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más que fragmentariamente; ya dijo Freud que la estructuración (de atrás a delante) de un análisis acabado exigiría la habilidad de un artista.34 Lo superindividual permanece por sí mismo detrás de lo típico en la configuración particular en cuya especial forma todos se reconocen, reapareciendo así los más grandes y sencillos temas tal y como gustan a los niños y como han sido creados por las leyendas. Sí, el cuento mismo, este descendiente de la leyenda, se vuelve así auténtico y posible (y no simple «imitación»). (Al margen:) La poesía es algo entre el sueño y su interpretación.

      Al despertar de un sueño se retiene, con frecuencia, sin tener en cuenta su contenido, un estado de ánimo alegre o, por el contrario, se siente uno desgarrado: es ahí que se siente con la mayor claridad que la unidad intrínseca de la constitución reside mucho más allá de los fragmentos del sueño. Pues si el sueño se divide y se multiplica, no lo hace sino para salir al paso de la racionalización. Al contrario ocurre en la vigilia, estado de vigilia lógica: cuya realidad reside por completo en la división del yo y de lo opuesto a él: para poder vivenciarse interiormente a sí mismo, tiende a la unificación. Lo irreal en la vigilia es precisamente aquello que permanece en lo puramente subjetivo sin hallar modos de conexión con el mundo exterior puesto que éste forma parte de él y no es superable más que artificialmente. Lo irreal en el sueño es, en consecuencia, precisamente la aparente salida fuera de lo subjetivo en todas sus múltiples realidades, pues éste tiende a evadirse de la realidad básica del inconsciente que abarca conjuntamente al sujeto y al objeto.

      Al poseer esta tendencia, el sueño contiene un rasgo de lo patológico que define a la neurosis y, en último término, al delirio. Al tener la vigilia la tendencia opuesta a resumir de nuevo, su realidad se hunde entonces en la del inconsciente; en el camino, sin embargo, cada instante de la vida, la existencia vigil no es más que un principio deslindado pero igual al enfermo, sólo que mejor adaptado a su finalidad. Desde el primer impulso creador de sueños hasta el más consciente, no son más que etapas del camino.

      CURSO DE TAUSK SOBRE PSICOANÁLISIS

       (Martes, 19 de noviembre de 1912)

      Esta tarde estuvo Swoboda en mi casa; por la noche fui al curso de Tausk, a cuya primera sesión no pude asistir por haber quedado con Adler.

      He hablado frecuentemente con Tausk, y siempre ha resultado agradable, sin saber mucho de él. Lo recuerdo sobre todo por una de sus observaciones durante la discusión con Sadger (sobre sadomasoquismo); me llenó tan plenamente como si yo misma hubiera efectuado la intervención.

      No intervengo nunca, a no ser que no pueda aguantarme, y Freud retoma mis palabras en la discusión.

      La manera como expone Tausk, partiendo de la periferia y dirigiéndose hacia el centro, de modo inverso a como se han ido constituyendo las doctrinas de Freud, es una forma excelente para hacerlas plausibles espontáneamente. Algunos términos me parece que los introduce prematuramente («narcisismo», el más difícil de todos); en otro punto me pareció que quizá Tausk pueda verse perjudicado por ciertas alusiones malévolas con respecto a Adler; injustamente, a pesar de destacar los impulsos yoicos como motivación («propia dignidad») junto a los sexuales, y a pesar de la oposición entre especie e individuo. En realidad, uno no recoge únicamente la impresión de la teoría clásica de Freud, sino también la de que rara vez alguien haya accedido con tanto respeto y amor a los auténticos y reales descubrimientos de Freud, a esos descubrimientos más preciosos aún que la teoría misma (como la «condensación», el desplazamiento», etcétera),35que traen consigo algo de excavaciones de la antigüedad, y cuyo valor no puede verse disminuido por tratarse de fragmentos.

      Un estudiante delgado y de ojos verdes abrió una interesante discusión. (Si se reprime por el displacer o si se quiere reprimir por el mismo motivo. Quizá pueda darse la razón a su principal objeción: «se desea conscientemente» en tanto que la representación reprimida ya ha sido consciente).

