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       I.La teología analítica y las pretensiones expansivas de la teología cristina

       II.El Adán histórico y la crisis de fe: A estudio el debate reciente sobre creación, evolución y doctrina cristiana

       III.Asuntos pendientes: Hacia horizontes más amplios en teología analítica

       IV.Nuevos asuntos: Hacia una teología analítica global

       5.TEOLOGÍA ANALÍTICA PARA LA GLORIA DE DIOS

       I.El enfoque del teólogo

       II.El telos de la teología

       III.Una introducción a la teología analítica y algunas modestas sugerencias

       IV.Conclusión

       ÍNDICE DE AUTORES

       ÍNDICE TEMÁTICO

      La amplia gama de eventos y publicaciones que se recogen libremente bajo la etiqueta “teología analítica” es a la vez bastante amplia y muy activa. Sus defensores y practicantes van desde filósofos y teólogos de tradición ortodoxa y católico romana, pasando por eruditos de sensibilidad anglicana, luterana, metodista, etc., hasta teólogos evangélicos conservadores e incluso revisionistas o “progresistas”. En algunos sectores el entusiasmo es alto. En otros sectores de la universidad teológica (y filosófica), la sospecha e incluso la hostilidad son profundas. El malentendido a menudo acompaña a la etiqueta, y son muchas las preguntas. Pero ¿qué es eso llamado “teología analítica”? ¿Cuáles son sus características “accidentales” y cuáles sus atributos “esenciales”? ¿Y qué vamos a hacer de ella en tanto que teología? ¿O es simplemente una disciplina dependiente de la metafísica analítica técnicamente precisa y con una agenda preestablecida? ¿A dónde se dirige? ¿Tomará –o deberá tomar– alguna dirección previsible?

      En este libro inicio a quienes no son especialistas en la teología analítica. Intento dejar claro tanto lo que no es como lo que sí es. En consecuencia, analizo qué es lo que hace que la teología analítica sea analítica y trato de establecer qué hace que la teología analítica sea realmente teología. Específicamente, describo las conexiones de la teología analítica con las Escrituras, la tradición cristiana y la cultura (concebida en sentido amplio), y lo hago utilizando estudios de casos para ilustrar las relaciones y la necesidad de una mayor integración entre ellas. Aquí también debo confesar que tengo un plan: espero influir en el futuro de la teología analítica llamando a esta disciplina a comprometerse más profundamente con los recursos tradicionales de la labor teológica.

      Me pongo a trabajar en la teología analítica como alguien que es, por formación y por vocación, teólogo. Por eso mismo, agradezco especialmente la paciencia y la amabilidad de aquellos amigos y colegas que cuentan con una experiencia genuina en epistemología, metafísica y filosofía de la religión (así como en historia de la filosofía). Les debo mucho por las capacidades que tengo como teólogo analítico y les estoy realmente agradecido por su compañerismo y aliento. También estoy agradecido por aquellos colegas teólogos que han asumido el tema de la teología analítica, así como a aquellos que abrieron el camino haciéndolo antes incluso de que ni siquiera se la llamara así. Oliver Crisp, Mike Rea y Billy Abraham leyeron el manuscrito y aportaron su crítica y aliento muy útiles, y como resultado mejorando mucho el libro (todas las faltas restantes son, por supuesto, únicamente mías).

      Además, doy las gracias a la comunidad de santos y eruditos que me rodean en la Trinity Evangelical Divinity School (y especialmente a los miembros del Grupo de diálogo de Deerfield que leyeron parte del manuscrito) y también estoy en deuda con la administración y la junta de directores por un año sabático en el otoño de 2014.

      ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA ANALÍTICA?

       El miedo al escolasticismo es la marca de los falsos profetas

      KARL BARTH1

      Donde estábamos: el renacimiento de la filosofía de la religión. Durante buena parte del siglo XX, se solía considerar a la filosofía académica, sobre todo a la filosofía “analítica” angloamericana, contraria a la creencia teísta tradicional en general y quizás especialmente a la fe cristiana.2 El positivismo lógico recalcó que las afirmaciones teológicas eran no solo falsas, sino absurdas y, muchos filósofos, consideraron difícil incluso tomar en serio la teología. Las conclusiones de A. J. Ayer son a la vez representativas e influyentes. Dice que la “posibilidad del conocimiento religioso” ha sido “descartada por nuestro tratamiento de la metafísica”.3 Si el “criterio de verificabilidad” excluye la metafísica, y si la teología es solo una categoría inferior de la metafísica, entonces la teología está obviamente excluida –la sola posibilidad ha sido descartada y hablar de Dios carece literalmente de sentido.4 Hud Hudson dice, “Conocedor de que las cuestiones sobre la existencia, naturaleza y significado de la deidad debían abordarse exclusivamente bajo la dirección de análisis lingüísticos del lenguaje religioso, y bajo la amenaza de teorías probatorias del significado, inexplicablemente populares, los filósofos analíticos nos dijeron a los teólogos que no habíamos logrado decir nada falso, ya que no habíamos conseguido decir nada en absoluto”.5

      La respuesta que muchos teólogos de la era moderna más reciente dieron a las teorías de la filosofía general en los medios angloamericanos fue comprensible: ignorar mayormente el trabajo de los filósofos y buscar recursos intelectuales e interlocutores en otros sitios. Hubo quienes buscaron refugio en la filosofía “continental”, mientras que otros se opusieron a cualquier entendimiento entre la filosofía y la teología.

      Pero la segunda mitad del siglo XX fue testigo de algunos cambios notables. Como señala Hudson, “Afortunadamente, este momento tan desgraciado de la historia de la filosofía analítica fue temporal, así como su devoción servil por los análisis lingüísticos, el afán de verificación y todas aquellas subsiguientes sospechas infundadas sobre la metafísica, la ética y la religión”.6 El positivismo lógico no podía soportar su propio peso, y los confiados pronunciamientos de Ayer ahora se valoran más como una pieza de museo pintoresca de historia de la filosofía (“Mirad, niños, ¿no es extraordinario que alguien haya dicho esto, y especialmente de manera tan arrogante?”) que como un útil legado de ideas filosóficas. Con el hundimiento del positivismo vino un renacimiento de la metafísica seria, y con el hundimiento y el renacimiento de la metafísica se produjo un renacimiento de la filosofía de la religión.7 Si antes el tratamiento filosófico de temas teológicos se había considerado una pérdida total de tiempo, ahora se ve como un área de investigación interesante. Otra vez el compromiso serio y constante con asuntos de interés religioso y teológico de siempre volvía a ocurrir, y muchos de los filósofos involucrados en ese trabajo eran, y son, cristianos comprometidos.

      No todos los filósofos se alegran con estos avances, pero cada vez es más difícil para ellos no tenerlos en cuenta. Quentin Smith habla (y censura) estos avances:

      La secularización del mundo académico principal comenzó a desenmarañarse rápidamente con la publicación en 1967 del influyente libro de Plantinga sobre el teísmo realista, God and Other Minds (Dios y otras mentes). A los filósofos les quedó claro que este libro ponía de manifiesto que los naturalistas no superaban a los teístas realistas según los estándares más altos de la filosofía académica: precisión conceptual, rigor argumental, erudición técnica y la defensa radical de una cosmovisión original. Este libro, al que siguió siete años después el aún más extraordinario libro de Plantinga, The Nature of Necessity (Naturaleza de la necesidad) dejó claro que un teísta realista estaba escribiendo al más alto nivel de calidad de la filosofía analítica en el mismo campo de juego que Carnap, Russell, Grünbaum y otros naturalistas.8

      Smith,

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