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de meditación, pero no fue acometida con prejuicios, sino, bien al contrario, con mente abierta y lista a aceptar las conclusiones que se derivan de un estudio realmente honesto del personaje y de los acontecimientos en que se destacó.

      Las preguntas principales que quedaron en la conciencia del autor eran dos: ¿Cómo se originó la acusación de traidor contra Judas? O mejor aún: ¿Por qué se originó? ¿Cómo se explica que durante dos mil años esa acusación haya sido aceptada sin un análisis serio?

      Para ambos hay respuestas. Pero la índole del libro no admitía que figuraran en él. Pues el libro es el resultado de un estudio honrado de los documentos básicos en que aparece la acusación, y no hay en él lugar para hipótesis. Las respuestas a que este prólogo alude –y que aquí se dan– no tienen bases documentales y no pueden elaborarse sino como hipótesis. A pesar de que aparecen como prefacio del libro, el autor desea dejar constancia de que su lugar adecuado no era éste, puesto que no fueron concebidas antes de estudiar el personaje y sus hechos, sino causa del estudio. Son consecuencia, no origen.

      Por razones de utilidad, las preguntas no se contestan aquí en el orden que surgieron, sino a la inversa. Acontecimientos actuales, cercanos a la mente del lector, hacen fácil comprender, en primer lugar, por qué durante dos mil años la acusación de que ha sido víctima Judas el Iscariote se ha aceptado sin un análisis a fondo. Veamos estos acontecimientos.

      Supongamos que Hitler hubiera ganado la guerra y que su visión de un imperio nazi milenario estuviera ahora cumpliéndose. ¿Qué concepto de las doctrinas políticas consideradas por los nazis enemigas del pueblo alemán se habría elaborado al cabo del tiempo; cómo pensarían los germanos del año 2000 del capitalismo, de la democracia, del comunismo? Borrada totalmente toda letra impresa en que se explicara una de esas doctrinas en forma distinta al dogma nazista, los niños alemanes de esa época no tendrían otra fuente donde estudiarla que aquella permitida por el hitlerismo. En un caso concreto, el del judaísmo, podemos estar seguros de que en el año 2139, esto es, a dos siglos después de haberse desatado la gran guerra, nadie en el mundo tendría una prueba en que fundamentar la menor defensa de los judíos. No creo que haya persona capaz de poner en duda que el nazismo hubiera conformado la opinión mundial según sus proyectos. Es posible, pues, hacer que las gentes piensen de acuerdo con planes establecidos; no debemos extrañar, por tanto, que así haya ocurrido en el caso de Judas Iscariote.

      Pero reduzcamos el asunto a un ejemplo más adecuado al problema expuesto en Judas Iscariote, el Calumniado; más afín y no hipotético, sino cumplido y universalmente conocido: es el ejemplo que hayamos en la vida de LeónTrotzky.

      Fuera de las fronteras rusas, toda persona de mediana ilustración que no sea comunista militante está enterada de que LeónTrotzky fue compañero de Lenín en las faenas revolucionarias que dieron el poder al partido comunista, que fue un factor importante en este memorable cambio histórico; que acompañó a Vladimir Ilich Ulianov, que le ayudó, que se distinguió como organizador del ejército rojo.

      En la Rusia Soviética, sin embargo, sólo los sobrevivientes de aquellos días lo saben, y ésos no se atreven a decirlo. Para las nuevas generaciones Trotzky no fue sino un traidor, enemigo de Lenín, cuya obra trató de obstaculizar siempre. Hasta las fotografías de la época, en las queTrotzky aparecía junto a Lenin, han sido retocadas y transformadas; y el puesto que ocupóTrotzky pasó a ser ocupado por Stalin. De imponerse en el mundo el concepto stalinista de la historia, en un siglo la humanidad quedaría convencida de que no hubo jamás un compañero de Lenin llamadoTrotzky, puesto que aun en los menos importantes textos o cuadros todo se arregló de tal manera que Joseph Stalin apareciera como mano derecha y heredero directo de Lenin.

