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a la señora con escuetas frases, a sabiendas que yo estoy frente a él en el despacho. Pero con todo, me puedo hacer una idea aproximada de que esa mujer quizás sea la protagonista de uno de aquellos casos difíciles de los que me ha hablado el exorcista.

      Intuyo que la mujer le expresa que está pasando por unos momentos muy dolorosos:

      —¿Cómo fue la cosa? ¿Mal?... ¡Déjate de tonterías!... Ya lo sé que son graves. ¡Ya lo sé, ya lo sé!... Tú adonde tienes que mirar es a Dios, y no a lo otro… Esos son medios que no... El ir a un sitio o al otro no... Si tú estás ahí muy bien atendida, tienes que seguir con él —sentencia el dominico.

      Finaliza la comunicación telefónica y el exorcista me consulta con intriga:

      —¿Has oído algo?

      —No, padre, tan solo podía oír el timbre de voz. Parecía una mujer. ¿Es joven?

      Le pido que me explique algo de este caso y se instaura un larguísimo silencio que al fin rompe.

      —Permíteme que no te cuente detalles.

      Entiendo perfectamente su deseo de guardar a buen recaudo cada historia, pero mi curiosidad es tan grande que trato por todos los medios de que me revele algo, por pequeño que sea. Así que no cejo en mi empeño.

      —¿Es una chica, verdad?

      —Sí.

      —Pobrecita, lo debe de estar pasando mal.

      —Sí.

      —Si le ha llamado es porque debe de estar sufriendo.

      —Ella estuvo viniendo aquí durante algún tiempo, ahora la lleva otro exorcista.

      —¿Otro exorcista? ¿Quién?

      —No te puedo dar su nombre.

      —Pensaba que era usted el único en Cataluña, aparte de un exorcista que creo que está en Terrassa y se llama....

      —El de Terrassa es mosén Ignasi Condal.

      —Y en referencia a esta chica que ha llamado, ¿me puede decir si la están ayudando?

      —Le están realizando exorcismos.

      —¿Pero no acaba de mejorar, padre?

      —No.

      —Pero esto, claro, debe de ser lento ¿no, padre?

      —Sí, y a veces no...

      —¡Pero hay que insistir! ¡Insistir! ¿Usted qué piensa, padre...?

      —Sí, pero...

      —El caso de esta chica que acaba de llamar... ¿Se trata de una posesión o de una influencia demoníaca?

      —Yo creo que se acerca más bien a posesión. La posesión es cuando el demonio está dentro de ti —puntualiza el exorcista.

      —Y esa mujer debe de estar desesperada.

      —Claro...

      Pensando en el librito que el exorcista entrega, le pregunto:

      —¿Pero ya reza las oraciones?

      El dominico frunce el ceño.

      Fray Gallego intenta con sutileza cambiar de tema, coge un pliego de papeles, mira el reloj y me suelta:

      —Se te va a hacer tarde.

      —Sí, padre, ahora acabamos, es que me gustaría que me contase algo más de este caso. No sabe cuánto me intriga.

      El dominico aprieta los labios y se hace un incómodo silencio.

      —¿Ella nota algo dentro?

      —Prefiero no...

      Mi tenacidad no permite que dejemos el tema y con insistencia lastimera le pregunto:

      —Pero... ¿ha hecho ella algo para estar así?

      —Ella no sabe nada.

      —¡Pero algo habrá hecho para estar así...! —exclamo al dominico.

      —No, no ha hecho nada... Es que a veces buscamos la causa. Y hay multitud de posibilidades y en ocasiones no hay ninguna que esté influyendo. ¿Entiendes a lo que me refiero? —me aclara el exorcista.

      —En Memorias de un exorcista se cuenta como el padre Gabriele Amorth habla con el demonio, le pregunta su nombre... Incluso cuenta que en ciertas ocasiones el demonio revela el día que abandonará el cuerpo... ¿Eso no puede servir de ayuda en este caso, padre? —pregunto curiosa.

      —Ya. Bueno...

      Entiendo que el proceder de Gallego no es el mismo que el de Gabriele Amorth. Con razón aquí podríamos utilizar el dicho: «Todo maestrillo tiene su librillo», por ello me interesa indagar en cómo el dominico actúa en cada caso, cómo piensa y ejerce. Cuál es su proceder.

      El exorcista, dada mi insistencia, dice:

      —Pues perdona que no te quiera dar detalles pero entiende que...

      —Comprendo que no me pueda hablar de ello de forma pormenorizada... ¿Podríamos planificar el siguiente encuentro?

      Quedamos el día 23 de enero a las diez de la mañana.

      —Para entonces ya me habré leído todo lo que me ha entregado y tendré el material más estructurado, que su vida tiene tela...

      El reverendo padre sonríe. Coge su agenda y en lápiz apunta «Teresa » en el día 23 de enero de 2016.

      El clima está más distendido que durante la entrevista y, mientras nos levantamos, tartamudeando en voz baja me decido a preguntarle una vez más:

      —¿Y...y...y... esa señora habla otras leguas, o no?

      —Algunas palabras sueltas.

      —¿Y no es consciente de ello?

      —Depende, no es la cosa tan... Cada caso es distinto, no hay dos iguales, Teresa.

      —Pero se debe de insistir, insistir... ¿No cree?

      —A veces insistes y no consigues nada porque además, fíjate, que aquí hay dos cosas. Una, son los movimientos, y la… eso que se te pone. Y yo estoy convencido de que esos movimientos continúan después cuando ya no hay influencia demoníaca. Porque el demonio lo que busca es apartarnos de Dios y si él ya no está allá, a pesar de eso, busca e intenta. O sea que una persona no está curada por el simple hecho de que ya no tenga movimientos de esos. El otro día un psiquiatra decía que hay ciertas cosas en esto, que tiene tanta fuerza... que tiene una fuerza realmente exorbitante.

      —Pero esta fuerza que dice usted, ¿aparece solo cuando se está poseído?

      —No. También puede darse cuando no están poseídos. Hay ciertas zonas de la parte de aquí (y se señala la cabeza) que tocándolas explotan, por decirlo de alguna manera. Para mí la posesión es apartarnos de Dios, pero si una persona empieza a cumplir, y se propone hacer todas las cosas..., ahí entonces ya no hay posesión. Pero muchas veces no funciona y sigue actuando a pesar de todo... Los fenómenos son secundarios. Además, hay determinadas enfermedades que dan esos mismos síntomas, pero sin haber ningún demonio. ¿Te das cuenta de lo que quiero decir?

      —Interpreto que no es fácil determinar claramente cada caso...

      —¿Quieres que tomemos un café?

      Salimos del convento y acudimos a una cafetería cercana. Allí había mucho bullicio y estuvimos hablando de temas superfluos. También se interesó por mí, por mi familia, por mi trabajo, y otras cuestiones banales, nada que ver con posesiones, poseídos y almas en pena.

      Habrá que esperar hasta la próxima visita, el día 23 de enero; un nuevo año que bien seguro aportará nuevas historias por descubrir.

      3. Empezamos el año

      En un abrir y cerrar de ojos nos hemos instalado

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