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XIX, a sostener una regularidad más controlada a lo largo del siglo XX. Este tipo de regularidad se dio, no solo por la mayor estabilidad política del país, sino también por la capacidad económica que adquirió la prensa como empresa. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, se fundaron los periódicos que más permanencia han tenido a lo largo de la historia nacional. Entre ellos se encuentran El Espectador (1887), El Tiempo (1911), El Siglo (1936) y El Colombiano (1912).5 En ese ambiente, precisamente, Alberto Sánchez y Abraham Cortés fundaron el semanario El Gráfico, como el primer medio de comunicación impreso en Colombia que incorporó la fotografía adentro de sus páginas. El Gráfico publicó su primer número el 24 de julio de 1910, cuyo único tema fue la celebración del centenario de la independencia de Colombia. Aunque más tempranamente, una situación parecida se presenta en México, con la aparición de El Siglo XIX (1841) y El Monitor Republicano (1844) como los primeros periódicos mexicanos con un proyecto modernizador liberal. Como en Colombia, en la prensa mexicana se veía el enfrentamiento entre las ideas católicas conservadoras y las divisiones internas de los liberales: “Y no es de extrañar esta situación, si consideramos que en esta segunda mitad del siglo XIX, el enfrentamiento entre liberales y conservadores radicalizó posturas y encontró en las páginas de los periódicos, foros para la discusión”.6 Además de eso, la situación se acentuó en México con la profundización del control de Díaz durante su segunda reelección. La situación quedó entre los liberales científicos, que contaban en sus filas con El Imparcial y La Libertad, y los jacobinos, representados por el Diario del Hogar. Y aunque los periódicos de este último grupo tuvieron menos tiraje, desde ellos se gestaron los clubes liberales, al igual que otras organizaciones que luego le darán origen a la Revolución Mexicana.7 En los periódicos se pudieron identificar distintos grupos que se reunían bajo opiniones similares, las cuales posibilitaron cierta unidad de la opinión pública. Esta unificación contribuyó a definir el término de opinión pública, aunque aquello no significa que esta fuera una, sola y singular, sino que era en realidad la suma de una colección de diferentes posiciones. Tal situación de la prensa muestra que, desde la segunda mitad del siglo XIX, la opinión pública había cambiado su carácter. Hubo en ese sentido una transición de un ambiente en el que los discursos se ponían en juego deliberativo, a uno en el que estos respondían a un juego estratégico. De ese modo, la opinión pública dejó de ser el tribunal neutral que buscaba llegar a una única verdad por medio de la verificación de pruebas y argumentos disponibles, y se convirtió en un espacio de disputa y de negociación estratégica.8

      Tanto en Colombia como en México, las conmemoraciones pueden ser desglosadas en varios componentes. Se alude en esa medida a (1) la organización, aspecto que se deriva de que toda conmemoración demanda una planeación responsable del contenido, la delegación de responsabilidades, los tiempos, la participación, la evaluación y el registro. En tanto, (2) el contenido programático está conformado por el programa general, del cual a su vez se desprenden programas particulares. Asimismo, resulta esencial el lugar de (3) los protagonistas, aspecto alusivo a los memorantes y los memo-rados, al igual que a los incluidos y los excluidos. Además, cabe mencionar (4) el lenguaje y la cartografía, los géneros mediante los cuales el programa y la organización se expresan. De igual modo, es fundamental señalar el lugar de (5) la tradición, que corresponde al espacio, y (6) el registro, el cual atañe a los medios en los que se registra el festejo: los impresos, la publicidad y la museística.9 Entre todos estos componentes, en el presente estudio habrá especial énfasis en la organización, el contenido programático, los protagonistas, el lenguaje y el registro. Así, el interés de la investigación consiste en conocer cuáles fueron los distintos significados que se le dieron a la celebración, comprender bajo qué conceptos se condensaron estos significados, y rastrear los medios por los que estos circularon, al igual que los contextos en que se produjeron.

