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uno u otro. Esto no está bien, pero la conducta personal de los disidentes no nos ha dejado lugar donde elegir.

      No me ha pasado por la mente, estimada señora, el imponerle a Vd. semejantes condiciones. Tan sólo solicito de Vd. que, teniendo en cuenta la situación, haga suya una división psíquica artificial y no mencione allí su presencia entre nosotros, y a la inversa.

      COLOQUIO VESPERTINO

       Sadomasoquismo

       (Miércoles, 6 de noviembre de 1912)

      Declaración oficial de Freud sobre la defección de Stekel (como si no concerniera más que al grupo local de Viena, mientras que sé por Adler cuáles son las intenciones de Stekel, y Freud comienza a entreverlas. Sin embargo, me he visto obligada a callar).

      Conferencia de Sadger sobre el sadomasoquismo.22 Freud no ha dicho gran cosa como conclusión al aburrimiento. Con razón pensaba que si la repulsión no despertaba resistencia, el aburrimiento paralizaría el interés profesional por culpa de un material que no estaba coherentemente ordenado. En Sadger hay indudablemente algo que despierta la impresión de que le falta menos la capacidad que el deseo de elevar el material, expuesto mediante una mayor penetración espiritual, por encima de la inapetencia de la pura y simple exposición fáctica; como si el recurso al análisis molestara su contemplación silenciosa y beatífica. Probablemente disfruta más con sus pacientes que no les ayuda o aprende de ellos.

      Conversación con Freud sobre su amable carta, que conservaré como un regalo.

      Regreso a casa con Tausk y Federn, conversando sobre Adler, respecto a quien creo que se muestra más justo Federn que Tausk; pero a Adler le beneficiaría más el apoyo del segundo.

      Tausk realizará un curso sobre Freud23 al que me gustaría asistir.

      EN EL CÍRCULO DE ADLER

       (jueves, 7 de noviembre de 1912)

      En el momento de mi llegada a casa de Adler, éste hablaba telefónicamente con Stekel, de tal modo que pude oír la conversación (sobre la inminente «defección» de Stekel con respecto a Freud). En mi entrevista con Adler se me han aclarado muchas cosas en función de la evolución que ha experimentado. No deja de tener consecuencias que sea discípulo de Marx y que parta de sus intereses por la economía política y las especulaciones filosóficas. Al igual que se mantiene en el proletariado la utopía social apoyándola en la envidia y el odio, así también, según Adler, surge en el niño, como resultado de las comparaciones sociales, un ideal de personalidad elevado hasta lo utópico. Se trata pues de una teoría del medio de carácter racionalista, y entre ella y la inferioridad orgánica sobre la que se asienta desde un punto de vista fisiológico, se derrumba el inconsciente freudiano, por decirlo así, entre defectos orgánicos y formación ideal. Esta circunstancia permitirá a Adler encontrar más fácilmente eco entre fisiólogos y psicólogos teóricos que a Freud, pero sacrifica así el problema central, no siendo por ello la suya una auténtica solución: esto se dilucidará probablemente en la práctica.

      En la medida en que basa toda inferioridad en el plano de lo corporal y todo lo corporal sobre lo genital, subraya su separación de Freud con demasiada fuerza. Dado que una debilidad corporal ulterior no le resultará suficiente como explicación, concibe la teoría de la libido tan sólo «como jerga corporal».24

      Con Adler en la conferencia de Oppenheim25 sobre Fausto II (segunda conferencia). Buena e interesante. Estimulante también la discusión dirigida por Furtmüller25 (¿hasta qué punto es Fausto ese ser inferior en busca de compensación a quien no satisface más que lo inalcanzable?); en ella pudieron verse con gran claridad las desdibujadas líneas divisorias entre lo creativo y lo neurótico, ese problema tan poco definido. Habría muchas cosas sugestivas en el círculo de Adler si se mantuviera fuera del psicoanálisis.

      C. G. JUNG, LIBIDO

      He leído su último y desastroso trabajo;26 el doctor Tausk me trajo al hotel el Jahrbuch [Anales] para que pudiera tenerlo un día. Desgraciadamente, por culpa de Harden,27 que venía insistiendo en que nos viéramos, he decidido perderme una clase de Freud.