      A despecho de que vivimos en un mundo cargado de comunicaciones, en un momento en que cualquier acto de relativa importancia se conoce en detalle y los actores históricos son vistos desde diversos ángulos; a despecho de que León Trotzky vivió lo bastante para defenderse y escribió explicando su conducta y la de sus enemigos; a despecho de que su más encarnizado perseguidor no le sobrevivió ni veinte años y de que los acontecimientos en que se destacó ocurrieron hace menos de cuarenta, sucede que cientos de millones de hombres y mujeres dentro de Rusia, y varios millones que son fervorosos stalinistas fuera de Rusia, han hecho de Trotzky la encarnación del traidor a su doctrina, han tergiversado su papel en la revolución, y lo presentan como el irreconciliable enemigo de Lenin, como aquel que trató en todo momento de impedir que el comunismo alcanzara el poder y lo mantuviera. Si los sucesores de Stalin en el mando de la revolución rusa sostienen ese punto de vista, dentro de un siglo, suponiendo que el comunismo llegue a dominar en toda la tierra, no habrá ser vivo capaz de imaginarse, siquiera, cuál fue la verdadera actuación de LeónTrotzky.

      Este es un ejemplo bastante cercano a los acontecimientos que determinaron la figura moral de Judas Iscariote, tal como la vemos hoy. Pero hay divergencias en perjuicio de Judas. Judas no escribió, no adujo palabra en su defensa; y durante dos mil años no ha habido una fuente directa en que observar para justificar una revisión del juicio que le ha condenado como arquetipo de traidor. Desde el momento mismo en que Jesús es hecho preso en el Huerto de los Olivos, Judas desaparece de entre los discípulos. La primera acusación que se le lanzará será hecha por Simón Pedro, acaso dos meses después, cuando llega la ocasión de escoger un sucesor de Judas. Esa acusación figura en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, y como se verá en las páginas de «Judas Iscariote, el Calumniado», no es todavía todo lo precisa que habrá de ser más tarde, cuando se produzca la segunda, en el orden documental, que es la que aparece en el Evangelio de San Mateo.

      Ahora bien, esa acusación ¿por qué se produjo? ¿Fue Judas autor de la traición que se le imputa? Podríamos preguntarnos también, usando de la semejanza entre su caso y el deTrotzky: ¿FueTrotzky culpable? Nuestra obra no es producto de prejuicios ni de la voluntad decidida de defender a Judas. Pero ocurre que, como verá el lector, el estudio serio de los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, y del Libro de los Hechos de los Apóstoles –documentos en que basa su acusación contra Judas la Iglesia Católica–, arroja resultados sorprendentes en cuanto a la conducta de Judas Iscariote. Esos cinco libros, analizados fríamente, sin voluntad previa de hallar a Judas culpable o inocente, llevan al autor a conclusiones inesperadas: Judas no traicionó a Jesús, no le vendió, no le besó, no cobró su infamia y, por último, no se ahorcó. ¿Por qué, pues, la acusación?

      No hay sino una respuesta, y es que en esa acusación jugó un papel importante un factor de índole política, usado instintivamente por todos aquellos que se lanzan a la conquista del poder, ya sea en una sociedad o en una organización. Cualquiera idea requiere ser divulgada en sentido positivo y en sentido negativo, si es que ha de ser impuesta. Hay que crear acólitos que la defiendan, pero que a la vez odien al enemigo de la organización. El amor une, pero no fanatiza; lo que fanatiza es el odio. Las multitudes personifican su amor en el caudillo, en el apóstol o en el maestro, y su odio en el enemigo del caudillo, del apóstol o del maestro. No bastaba con amar a Alemania y a Hitler; era necesario también odiar a los judíos. No basta con adorar a Lenin y a Stalin; es necesario también odiar aTrotzky. Frente a la fuente de todo bien hay que colocar la fuente de todo mal.

      Los que ignoran cuál fue el papel que desempeñó Judas entre los discípulos de Jesús pueden argüir que el Iscariote no ponía en peligro las posibilidades de Simón Pedro para ejercer la jefatura de la naciente iglesia, muerto Jesús. Pero quienes saben que Judas fue tesorero de la comunidad encabezada por el Hijo de David no pensarán tan a la ligera. Judas, el único no galileo entre todos los discípulos, resultó distinguido con un cargo que lo destacaba. Sería aventurado pensar, siquiera, que Judas abrigó en algún momento deseos de saltar de la tesorería a la jefatura de la organización; ¿pero quién puede asegurar que sus compañeros no le atribuyeron esas ambiciones?

      Muerto Jesús, la organización de la iglesia era un hecho político que no podía escapar a una ley universal en el fenómeno político. A la hora de conquistar el primer puesto –vale decir, el poder– en la congregación, no podía presentarse a Caifás como al enemigo que debía odiarse, puesto que ese odio se fijaría en un objetivo externo a la organización misma, y era, además, un sentimiento que atemorizaba, no unía; disgregaba, no consolidaba; era una

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