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en la gestación de las ciencias contemporáneas, estaremos en condiciones de construir un punto de vista privilegiado para observar cómo se imaginaron e inventaron las ciencias y cómo éstas lograron adquirir un lugar tan importante en el espacio social de nuestros tiempos.

      Acercarse al ambiente científico del Segundo Imperio a través de los trabajos y los días de la Comission Scientifique de Mexique, de la Comisión Científica, Artística y Literaria, así como de la Academia Imperial de Ciencias y Literatura, permite conocer la forma en que se fueron configurando las nuevas disciplinas científicas al abrigo de los imperios y las naciones.

      Edna Suárez Díaz presenta el trabajo "Determinismo tecnológico revisitado: algunas ideas en torno al impacto de la biotecnología en nuestras vidas –¿o viceversa?" Señala que la discusión en torno al determinismo tecnológico ha sido constante en los estudios sobre la tecnología. La idea cobra interés, e incluso vigencia, en el marco de los numerosos problemas que hoy enfrentan las sociedades ante los avances científicos y tecnológicos, pese a que difícilmente exista hoy en día algún pensador que defienda estrictamente el determinismo. Entre las razones para que el tema, sin embargo, continúe vigente, destacan dos. La primera tiene que ver con una experiencia generalizada en las sociedades industrializadas: la influencia y peso innegables que el desarrollo tecnológico tiene en las formas de vida. La segunda tiene un carácter epistémico. Se trata de una cuestión de interés fundamental y general en el ámbito de las ciencias sociales: la naturaleza de sus explicaciones. Una reflexión acerca de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad difícilmente puede, aún hoy en día, eludir el problema del determinismo tecnológico. Se plantean ejemplos relacionados con las Técnicas de Reproducción Asistida para considerar las consecuencias sociales que irremediablemente tienen los desarrollos tecnológicos.

      Los estudios sociales de la ciencia y la tecnología nos han mostrado, con diferentes argumentos y desde diferentes ángulos, que la visión dicotómica tradicional, que separa a éstas como esferas autónomas del resto de la vida social, es insostenible. Las barreras de lo social y lo natural se encuentran en constante redefinición, y el caso de las tra no es más que uno de los ejemplos más extremos que nos muestran que aquello que asumíamos como natural –por citar el más extremo, la maternidad biológica– se ha convertido en el producto de una serie de prácticas materiales (esto es, técnicas) y sociales.

      Finalmente, Carlos López Beltrán y Francisco Vergara Silva presentan "La construcción política del genoma del mestizo mexicano", en donde hablan sobre cómo la Genómica Humana se ha convertido en un núcleo de problemáticas bioéticas y biopolíticas sumamente activo y controvertido. Entre los efectos de la poderosa nueva tecnología de secuenciación genética y genotipado está un impulso renovado a la racialización de las categorías empleadas en la antropología y la biomedicina. En México esto cobró impulso a partir del año 2004 cuando un grupo de influyentes médicos y políticos decidieron impulsar la creación del Instituto Nacional de Genómica Médica (INMEGEN). Liderados por Guillermo Soberón Acevedo, y como cabeza visible Gerardo Jiménez Sánchez, este grupo empleó estrategias retóricas y científicas diversas para consolidar su proyecto. Este trabajo intenta describir, contextualizar y analizar el episodio reciente en el que el grupo de biomédicos que conformaron el INMEGEN en los primeros años de su existencia (2005-2009), dirigieron sus mayores esfuerzos hacia un proyecto de investigación poblacional que sus impulsores llamaron el "genoma mestizo de los mexicanos". Con el fin explícito de enfrentar importantes problemas nacionales de salud putativamente asociados a enfermedades comunes que, se afirmó, son consecuencia de las particularidades genómicas de los mexicanos. Se hacen aquí algunas críticas sobre las estrategias retóricas, políticas y metodológicas que aquel pequeño grupo de científicos mexicanos fue utilizando en esos años para convencer a varios sectores del público, de que un constructo teórico como el "genoma del mestizo mexicano" es un hecho biológico y un recurso económico, y que la fundación de una institución especial de investigación valía la pena, pues ésta le daría con el tiempo el poder patrimonial a los mexicanos sobre tal "recurso". En el contexto de las muchas críticas y contra críticas que en las últimas décadas se han venido dando en relación al uso de "raza" como una categoría válida dentro de la investigación biomédica, este ejemplo mexicano permite desarrollar una serie de cuestionamientos sobre la validez científica y ética de la creación y la inserción en el discurso científico de constructos teóricos racialistas imaginarios, como el "genoma mestizo", que sólo sirven al propósito de apuntalar los intereses de ciertos grupos particulares de médicos y genetistas.

