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de Hahnemann, la homeopatía será entonces reconocida como la magnífica ciencia que es.

      Todos los miembros de vuestra Sociedad deberían mostrarse orgullosos de estar entre los pioneros; dejad que se vea que no se desvían ni lo más mínimo de las leyes fundamentales de su gran fundador. Porque la ciencia está demostrando en detalle el remedio similar, la dosis única y el peligro de una repetición apresurada.

      Va a ser una lucha entre la antigua homeopatía y la nueva; encarguémonos de que la antigua reciba su parte del mérito, de que su estándar se mantenga alto y de que, fiel a sus enseñanzas, no se sumerjan en la corriente de la ciencia que meramente sigue el curso de Hahnemann.

      Si fuera posible, desearía poder presentarles siete hierbas43 en lugar de siete grupos de bacterias, ya que parece existir cierta reticencia en la mente de muchos a utilizar algo asociado con la enfermedad en el tratamiento de estados patológicos. Posiblemente se trate de una visión de miras estrechas y en esta época nos sentimos inclinados a preservar la medicina perfectamente pura y nos hemos decantado un poco hacia el extremo opuesto, tal vez como reacción a las prácticas de la Edad Media y a la experimentación en animales actual. Además, puede ser que los organismos que se utilizan sean beneficiosos para la humanidad en lugar de perjudiciales.

      Estamos realizando todo el esfuerzo posible para sustituir el nosode de bacterias por plantas; de hecho, hemos encontrado la correspondencia casi exacta de algunos de ellos; por ejemplo, el ornithogalum44 tiene vibraciones muy similares a las del grupo de Morgan45 y hemos descubierto un alga con la mayoría de las propiedades del tipo disentería. Pero aún falta algo que nos tiene en jaque en el esfuerzo de evitar el uso de los nosodes de bacterias. Este punto vital es la polaridad. Los remedios del campo y de la naturaleza, cuando se potencian tienen una polaridad positiva, mientras que los remedios asociados con la enfermedad son del tipo contrario; al parecer es esta polaridad inversa lo que resulta tan esencial en los resultados que se obtienen mediante los nosodes de bacterias. Quizás en un futuro se descubra una nueva forma de potencialización, que será capaz de invertir la polaridad de los elementos simples y las plantas, pero hasta entonces no tenemos otra alternativa.

      El efecto beneficioso de estos nosodes ahora es aceptado internacionalmente y el beneficio que se obtiene día a día en la lucha contra la enfermedad es a gran escala, por lo que no parece que este beneficio deba ser negado a la humanidad hasta el momento en que encontremos un método concreto de combatir la psora de Hahnemann por medios que se ajusten a la mentalidad más exigente. Es infinitamen te más importante el hecho de que este trabajo debería ser reconocido como una continuación del trabajo de Hahnemann y, aunque no sea perfecto en sí mismo, puede conducir a descubrimientos posteriores. Su crecimiento y desarrollo debería ser vigilado y dirigido desde la escuela homeopática y tampoco debería permitirse su uso de manera abusiva por parte de aquellos que no comprenden los principios fundamentales sobre los que se establece.

      El doctor C. E. Wheeler dijo que la Sociedad, bajo la dirección del presidente, obraba con acierto al dedicar un tiempo de esta sesión a debatir a fondo si este trabajo debía considerarse o no como una confirmación de los principios de Hahnemann.

      Si el doctor Bach tenía razón, entonces quedaba claro que existían agentes de una naturaleza muy determinada relacionados con la psora y que los homeópatas no eran las únicas personas que tenían acceso a ellos. Ese es el punto que él quería destacar, dejando otros aspectos del tema a los conferenciantes posteriores. El asunto era importante desde el punto de vista de la posición de la homeopatía. Hasta entonces la profesión no homeopática había intentado reprobar la utilización de la homeopatía en el tratamiento de condiciones agudas en el trabajo de la salud pública.

      Las enfermedades agudas se estaban controlando mucho más que antes y los homeópatas no tenían tantas oportunidades de mostrar que ellos podían curar mucho mejor estos casos (por ejemplo, la fiebre tifoidea y otras condiciones agudas), puesto que estos casos no se presentaban. La prevención era mejor que la cura y el pensamiento de la profesión no homeopática estaba centrado en la línea de la prevención. Por el hecho de poseer los medios para tratar el caso individual, era menos probable que los homeópatas se concentrasen en métodos de prevención, pero la escuela ortodoxa había seguido de forma natural esta dirección.