      En mi veloz repaso del largo trabajo de Jung, he llegado a la siguiente conclusión: su principal error coincide con el de Adler; la síntesis prematura y consiguientemente estéril. Sólo que Adler no está embaucado por la teoría de la evolución y la verborrea del monismo y de la energética, y procede más filosóficamente, es decir, parte del hecho consciente en sí. Jung procede a la inversa: quiere explicar la libido genéticamente, y para que pueda abarcarlo todo en su interior diluye sus extremos según le conviene. Así, se le adjudica un estadio presexual, al que pertenecen ya pulsiones yoicas como el hambre, etcétera, y se sublima en forma postsexual dando lugar a todas las potencias del alma. No es posible apreciar con mayor claridad que en esta verborrea pseudofilosófica que el auténtico monista, es decir, el pensador unitario, es precisamente aquel que, empíricamente hablando, permite la subsistencia de cualquier dualismo, es decir, la polaridad dada de toda manifestación a fin y efecto de no desposeerla de la vida por necesidades de una sistemática árida y subjetiva.

      Me han complacido las consideraciones de Jung sobre los pensamientos incestuosos y su extensión a la «añoranza del seno materno».28 Las simbolizaciones sexuales hallarían aquí un lugar adecuado para ser formuladas, presuponiendo que no las haga resaltar con el único objeto de debilitar el término prohibido de incesto. A veces llega uno a sospechar que la disputa terminológica desembocará en otra mucho más profunda y en absoluto ceñida a las palabras.

      Sigmund Freud a Lou Andreas-Salomé

       (10 de noviembre de 1912)

      Si he entendido correctamente desea Vd. una entrevista conmigo. Hace tiempo que se la hubiera propuesto de no haberse sumado en los últimos tiempos a mis ocupaciones habituales las gestiones que comporta la creación de la nueva revista ya.

      No sé si sus costumbres le permiten una discusión después de las 10 de la noche; mi tiempo libre no empieza antes. Si se decide a hacerme el honor de una visita a hora tan avanzada, me comprometo con agrado a acompañarla hasta su casa. En tal caso, el miércoles por la tarde podríamos fijar el día.

      Ayer la eché a faltar en clase y me alegra saber que su visita al campo de la protesta masculina no es la causa de su ausencia. Tengo la mala costumbre de dirigir mi exposición a alguna persona concreta entre mis oyentes, y no dejé ayer de fijarme, como fascinado, en el asiento vacío que habían reservado para Vd.

      CONFERENCIA DE ADLER EN LA ASOCIACIÓN MÉDICA

       (martes, 12 de noviembre de 1912)

      Ellen y yo fuimos juntas; reímos mucho por todo lo sucedido. Después fuimos a un café donde Adler se ha mostrado divertido y amable. Sólo he podido hablar seriamente con él en el camino. Pero no he conseguido «situarlo» realmente. Así, por ejemplo, respecto al análisis expuesto por él en la conferencia; las manifestaciones dolorosas pudieran ser arrangements, pero por otra parte parecen ricamente fundamentadas; si concibe esto de modo que toda manifestación semejante exprese, incluso en el animal, una voluntad de hacerse notar, y un arrangement, una tal generalización no alcanza a decir nada, al igual que ocurre con su afirmación de que todo enfermo corporal es un neurótico y viceversa. Pues en ambos casos se debe distinguir y articular de nuevo para conseguir pasar de una vaga comprensión de las cosas «por sí mismas» a otra de carácter positivo: así no habrá alcanzado más que la ilusión de saber algo más.

      Otro punto: la inseguridad del neurótico que todo lo espera del futuro, que mora angustiosamente en el presente y que vive la necesidad como necesidad incluso durante la compensación. Frente a estas formaciones ilusorias al servicio de la compensación, las del individuo sano se muestran como una tal anticipación del futuro vivido en el presente:29 como una posesión interior del futuro previa a su despliegue exterior. En este sentido, el hombre «primitivo», el hombre primariamente religioso, podía crear sus propias deidades sintiéndose

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