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Orden fálico. Juan Vicente Aliaga
Читать онлайн.Название Orden fálico
Год выпуска 0
isbn 9788446036753
Автор произведения Juan Vicente Aliaga
Жанр Документальная литература
Серия Arte contemporáneo
Издательство Bookwire
Las pinturas de Sickert que he analizado se alejan de una perspectiva idealizadora del ser humano y se completan con otras en las que aflora de nuevo el desencuentro entre hombres y mujeres. Por ejemplo en Off to the pub, 1912, en la que un hombre hace ademán de salir de la casa mientras su mujer, con la mirada fija, refleja la tensión de una probable disputa. En Ennui, 1914, los dos personajes retratados (probablemente esposos) miran en direcciones opuestas dando a entender posiciones existenciales bastante distantes y distintas.
En los mismos años en que Sickert hacía uso de la práctica pictórica para plasmar una concepción de la modernidad desabrida e infeliz en la que la violencia latía, se estaban gestando en Italia las bases de lo que se daría a conocer mediante un artículo publicado en el periódico francés Le Figaro, el 20 de febrero de 1909, como el futurismo. Frente a la pintura más o menos intimista de interiores (casas, teatros de music-hall…) de tonos sombríos, de Sickert, el futurismo irrumpe como una inyección de energía desbordante. La violencia exaltada de los italianos –en particular la de Filippo Tomasso Marinetti– se propone como instrumento para conseguir la limpieza cauterizadora que la sociedad, según la retórica futurista, necesita. Nada mejor que la guerra para traer higiene al mundo.
Los actos violentos que reivindica el futurismo italiano, y que rezumaron también, años después, las proclamas fascistas, convierten el cuerpo social, metafórico y también el biológico, en un lugar de conflicto[13]. En él prima la virilidad, es decir la exaltación de la masculinidad, y se desdeña y ultraja sin ambages a la mujer. Trataré de mostrarlo analizando el primer manifiesto futurista redactado por Marinetti en francés para el periódico citado. En el punto noveno del mismo se afirma con rotundidad:
Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo–, el militarismo, el patriotismo, el ademán destructivo de los anarquistas, las grandes ideas por las que se muere y el desprecio a la mujer[14].
En otro de los apartados del manifiesto, el décimo, amén del empeño aniquilador hacia lo que los futuristas perciben como antiguo y absoluto y, como encarnación de la cultura adocenada y de las reglas y órdenes convencionales, se hace hincapié también en la lucha contra el feminismo, al que se yuxtapone el significativo combate «contra el moralismo». ¿Qué entienden por esto? ¿Qué pensamiento subyace a este intento de amalgamar y de poner en un mismo nivel el desdén hacia los museos, que conlleva una crítica a lo añejo o incluso a una visión momificada de la cultura, con el feminismo y sus reivindicaciones emancipadoras? ¿A qué feminismo se refieren? ¿Se está apuntando al bregar de las sufragistas que en esta fecha no habían obtenido todavía fruto en países como Gran Bretaña, Italia y Francia? ¿O se alude acaso a una animadversión sexista y de tipo visceral hacia quien todavía en aquellos años era tildado de sexo débil? ¿Tenían en cuenta Marinetti y los suyos que el empuje del feminismo, todavía balbuciente entonces, suponía una crítica a los roles y valores que se vinculaban tradicionalmente con las mujeres, algunas de las cuales pretendían acabar con el sometimiento al machismo? ¿Era acaso un miedo a perder los privilegios masculinos lo que les escocía y lo que se ocultaba tras el «desprecio a la mujer»?
Veamos con exactitud la redacción del apartado décimo del manifiesto futurista:
Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, combatir contra el moralismo, el feminismo y contra todas las vilezas oportunistas o utilitarias.