      Agradecemos el valioso apoyo de Carolina Espinosa Caballero y de la Cooperativa Editorial Viandante en el trabajo de corrección y edición de los artículos que componen este volumen.

      Perspectivas generales

       Fernando Broncano

       El olvido de Epimeteo y la tensión entre conocimiento experto y democracia

      La polis vio nacer en la época de esplendor ateniense la tensión entre el conocimiento experto y el orden político, entre un orden social orientado hacia la búsqueda de la eficiencia (quizá ocasionalmente la verdad) y un orden social orientado hacia la búsqueda de la justicia; una tensión que aún forma parte de los complejos fundamentos de la democracia que todos deseamos, en la que una sociedad bien ordenada logre acoger sin tensiones una ciencia y tecnología bien ordenadas. El Protágoras de Platón inserta en sus comienzos un mito narrado por Protágoras, el principal de los filósofos que han sido llamados sofistas, quien, en contra de Sócrates, sostiene que todos los ciudadanos poseen un conocimiento igual de la justicia. Se trata de la historia de Prometeo y Epimeteo, dos hermanos que fueron encargados por los dioses de repartir los dones entre los seres vivos. Epimeteo le pidió a Prometeo que le permitiese realizar la tarea y así, con sentido de la equidad, repartió de forma imparcial las virtudes o funciones entre los animales: el tamaño, las defensas, velocidad, etcétera, teniendo en cuenta que cada especie tuviese su particular ventaja frente a otras. Agotados sus recursos de dones, Epimeteo descubrió que había olvidado a los humanos que se encontraban desnudos y desprotegidos y que ya no tenía don alguno que repartir entre ellos. Cuando llegó Prometeo a inspeccionar el resultado y reparó en el desastre, intentó arreglarlo robando a los dioses el ingenio científico y técnico junto con el fuego, sin cuya energía no habrían podido ejercer sus artes. Prometeo fue castigado cruelmente por este robo, pero los humanos comenzaron a proliferar y extenderse armados cada cual con sus respectivas destrezas técnicas. Sus nuevos conocimientos, sin embargo, les fueron de poca utilidad pues no conocían las artes de lo social y estaban en una continua guerra entre ellos, incapaces de fundar ciudades y habitarlas. Por eso Júpiter resolvió definitivamente el problema enviando a Hermes, quien repartió entre todos los humanos, por igual, el conocimiento y el sentido de la justicia, y a partir de ese momento nacieron las polis y las leyes.

      La narración de Protágoras es una de las primeras formulaciones de la idea de contrato social que conformará toda la filosofía política moderna. Podríamos traducirlo a los términos del republicanismo contemporáneo sin que perdiese su fuerza metafórica: los individuos se convierten en ciudadanos al adquirir este saber que llamamos el juicio de lo justo y lo injusto, y este saber les iguala a todos por encima o por debajo de sus diferencias sociales o culturales y, en lo que a nosotros nos importa, de sus diferencias en el conocimiento experto de la ciencia y la técnica. La posición de Protágoras no sería pues distinta a la de muchos defensores radicales de la democracia que consideran, y consideraban ya en Atenas, la asamblea de ciudadanos como el órgano máximo que determina el orden de la ciudad, que ocasionalmente consulta a los expertos sobre algunas cuestiones particulares de su ámbito de conocimiento, pero que es y se siente soberano en la deliberación y en la posterior determinación de sus decisiones. Así que parecería que el olvido de Epimeteo habría quedado reparado por la primera intervención heroica de Prometeo y la posterior de Júpiter. Según este mito, el conocimiento experto es necesario para la supervivencia y la satisfacción de necesidades, pero es insuficiente y deficitario para

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