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      Sin embargo, como para complicar nuestra posibilidad de entender estos registros y trabajar con ellos, en la lectura 538-32 Cayce explicó a su esposa Gertrude que es muy factible que cualquiera que intente leerlos (un psíquico, una persona parasensorial, la propia entidad, etc.) malinterprete la información. Al parecer, la percepción de la base de datos akásica es matizada por la experiencia y antecedentes mentales de la persona que está leyendo la información A MENOS QUE el propósito sea totalmente desinteresado y orientado a prestar ayuda. En otras palabras, dos personas podrían tener interpretaciones muy diferentes de los mismos registros debido a sus respectivos sistemas de creencias, antecedentes, experiencias, y motivaciones personales.

      En el curso de una lectura para un médico de treinta y ocho años de edad, la naturaleza subjetiva de los registros akásicos se explicó así:

       Por consiguiente, las interpretaciones de éstos pueden variar un poco, según las fases en las cuales se aborden. Como en las experiencias materiales, al visualizar un acontecimiento o suceso las entidades tienden a dar SU versión según la reacción sobre su ideal; y sobre las tendencias del propósito de la persona que lo visualiza.

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      A la misma persona se le dijo que cada experiencia de la vida de una persona podía dejar una buena o mala impresión en estos registros akásicos. Al parecer cada ocurrencia en la vida tiene la capacidad de ser una influencia constructiva o destructiva, según lo que la persona haga con esa experiencia. Distintas desiciones dejarán impresiones muy diferentes en los registros.

      Puesto que estos registros son tan completos, tan exactos, y tan personalizados, la pregunta lógica sería: ¿Entonces, cuál es el propósito de los registros akásicos? En pocas palabras, la respuesta es hacer un seguimiento de cada alma y ayudarla en su crecimiento y transformación personales. Sin embargo, a fin de analizar adecuadamente y comprender la percepción que Edgar Cayce tenía de los registros, es necesario contar con un conocimiento adecuado de lo que se podría llamar «la cosmología Cayce». Básicamente, esa cosmología se puede resumir en la siguiente afirmación: Dios es esencialmente amor y el Universo está completamente organizado. A partir de ese concepto está la premisa de que cada persona fue creada a propósito, como alma, para convertirse en compañera del Creador.

      Ratificando las escrituras bíblicas, según las lecturas de Cayce, fuimos creados «a imagen y semejanza» de Dios (Génesis 1:26) y por consiguiente nuestro estado natural es espiritual. La vida no empezó al momento del nacimiento físico: hubo una existencia en espíritu, anterior a la existencia física. Dios ha dado a cada alma libre albedrío y la oportunidad de encontrar su expresión; de encontrarse a sí misma, por así decirlo. Puesto que las almas son creadas a imagen y semejanza de Dios, es sólo a través de un proceso de experiencias personales—una decisión que lleva a otra, y luego otra, y luego otra—que los compañeros de Dios podrían ganarse su propia individualidad, siendo en verdad parte de Él pero de todos modos seres individuales por derecho propio. Una vez que hayan descubierto su individualidad, de nuevo volverán en conciencia para ser otra vez sus compañeros y cocreadores.

      Desde el punto de vista de Cayce, aunque actualmente estamos teniendo una experiencia física, nuestros cuerpos simplemente son un alojamiento temporal. Tal como un automóvil se descarta cuando el dueño ya no lo encuentra útil, nuestros cuerpos también se hacen a un lado cuando han cumplido su función. No somos cuerpos físicos con almas, sino seres espirituales que por el momento están viviendo una existencia física. Si esto es cierto y fundamentalmente somos seres espirituales, podríamos preguntar: ¿entonces qué estamos haciendo aquí? La respuesta que propone la información de Cayce es que básicamente estamos recopilando experiencias.

