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Tonny con el pelo corto, bueno, no tanto, porque empezaba a enroscarse detrás de las orejas. Noah con una espalda estilizada y perfectamente recta, con ese cuello que me encantaba mordisquear. Tonny con unos hombros que parecían hechos para cargar fardos de 50 kilos, anchos, fuertes y, por lo que insinuaba su camiseta blanca, tonificados hasta la perfección. La piel de Noah, viviendo en Miami, era imposible que estuviese blanca, tenía ese dorado acariciado por el sol. Tonny parecía haber pasado alguna hora más tostándose bajo los rayos solares. Noah era el príncipe perfecto, el que te imaginas cabalgando en su corcel blanco. Tonny era más del tipo escolta del príncipe. Mejor no te metas con él.

      En fin, cuando llegamos al restaurante, mis oportunidades para estar los tres a solas se perdieron por completo. Así que cenamos y Jane contestó las preguntas que yo hubiese contestado y Noah deleitó a sus “ficticios suegros”. Creo que mi expresión debió de ser algo extraña, porque Tonny no hacía nada más que mirarme con el ceño fruncido. Por mi parte, yo no hacía otra cosa que apretar los dientes y sonreír cada vez que Noah o Jane se metían demasiado en su papel. Que si miraditas por aquí, apretoncitos de manos por allí, que si te toco aquí. Lo dicho, cuando acabó la cena, tenía la piel ardiendo, la cara roja y casi seguro que mis oídos eran dos chimeneas de vapor a pleno rendimiento.

      ―Bueno, Noah. Ha sido un placer conocerte. No te preocupes por acercar a Jane a casa, ya la llevamos nosotros. Ya te hemos entretenido bastante y seguro que mañana tienes que madrugar para ir a trabajar.

      ―Oh, no se preocupen por eso, mañana es el primer sábado que no tengo guardia este mes.

      ―¡Vaya!, eso es estupendo. Entonces mañana sí que podemos tener un auténtico día en familia.

      ―¿Eh?

      ―Claro, mañana íbamos a ayudar con la mudanza de Tonny y un par de brazos fuertes siempre vienen bien. Te apunto la dirección.

      Bien, seguro que, en ese momento, Noah habría preferido no estar metido en esto, pero… que se fastidie, pensé. Su día libre cargando muebles y cajas. Me parecía que esa pequeña “venganza” era una mala manera de resarcir mi malparado ego de novia suplantada, pero qué se le iba a hacer. Y como la venganza tiene un precio, tuve que pagar el mío.

      ―Oh, entonces María también podía ayudar.

      No, si la niña era un peligro cada vez que abría la boca. No había tenido yo bastante con ver a mi novio con ella colgada de su brazo, no. Ahora tenía que verlo, otra vez, y además ir desembalando cajas. ¿Pero qué se pensaba esta hija de Satán? ¿Que además de suplantarme, arruinar el único sábado que íbamos a tener los dos solos en ese mes, encima me iba a poner a trabajar? Definitivamente, le odio.

      ―Oh, eso sería estupendo, querida. ¿Verdad, Tonny? Tres pares de manos femeninas ayudarán a poner la casa a punto en un periquete.

      Escuché el bufido de Tonny y miré hacia él, sorprendiéndole pasando su mano por el pelo de su nuca. Sí, le entendía. Ese mismo gesto lo hacía Alex cuando mamá le obligaba a ir al supermercado con ella. Iría porque no tenía más remedio, pero maldita la gracia que le hacía hacer de mayordomo, chófer y mula de carga, sin recompensa alguna y encima sin protestar.

      Capítulo 3

      Divertido era un montón. Ja, ja. Maldita la gracia que me hacía estar levantada y cargando cajas un sábado a las 9 de la mañana. Con lo bien que sentaba tener un día libre para holgazanear. No había tenido uno desde… uf, me tenía que remontar hasta el colegio.

      Menos mal que aquel sábado resultó ser uno de los más calurosos del mes. Así que a eso del mediodía había tres mujeres sentadas en el porche de la casa, bebiendo soda fría y mirando a tres hombres sudorosos sin camisa cargando un mueble de cajones de madera tallada. ¿De verdad?, ese mueble macizo no le pegaba nada a un hombre como Tonny. No sé, quizás esperaba algo más parecido a una estantería del IKEA.