      De tal modo, hay coincidencias con Enrique Florescano,10 en la medida en que han coexistido múltiples memorias en el pasado mexicano y colombiano, provenientes de varios grupos étnicos, sociales y políticos. Aquello origina la afirmación de que, durante múltiples periodos de la historia, los grupos que integran la sociedad establecen diversas relaciones con el pasado. Es decir, crean distintas imágenes de la patria que en su momento incluso se opacaron unas a otras; y tal fue el caso del oscurantismo en que fue sumida la historia colonial de México durante la época posterior a la independencia:

      Al rechazo de los indígenas como parte constitutiva de la realidad nacional se sumó la erradicación de los conservadores de la memoria política de la Nación. El triunfo de los liberales sobre los imperialistas franceses y sus partidarios nativos, los conservadores, señaló a estos como traidores[. E]n el mejor de los casos los condenó al olvido, pues desde entonces los políticos, los pensadores, los episodios históricos y los valores conservadores fueron prácticamente borrados de la memoria construida por los liberales y más tarde por los ideólogos del estado que surgió de la revolución de 1910.11

      Mientras la historiografía oficial mostraba su versión de nación incluyente y acallaba en la medida en que pudiera las otras voces, los periódicos se valían de las nuevas tecnologías para resaltar determinados aspectos de las celebraciones que se hacían; de tal modo, mostraban las pugnas que se presentaban cuando se veían enfrentados los discursos de los grupos políticos, como se nota en el caso de la Revista de la Comisión del Centenario de Colombia,12 y El imparcial y El Diario del Hogar de México. En medio de ese ambiente de deliberación, es posible reconocer los distintos significados que podían tener y la importancia que recobraban, para cada país, conceptos como orden, progreso y libertad. En Colombia, el discurso oficial de la celebración del centenario estuvo rodeado por un deseo de conciliación y esperanza, el cual era guiado por la próxima posesión del presidente elegido Carlos E. Restrepo; mientras tanto, en México, el discurso de la prensa se enardecía por las discusiones originadas en el seno de la oposición ante la tercera reelección del general Porfirio Díaz: intercambios en los cuales se reconstituían las definiciones de dichos conceptos.

      Desde el caso europeo, el estudio de las conmemoraciones se ha originado adentro de la Escuela de los Annales, a partir del análisis cimentado en el significado de la celebración de la Revolución Francesa; hito que es visto desde el presente como una proyección hacia el pasado y el futuro.13

      Para el caso latinoamericano, la reflexión sobre las fiestas conmemorativas ha girado alrededor del quinto centenario del descubrimiento de América. Este evento produjo mucha polémica en torno a la pregunta ¿qué celebrar? Pero, sobre todo y desde la perspectiva de un pensamiento crítico, se desarrolló el interrogante ¿tenemos algo que celebrar? Acorde con esa línea, se publicaron reflexiones como la de Rafael Díaz14 y Pedro N’dongo Ondo Andeme.15 Ambos trabajos afirmaban que, en lugar de celebrar y conmemorar, se debía rechazar, denunciar, objetar y crear conciencia, para dar origen a un mundo distinto, en el que la convivencia y la tolerancia fueran el centro de las relaciones sociales.

      Por otro lado, en la medida en que los países latinoamericanos pasaron por las celebraciones de los bicentenarios de las independencias, los estudios sobre los festejos empezaron a aparecer como reflexiones sobre qué, cómo y para qué celebrar.16 Recientemente, Carlos Martínez Assad publicó el texto La patria en el Paseo de La Reforma.17 Dicho estudio muestra cómo se conmemora desde 1812 el inicio de una nación con diferentes actividades, según el momento histórico que se vivía, hasta la última prolongación del paseo, que se presenta como un lugar privilegiado de la memoria mexicana. De hito en hito, narra cómo a lo largo de la historia mexicana se ha discutido si es más relevante el momento del Grito de Independencia o la consumación de esta; según el autor, asunto relacionado con la filiación política del gobernante de turno. Se destaca además el libro de Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna,18 por medio del cual se analiza la participación de México en las exposiciones universales hasta 1930, como reflejo de la configuración del concepto de nación moderna en México. Para el presente estudio fue muy valiosa la primera parte de aquel análisis, la cual estaba dedicada especialmente a la participación en la Exposición Universal de París en 1889, como ejemplo a seguir para llevar a la nación a la modernidad.19 Igualmente, encontramos la tesis doctoral de Mariana Borrero Opinión pública sobre la presencia

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