      Según las lecturas, el alma, básicamente creativa por naturaleza, anhela encontrar su propia expresión. De hecho, la pregunta básica que el alma se hace repetidamente podría ser: ¿Quién soy yo? Esta pregunta se repite infinitas veces en la medida que cada alma elige experiencias específicas para encontrarse a sí misma. El alma obtiene conocimiento de primera mano no solo acerca de su propia identidad, sino que también aprende que sus desiciones conducen a determinadas experiencias. Con el tiempo, las experiencias y el conocimiento adquiridos por el alma la llevarán a la sabiduría. Inevitablemente, la sabiduría conduce a la compasión y por último, el amor será el resultado final. En este punto, el alma ya conoce su identidad personal así como su verdadera relación con Dios. El alma deberá llegar a entender que su esencia básica y la de Dios son una y la misma, AMOR:

       Por consiguiente, de manera innata, la entidad siempre está deseando probar algo nuevo. Eso está bien, siempre y cuando su base esté cimentada en la verdad. Porque en cualquier parte la verdad es siempre la misma: es ley. Y amor es ley, ley es amor. Amor es Dios, Dios es Amor. Es la conciencia universal, el deseo de expresiones armoniosas para el bien de todos. Ese es el patrimonio de la humanidad, si se acepta la forma y manera en que se puedan aplicar, primero: el propósito espiritual, y después: la aplicación mental. Y el éxito material será grato a todos.

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      La educación del alma en conciencia se emprende a través de un proceso de causa y efecto. Este modelo de crecimiento de causa y efecto fue analizado en casi dos mil lecturas de Cayce que exploraron el tema de la reencarnación. En lugar de ser un proceso fatalista, la influencia del pasado de cada quien sencillamente proporciona un marco de potenciales y probabilidades. Esas posibilidades están todas inscritas en los registros akásicos. Las desiciones, acciones y libre albedrío de una persona en el presente, realmente determinan la experiencia vivida en esta ocasión. Para Cayce, no es importante lo que una persona hubiera sido alguna vez (ni siquiera lo que hubiera hecho), lo primordial es que la persona se concentre en el presente con las oportunidades y retos que encare en esta época, en este lugar, actualmente. En el lenguaje de las lecturas:

       En los estudios, pues, sepan a DÓNDE van.

       [ . . . ] encontrar que sólo vivieron, murieron y fueron sepultados bajo el cerezo del jardín de la abuela, ¡no los hace ni un ápice mejores vecinos, ciudadanos, madres o padres!

       En cambio, saber que se expresaron con crueldad y sufrieron por ello, pero en el presente pueden corregirlo siendo rectos: ¡ESO sí que vale la pena!

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      A otra joven mujer se le dijo que de su pasado poseía un don innato para la música (275-33), y que con meditación y armonía ella podría volver a despertar esos talentos en el presente. «Porque, así como una persona se sintoniza con aquello que ha alcanzado, aunque sea en un MOMENTO del tiempo, también se despierta su capacidad para CONOCER incluso aquello que ya HABÍA conocido a través de la [pasada] experiencia». En otro ejemplo, a una mujer de cuarenta y seis años que recibió una lectura acerca de sus vidas pasadas se le dijo cuáles vidas estaban influyendo en mayor grado en el presente (757-8). Su lectura detallaba encarnaciones en Norteamérica en tiempos coloniales, Inglaterra durante las Cruzadas, en la antigua Persia y el antiguo Egipto. De cada una de esas experiencias, se habían desarrollado ciertas inclinaciones que todavía formaban parte de la personalidad e individualidad de la mujer. En Norteamérica, ella había adquirido la habilidad para ayudar a las personas a cooperar y comunicarse unas con otras, de manera que individuos con diversos antecedentes y motivaciones pudieran aprender a trabajar juntos. De largos períodos de aislamiento en Inglaterra, conservaba una íntima añoranza de dedicar tiempo siempre en su vida a la reflexión y contemplación. De una encarnación como personaje de la nobleza persa, había adquirido el deseo de estar rodeada de esplendor y belleza. Su interés en el pensamiento religioso se remontaba a un trabajo similar que ella había empezado en el antiguo Egipto. Cada uno de estos rasgos simplemente actuaba como otra influencia en la vida actual de esa mujer. Nada era determinante; por el contrario, en su vida actual la mujer podía hacer buen o mal uso de estas inclinaciones, e incluso ignorarlas.

      Por ejemplo, el impulso de estar sola podría aplicarse en el presente como tiempo para su revitalización personal

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