su alta potencialidad para expandirlo y amplificarlo a partir de las interacciones que se pueden generar sobre la base de un uso significativo y crítico de las tecnologías, mediadas a su vez por emociones, sentimientos, actitudes que mueven y dinamizan la creación y socialización del conocimiento. Con ello es posible avanzar hacia un contexto social que se valga de las TIC para fortalecer el aprendizaje y el ingenio humano (Tapscott, 1999). A partir de esto se inaugura la posibilidad de una era de la inteligencia interconectada.

      En la sociedad emergente, la cual, según Vattimo (1998), puede definirse como una sociedad de la comunicación por la intensificación de intercambio de informaciones en múltiples direcciones y por la tendencial identificación entre acontecimiento y noticia, el conocimiento es un factor clave en la estrategia de desarrollo de los países. Por eso deben hacerse importantes inversiones en capital humano, en capacidades para la investigación científica y en medios teleinformáticos para facilitar la circulación y el uso social de la información y el conocimiento.

      En la sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje, es posible plantear un conocimiento redificado, que, de acuerdo con Caballero (2000), deviene en un entramado de múltiples inteligencias distribuidas en la red, de manera que no se trata del conocimiento de un solo actor, sino del resultado de un esfuerzo en conjunto. El conocimiento redificado es todo saber que circula en la red y que le agrega valor a los procesos organizacionales, que se transmite y genera a través de las acciones discursivas. Este conocimiento debe ser gerenciado, es decir, capturado, transferido, preservado, amplificado, almacenado y distribuido. El conocimiento de la red tiene nuevas propiedades y es mutable.

      Frente a este rasgo medular del conocimiento en la nueva sociedad, las organizaciones mediadoras —como las bibliotecas, archivos y centros de documentación e información— deben incorporar una nueva episteme que resemantice sus lógicas de funcionamiento; por ello se requiere el paso y la presencia de estas organizaciones en el ciberespacio. Existen otros rasgos que pueden ser utilizados para explicar el paso de la sociedad de la información a la del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje. Tales rasgos son señalados también por Caballero (2000) y se basan en la idea de deslocalización, uno de los principales elementos que caracterizan la complejidad de la sociedad actual, en la cual se observan cambios en las formas de pensar, participar, compartir significados, decidir y actuar. Tales cambios pueden caracterizarse como sigue:

      •El consumo y comercialización deslocalizados, telecompra y comercio electrónico, que dan paso a compras y ventas de bienes y servicios personalizados y a la medida por internet, así como al consumo del conocimiento, expresados bajo la formas de símbolos e imágenes.

      •La enseñanza deslocalizada, que consiste en aprender y enseñar por medio de las TIC a distancia; se trata del teleaprendizaje/telenseñanza, que conducen a la formación permanente, la cual requiere a su vez un “saber aprender para toda la vida”.

      •También se asiste a la emergencia de una comunidad deslocalizada (teleservicios), que se caracteriza por ser cara a cara, sin desplazamiento físico, a través de teleconferencias, que incluye asimismo los juegos deslocalizados, que dan la posibilidad de más tiempo para el ocio y en consecuencia proliferan actividades para el tiempo libre, como los juegos de video y simulaciones virtuales, lo que empuja la proliferación también de telecentros y cibercentros en lugares turísticos, rurales y urbanos.

      •En estas sociedades de la información y del conocimiento se asiste también a una deslocalización del cuerpo (teletransportación): la incorporación de elementos periféricos en el cuerpo humano, como lentes de visión de 360, cascos para comunicación, manos libres o guantes para controlar espacios virtuales.

      •En cuanto a la participación pública, se habla de una participación deslocalizada (teledemocracia): elecciones vía electrónica, participación en foros con incidencia en toma de decisiones públicas locales y globales, además de la incorporación de los movimientos sociales, ecológicos, políticos, religiosos, así como minorías étnicas y de género.

      •Por último, se asiste al trabajo deslocalizado (teletrabajo) que permite mayor movilidad geográfica del trabajo y no del trabajador.

      Otros rasgos que explican el tránsito de una sociedad de la información a una del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje pueden caracterizarse de acuerdo con lo que Pérez (2002) denomina revolución tecnológica y paradigma tecnoeconómico. A partir de estos términos se infiere que las tecnologías, productos e industrias nuevos generan grandes transformaciones en todo el tejido económico e impulsan rápidos ascensos de desarrollo, sobre la base de las innovaciones tecnológicas fuertemente interrelacionadas, que trascienden las fronteras de lo económico y producen renovados principios organizacionales articulados mediante profundas transformaciones que inciden sobre toda la sociedad en su conjunto. Un paradigma tecnoeconómico, según la autora, es un modelo de mejores prácticas compuesto por un conjunto de innovaciones tecnológicas y principios organizacionales que actúan con un efecto modernizador en todo el tejido económico y social, que al interiorizarse se convierten en el sentido común orientador de las prácticas organizacionales.

      En el marco de este paradigma, se pasa del uso intensivo de energía y materias primas y productos tangibles al uso de información y conocimiento; aquí adquieren valor los servicios y lo intangible, lo que genera cambios en la producción, la cual ya no será en masa y estandarizada, sino diversificada, segmentada y adaptada según necesidades y particularidades de clientes. De las estructuras organizacionales centralizadas se pasa a organizaciones

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