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de cariño y ternura.

      Flor de ambrosía, estrella de mi ilusión

      y toda esperanza en la mía vida.

      Pero a poco truncose la fantasía

      que, como marea, emergió los defectos.

      Unos por pensar, otros por herencia.

      Mas a los míos... los erigió proscritos.

      Eso ayudó a hacer los tuyos dormitar.

      Más bien los de herencia, alzar fue verlos;

      de no al reconocer su existencia

      y (a ello) es el mío ruego de atenderlos.

      Por eso tu padre es peor ejemplo

      y si, el puro amor de nuestra historia,

      ser capaz debe en reconocerlo:

      ¡Nuestro es motor de riqueza y alegría!

      Y con ello retomé la pasión;

      por tu posesión. Tuya inocente;

      por la hambruna. Recelos sin razón;

      por tu amor chalón (luz floreciente).

      ACEPTA EL CAMBIO Y ELIMINA TU HERENCIA MALDITA

      Las uvas del mundo te veo comer

      y, de la vida, aceptas su yelmo.

      A igual modo, deseo herencias malditas

      y, por siempre anales, rompas su yugo.

      Nunca más tu chantaje me hará caer,

      pues la lid por ti es vencida, y afirmo:

      la guerra ganada, haces por mí dadas.

      Si en la relación humana al mundo,

      no se trata de las guerras vencer;

      que males al ser riegan cual racimo.

      Sino que, de la paz y concordia,

      pierden y ganan todos… a su fallo.

      Vacía disculpa con versos de éter,

      que a tu voz se pronuncia cual salmo:

      ¡Para que un solo paso!, ¿tú cedas?

      Pero tras de ti, amparas mil y uno.

      Maldito chantaje por el querer,

      del que tan fácil yo te lo eximo.

      Si para cuando con Dios te encuentras,

      debes cuerpo y alma hacerlos suyo.

      Del perdón al cambio mismo ha de ser,

      y del amor al encuentro humano.

      Dejemos las disputas y enfrentas;

      reprobando y amedrentando en puño.

      E inquiramos acordar y conceder

      con la paz solemne del solo amor.

      RECUERDO

      Su recuerdo ingrato y afín, mi falta es,

      y la ausencia por lo que fue, mi alma hiere.

      Embriagándose en dolor sin su presencia,

      se niega mi ser la esperanza mía perder.

      Nuestro fue el momento; divino en gracia hubo:

      que los ángeles, otorgando, nos dieron.

      Ni espacio ni tiempo encuentro nuestro tuvo;

      que así fueron dos almas las que se unieron.

      Mas todo tu nombre aclaman los serafines de amor,

      por retomar tú el nuestro pasado. Que son mis pesares:

      oír tus quejas como un acto previo hacia tus puentes;

      a poder llegar yo a tu alma y, todo yo (en nuevo nacer);

      bien se verterá a ti, presuroso, mi corazón de ardor.

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