      Bueno, desde aquel lugar las vistas estaban pero que muy bien. Comparar bíceps, tríceps, cuádriceps y todos los “ceps” que podía haber en aquellos brazos. Y luego los abdominales, oblicuos y más bultitos duros que un hombre corriente esconde debajo de la barriga cervecera. Esa soda tenía que ser todo alcohol, yo no podía estar trabajando en mi día libre, tener sueño, la espalda dolorida y además estar sonriendo y feliz.

      ―¿Ya habéis terminado en la cocina?

      La voz de Tomasso sonó sobre nuestras cabezas mientras veíamos a aquellos tres especímenes masculinos acercarse al cubo de hielo de refrescos. Estaba casi lista para levantarme y acercarle a Noah una cola light, cuando Jane se me adelantó. Pero no, ella no le llevó la cola light que él siempre tomaba, sino que le dio otra cosa, no sé si de naranja.

      ―Gracias, tesoro.

      ¿Gracias, tesoro?, ¿en serio? A mí ya me habría dicho eso de «me acercas mejor la cola light, ya sabes que las otras no me gustan», y tonta de mí, yo iba y se la cambiaba. ¿Y a esta rubia de piernas largas, le dice «gracias tesoro»? Ah, cuando toda esta farsa acabase, él y yo teníamos algunas cosas que aclarar.

      ―¿Quieres otra?

      La voz de Tonny sonó cerca de mi cabeza. Me giré para verle de cuclillas frente a mí, con una lata igual a la que estaba a mi lado y que aún no había terminado. ¿De verdad?, el chico era un encanto, atento, detallista y se lavaba las manos después de ir al baño, una joya. Qué lástima.

      ―Gracias.

      Tomé la lata y se lo agradecí con la más auténtica de mis sonrisas. El chico se sentó a mi lado para beber su refresco y pude percibir lo bien que olía, aún después de cargar con todos aquellos muebles. No es que no oliera a sudor, todo hay que decirlo, sino que ese sudor, junto con su jabón y el olor de su piel… tenían una mezcla interesante.

      ―¿Hoy no vas al centro social?

      La voz de Noah me hizo volver a la realidad. Me giré hacia él, no sin antes percibir el ceño fruncido de Tonny. ¿No eran lindos los dos? Tonny era amable conmigo y enseguida Noah sacaba su lado posesivo e intentaba quitármelo de encima. Y el pobre Tonny se enfadaba porque le interrumpían cuando estaba “socializando” conmigo. Ah, hombres. Qué aburrida sería la vida sin ellos y sus instintos territoriales.

      ―No, hoy tengo el día completamente libre. Aunque visto que se me han torcido los planes, quizás me pase luego por allí para echar una mano a Rita.

      Sabía que ese nombre era como mencionar a la Bruja del Este. La de veces que Rita me había llamado un sábado para que le ayudase en la guardería del centro social. No cobraba nada por ir, era un trabajo voluntario que me gustaba hacer por la comunidad. En el centro social se había instalado una guardería “provisional” para los trabajadores con pocos recursos. Rita y otra mujer se apañaban muy bien entre semana, pero los sábados el número de niños se duplicaba y siempre hacía falta un par de manos más. Algunas veces iban otras madres, pero no siempre ocurría. Así que, ¿qué hacía la pobre Rita?, pues cogía el teléfono y me llamaba, porque era su única opción.

      ―Después de comer puedo acercarte.

      Lo dicho, el chico era atento y servicial, una joya. Ah, si me pillara soltera.

      ―No es necesario que te molestes, Tonny. Seguro que te quedan cosas por hacer aquí.

      ―No, está casi todo hecho. Además, es lo menos que puedo hacer por haber venido a ayudarme. Te debo un favor.

      ―Entonces estaría bien, odio ir en autobús los sábados.

      Y mucho más hasta allí, pero eso no lo iba a decir. Dos horas de trayecto de ida y dos horas de vuelta. Sí, lo sé, tenía que comprarme un coche, ya me lo decía constantemente mi padre. Pero me había acostumbrado al autobús y Noah iba a recogerme de vez en cuando, así que me ahorraba el viaje de vuelta.

      ―Entonces, arreglado.

      No pude evitar mirarle el trasero cuando se puso de nuevo en pie. Le sonreí como

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