      COLOQUIO VESPERTINO

       Freud sobre Swoboda

       (miércoles, 20 de noviembre de 1912)

      Sesión dedicada a informes; asiste Ferenczi,36 de Budapest; informa, como introducción, sobre su programa relativo a la redacción de la que se ha encargado en sustitución de Stekel. El modo como lo expuso fue concreto y simpático. Cada vez me encuentro más cómoda y bien entre aquellos que rodean a Freud. Me agrada, bien sea por algo que proviene de él o por el tipo de trabajo de que se trata.

      Interesante el dibujo de una habitación realizado por un neurótico y que Federn hizo circular entre nosotros: recuerdo, primero, de los objetos más anodinos, y más tarde y más difícilmente de los más importantes; y finalmente, las paredes vacías representando la más absoluta falta de inspiración; por último, lo más significativo y que nos hace volver a las primeras asociaciones (la pantalla azul de una bombilla, «el dolor azul», una virgen con la bóveda celeste sobre la esfera terrestre).

      Freud ha intervenido mucho y animadamente con ocasión de la exposición de Rosenstein37 sobre Swoboda. Freud dijo exactamente lo mismo que había anotado ya hace un año sobre él y Swoboda: Swoboda se refiere exclusivamente al material manifiesto del sueño; ello hace desaparecer, evidentemente, la contradicción entre ambas doctrinas, pero hace insignificante también la interpretación «periódica» de los sueños, y la constatación de períodos de 28 y de 25 días referidos a los mismos.

      EN EL CÍRCULO DE ADLER

       Homosexualidad. Stekel

       (jueves, 21 de noviembre de 1912)

      Furtmüller expuso que Freud «retrocedía en último término a realidades únicas, mientras que Adler las había reducido a manipulaciones del psiquismo». Sin embargo, esto no es cierto pues, si observamos con mayor detenimiento estas realidades sólo llegan a desaparecer en Adler porque, en última instancia, se pone al abrigo epistemológico de una apariencia de lo vivido «como si». Pero como no se trata de esto, sino de la orientación práctica, resulta de nuevo necesario distinguir y separar la posible apariencia de una tal vivencia, es decir, de poner nuevamente en su lugar «lo psíquico» y lo «real»; y en este punto reaparece Freud exigiendo seguir el rastro de lo psíquico hasta allí donde nos sea posible por medios psíquicos, es decir, hasta el punto en que ya no nos queden más que manifestaciones somáticas y éstas están condicionadas por la sexualidad; en cierto modo estamos inscritos por su causa en un todo situado más allá de nuestro yo. Con independencia de lo que el juego de la psique haga con ellos, no saldrá, en este campo, del punto de vista de lo dado que concierne al contenido, pues de la simple «sensación orgánica» somática hasta ella no se eleva ningún puente.

      Esta impresión mía se ha visto reforzada por la conferencia que ha pronunciado el propio Adler sobre la homosexualidad (sobre todo casuística).38 El homosexual que describe, y que en el fondo no existe, crea su propia ficción homosexual no a partir de sus «realidades», sino que se aleja totalmente de ellas, extraño a toda realidad, del mismo modo que gusta hacerlo al neurótico: no es un neurótico por ser homosexual, sino que es homosexual porque es neurótico, y porque precisa de esa ficción. Un homosexual de pulsión primaria formará en lucha contra pulsión tan real, una ficción opuesta y totalmente distinta a fin de «asegurarse» contra ella. Y tan sólo es en los llamados normales en quienes las realidades y las intenciones psíquicas se estimularán mutuamente hasta edificar una personalidad homogénea.

      Stekel hizo acto de presencia en el círculo y fue citado muchas veces en las conferencias. A pesar de haberme sentado (esta vez con Ellen) junto a una mesita lateral, ha venido hasta mí y me ha interpelado acerca de Freud; hemos discutido. Me hablaba como invitada de Adler y en consecuencia no podía provocar un escándalo; Ellen y yo nos hemos marchado aprovechando el descanso. Stekel hizo lo propio. Una vez en la calle, y ante numerosos testigos, tuvo que responder negativamente a mi pregunta de si suscribía las opiniones que Adler acababa de manifestar.

      Aún dejando al margen su presencia aquí en las presentes circunstancias, me doy cuenta de que tendré que dejar de asistir a los coloquios organizados por Adler. Es

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