      En los remedios mencionados por el doctor Bach, los miembros de la profesión no homeopática tenían muchas posibilidades de encontrar métodos apropiados para curar y finalmente para prevenir las enfermedades agudas, además de las crónicas, y a menos que los homeópatas fueran capaces de intervenir en este asunto, era muy probable que quedaran arrinconados y perdieran la ventaja de haber sido los primeros en este campo.

      Era imposible escuchar la ponencia del doctor Bach y no darse cuenta de que este trabajo se había llevado a cabo desde el principio independientemente de cualquier conocimiento de homeopatía. Lo que antes habían hecho los homeópatas, ahora lo hacían otros y si no desarrollaban el uso adecuado de esta arma específica, a menos que estuvieran preparados para ocupar su lugar y reclamarlo debidamente, existía el peligro de ser dejados de lado y de que no pudieran hacer su contribución a la ciencia médica; contribución que procedía del hecho de tener cien años de experiencia en la aplicación de esta regla concreta, mientras que la profesión no homeopática sólo la aplicaría a una rama y sin el conocimiento que brinda la experiencia. Por lo tanto, en la Sociedad no debería haber dudas sobre lo que podríamos denominar lejanía. Todo lo que se hiciera en la Sociedad debería basarse en la experimentación, agrupando los resultados, para poder ver la ubicación de los remedios y su relación con el resto de la materia médica. Era muy posible proporcionar una patogénesis detallada de todos estos nosodes concretos, de modo que estos remedios se pudieran prescribir según los síntomas de los descubrimientos patológicos, para ayudar a muchos que parecían tener miedo al laboratorio de análisis clínicos. Había otro punto relacionado con este discurso a favor de una experimentación extensiva.

      Las prescripciones homeopáticas, tanto si tenían éxito como si no lo tenían, por regla general profundizaban más en el caso tratado que las prescripciones que normalmente proporcionaban los alópatas. Si un remedio homeopático era mínimamente similar (o tenía alguna semejanza), por lo general afectaría a la enfermedad mejorándola o empeorándola. Normalmente era más difícil obtener resultados con estos nosodes en un caso tratado sin éxito por un homeópata que en un caso tratado por alópatas. Debemos recordar que los casos en que los homeópatas probarían estos nosodes serían los casos en los que hasta la fecha no hubieran sido exitosos y para los que no encontraban ningún remedio, pero al tratarse de casos en los cuales se habían esforzado por encontrar un remedio, no debían decepcionarse si al principio el resultado no era tan rápido como deseaban. Cuanto más se prescribía sin éxito, más difícil resultaba prescribir con éxito. Estos nuevos nosodes sin duda figuraban entre los remedios de acción más efectiva con los que se contaba.

      El doctor Weir dijo que sabía muy poco sobre el tema que se discutía, pero que entendía que el doctor Wheeler mencionaba que si un paciente había sido tratado erróneamente con medicinas homeopáticas, era mucho menos probable que estos nosodes resultaran útiles. Si esto fuera así, debería considerarse a sí mismo como uno de los peores prescriptores, pues había utilizado este método varias veces y sólo había obtenido un único resultado beneficioso. Esto podría deberse a que existían reglas para el juego en todo, y si uno no cumplía las reglas no podía esperar tener éxito. El hecho de que lo hubiera intentado sin éxito no implicaba una crítica al método.

      El doctor Bach y el doctor Wheeler no tenían nada que temer por parte de los homeópatas en cuanto al uso de remedios patológicos. Por su parte, él lo utilizaría todo y estaba dispuesto a dejarse guiar. Esperaba descubrir algo que hiciera que algunos de estos casos complejos fueran más fáciles de tratar mediante el uso del nosode. ¿Hasta qué punto este método iba a sustituir el tratamiento homeopático acostumbrado, vigente durante cien años? Quienes utilizaban la terapia de vacunas habituales se dividían en dos grupos: los que optaban

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