En un afán por quebrar las normas establecidas y la rancia moral, ¿se estaba acaso identificando el prohibicionismo de la moral, la pudibundez victoriana y los interdictos de la Iglesia católica con la imposición de un nuevo horizonte, de nuevas reglas del juego que proponían las sufragistas? Piénsese que Marinetti, que fue amamantado por una nodriza sudanesa y educado en Alejandría en francés, y posteriormente en Italia, es producto de una cultura religiosa machista en la que la mujer estaba totalmente subordinada al marido y al padre. Por otro lado, tras 1905, al menos en Francia se había iniciado la separación de la Iglesia respecto del Estado llegando a la formación de un país laico, lo que fue percibido entre la progresía como un avance social de largo alcance. ¿Pensaban acaso los futuristas que el feminismo equivaldría a la aplicación de un nuevo moralismo, de un nuevo corsé que sustituía al católico? ¿Es esta hipótesis razonable? ¿Se sentían inquietos por las propuestas de sufragistas (por ejemplo, en Italia: Anna Maria Mozzoni; en Francia: Nelly Roussel y Madeleine Pelletier), que habían bregado para que las mujeres fueran consideradas ciudadanas de pleno derecho?
Lo que se desprende de las briosas y virulentas declaraciones futuristas es que en el seno de esta vanguardia la divisoria de lo que entonces se denominaban sexos parece bien marcada y diferenciada. El orden fálico contaba con profundas raíces culturales y sociales que el futurismo no sólo no cuestionó sino que reforzó en medio de un ambiente prebélico.
El primer manifiesto futurista, que tuvo gran eco[15] en Francia y también en los cenáculos culturales y artísticos europeos, tanto entre los detractores como entre los entusiastas, denota una clara fascinación hacia la violencia, como ha señalado Zeev Sternhell[16]. El punto tres del mismo se refiere a la exaltación de «la bofetada y el puñetazo», lo que puede traer a las mientes, aunque sea antes de su tiempo, lo que devendrán las habituales prácticas entre las milicias de los camise nere de años posteriores, y en Alemania, de los Freikorps. El texto de Marinetti incluye varias alabanzas al comportamiento o «carácter agresivo» (punto siete), que no puede ser sino masculino, además de una loa «al amor al peligro» (punto uno) y a la audacia (punto dos). Todos estos atributos, que han desempeñado el papel de nutrientes de la ideología del fascio, lo son también del orden fálico imperante en aquellos tiempos.
Dado que en este ensayo no pretendo utilizar un enfoque determinista que enlace inextricablemente la biografía con la producción artística, trataré de evitar centrarme en el hallazgo de rasgos o conductas encuadrables en lo fascistoide en la vida cotidiana de Marinetti y de otros futuristas. No obstante, no se puede minusvalorar el hecho de que para Marinetti el futurismo era una manera de vivir, de sentir y de comportarse. Dicho esto, es preciso remitirse al fundamento conceptual que se encuentra en los textos para entender cuál fue la Weltanschauung del autor italiano. Obviamente se ha de tomar en consideración que, años después de la publicación de los principales manifiestos futuristas (los hubo sobre cuestiones tan variopintas como la escultura, la ciencia, el teatro, el traje, la fotografía, la música, la mujer…), en 1919, Marinetti se adhirió al partido fascista y que en 1924 escribió Futurismo y fascismo, dejando clara su aquiescencia con la ideología mussoliniana y dando fe de que el fascismo suponía el cumplimiento de sus ideales futuristas. Por otro lado, es importante señalar que antes de 1915 ya hubo algunas disensiones en el seno del futurismo y que las opiniones de Marinetti no contaron con total apoyo entre los artistas que habían firmado los manifiestos.
Además de lo escrito en los distintos manifiestos, el componente de género ligado al culto a la violencia, se observa también en otra faceta destacada de la trayectoria de Filippo Tomasso Marinetti, la de novelista. En particular en Mafarka le futuriste, escrita en francés y posteriormente vertida al italiano por Decio Senti, secretario de Marinetti; obra que le valió al autor, según consta en las Edizioni Futuriste di «Poesia» de la Direzione del movimiento futurista, con sede en Milán, un proceso que supuso el secuestro del libro.
Esta novela, publicada[17] en 1909, fue tachada de pornográfica en el país natal del autor.
Se trata de un texto literario ambientado en la costa norte de África en las postrimerías del siglo XIX en el que se narran las peripecias de un señor de la guerra, Mafarka-el-Bar,