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encantada. Su padre se merecía volver a ser feliz.

      –Hacen buena pareja –dijo Trent, observándolos–. Seguro que no lo soportas.

      Sorprendida ante un ataque tan directo, Julia arremetió de inmediato.

      –Tu madre es muy agradable. Muy distinta a ti.

      Aquella indirecta dio en la diana.

      –Admítelo, cariño. No puedes soportarlo. Mi madre y tu padre juntos…

      –Juntos. Ni me lo había planteado.

      –Quizá tengas que hacerlo. Tu padre está detrás de mi madre. Y ella no se queja.

      –¡Por favor! ¡Si acaban de conocerse!

      –¿Como nos conocimos tú y yo en la boda de mi hermano? –Trent arqueó una ceja en un gesto provocativo.

      Julia cerró los ojos un instante.

      –Bueno, eso es algo que no quiero recordar.

      –Parece que los Tyler se sienten atraídos por los Lowell. Podría ser genético. Pero yo creo que se trata más bien de un gusto excelente.

      A Julia se le cayó el corazón. Se perdió en las profundidades de los ojos de Trent, que esbozó una sonrisa cálida.

      –Estás invitada a venir a mi casa, Julia. Quiero que vengas. A cualquier hora, en cualquier momento, de noche o de día –dijo yendo hacia la entrada posterior de la recepción del hotel.

      Con las piernas flojas, Julia se sentó en la silla y se aferró a los reposabrazos. Si hubiera hablado en serio…

      Era imposible. Su corazón sabía que la dejaría al cumplirse el contrato. En cuanto reflotara la empresa y ganara la apuesta, él pasaría página.

      Ella ya había sido víctima de sus encantos, y entonces la había herido profundamente. A él solo le importaba el hotel.

      –¿Julia, te encuentras bien? –le preguntó Kimberly.

      –¿Kim? ¿Todavía estás aquí? Pensaba que estarías exhausta después del paseo hasta Shadow Ridge.

      –Estoy cansada –se sentó al lado de Julia mientras los camareros recogían las mesas–. Pero me he quedado hasta tarde para terminar con el papeleo.

      Julia sonrió.

      –Estás entregada al trabajo.

      –Y un poco frustrada.

      Julia olvidó sus problemas con Trent por un momento.

      –¿Qué sucede?

      Kim se encogió de hombros.

      –Es Pete. Por fin tuve el valor de hablar con él. Hemos quedado tres veces y hemos hablado un poco. Creo que le he dado suficientes señales. Solo me falta arrojarme a sus brazos. Él parece interesado, pero entonces… nada. Me saluda con cortesía, sonríe y sigue de largo.

      Julia bajó la vista. Ella era la persona menos indicada para dar consejos en el terreno amoroso. ¿En qué estaba pensando cuando había decidido hacer de celestina entre Pete y Kim? Las cosas eran muy sencillas.

      «No te involucres con un compañero de trabajo…».

      –A veces es mejor así.

      –¿Qué? ¿Es esta la mujer que me dejó a solas con él el otro día?

      –No estaba planeado –dijo Julia.

      Si Trent decía la verdad sobre Pete, Kim podía sufrir.

      –Yo tenía buena intención, pero algunas cosas simplemente no salen bien.

      Kim entrecerró los ojos.

      –No estás hablando de Pete, ¿verdad? He visto cómo os miráis el jefe y tú. Hay química.

      –A veces la química resulta peligrosa, Kim. Ya tuve un romance en el trabajo, pero no salió bien y las cosas fueron muy incómodas después.

      Kim la miró fijamente.

      –Lo siento –le dijo en voz baja.

      Julia se encogió de hombros.

      –Ya es historia.

      –Creo que estoy enamorada de Pete –confesó Kim.

      Julia le puso la mano en el brazo, dando a entender que la comprendía. Los asuntos del corazón debían ser tratados con suma delicadeza.

      –Puede que tengas razón. Deja que las cosas ocurran de forma natural. Ten paciencia y déjate llevar. Forzar las cosas sería un error.

      –Intento tener paciencia, pero es difícil.

      Julia asintió.

      –Lo siento. No te he sido de mucha ayuda hoy.

      –Lo entiendo, Julia. También estás enamorada.

      Julia abrió los ojos y levantó las cejas, sorprendida.

      –No. No lo estoy.

      Aquellas palabras salieron de su boca con demasiada facilidad, pero Kim no debió de creérselo.

      –De acuerdo.

      –Olvidémonos de los hombres por esta noche. Mejor pensemos en la fiesta de mañana. Me alegro mucho de contar con tu ayuda.

      Las dos mujeres se levantaron y echaron a andar la una junto a la otra.

      La mente de Julia se llenó de bebés con caras de angelitos y tartas con merengue.

      Esos sí que eran pensamientos felices.

      Aquella sería la fiesta de premamá con la que tantas veces habían soñado cuando eran adolescentes. Julia mandó poner una enorme carpa blanca junto al lago, muy cerca del embarcadero. Las mesas para ocho estaban cubiertas con manteles blancos y azules decorados con arreglos florales, biberones llenos de golosinas y botitas de bebé hechas a mano. También había juegos, y si los hombres se quejaban, a Julia no le importaría. Tendrían que hacer el tradicional juego del papel higiénico para adivinar el contorno de vientre de Laney y también harían crucigramas de maternidad.

      La escultura de hielo con forma de bebé que sostenía una botella dentro de una cuna se derretía en el calor del desierto de Arizona, pero a Julia le habían asegurado que duraba tres horas.

      Los invitados ya habían tomado asiento y como la carpa estaba cerrada por tres lados, los clientes que salieran del hotel por la puerta trasera no podían verlos. Todo estaba listo, y Julia se estaba impacientando.

      Brock Tyler, el hermano de Trent, se le acercó.

      –Trent dice que ya han llegado y que están en la habitación. Los va a hacer salir con la excusa de dar un paseo.

      –Oh, gracias –dijo ella, mirando aquellos ojos oscuros y profundos de la familia Tyler.

      Brock también era apuesto, pero lo era de otra forma. El hermano del dueño del Tempest West tenía un aire desenfadado y sofisticado, nada que ver con el aspecto duro y serio de Trent. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones negros de Armani que llevaba puestos.

      También era un rompecorazones, pero tenía otro estilo.

      –Me alegro de que Evan vaya a tener el primer nieto de la familia Tyler –dijo sonriendo–. Ayuda a aliviar la tensión.

      –Tu madre estará encantada.

      –¿Lo bastante como para dejarnos en paz a Trent y a mí durante un tiempo?

      Julia se encogió de hombros.

      –No la conozco muy bien, pero supongo que querrá más nietos… al final.

      –Entonces le toca a Trent la próxima vez.

      Julia levantó la cabeza de golpe y se imaginó a Trent como padre.

      Brock la miró fijamente

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