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eran buenas.

      Pero seguía sintiendo miedo a algo inexplicable. Varios psicólogos y educadores, primero en el orfanato, después en el colegio, se habían esforzado por explicarle que no sucedía nada malo, que ella no tenía poderes especiales, que nadie la buscaba para matarla, porque ella no era una bruja, ni estaban en la Edad Media, sino en los umbrales del siglo XXI.

      Victoria había acabado por creerlos.

      Sin embargo las dudas seguían torturándola, hasta que por fin ocurrió lo inevitable.

      Jamás olvidaría aquella clara mañana de verano, dos años atrás. Ella y su abuela habían ido de vacaciones a un balneario suizo. Victoria se había unido a una excursión a la montaña que se organizaba desde el hotel. Se había desviado un poco de la ruta al oír un grito, y llegó allí antes que nadie. Descubrió que se trataba de una mujer inglesa que se había despeñado. Estaba al pie de un risco, inconsciente y con una fea herida en la sien. Victoria no lo dudó. Utilizó su poder.

      Y la curó.

      Después, todo sucedió muy deprisa.

      Intuyó que estaba en peligro por el simple hecho de haber curado a aquella mujer. Su sexto sentido le dijo que había atraído la atención de alguien muy peligroso. Se levantó con presteza y echó a correr.

      Se internó en el bosque. Sentía que alguien la seguía. Notaba un aliento gélido acercándose cada vez más. Sabía que no tardaría en alcanzarla, y entonces...

      Entonces había llegado Shail y se la había llevado de allí.

      A Limbhad.

      Su vida cambió radicalmente desde aquel momento.

      No había llegado a ver el rostro de la muerte, pero sí había sentido su presencia demasiado cerca. Kirtash no había logrado atraparla aquella vez.

      Después de que Alsan y Shail le explicaran lo que estaba pasando y por qué no debía volver a utilizar su poder, Victoria regresó al hotel suizo. Por suerte, su abuela ya estaba haciendo las maletas; había discutido con el gerente del hotel por alguna razón y había decidido, molesta y ofendida, dar por finalizadas las vacaciones de inmediato. Victoria agradeció aquella casualidad, y que su abuela tuviera cambios de humor tan bruscos. Las dos regresaron a España aquel mismo día, y la chica pudo alejarse por fin de aquella pesadilla.

      Pero nada volvió a ser igual desde entonces, porque ahora ya no estaba sola en el mundo. Tenía a Shail y a Alsan; tenía Limbhad y tenía Idhún. Desde el principio se había aplicado con entusiasmo a descubrir más cosas sobre Idhún, de donde procedían sus nuevos amigos, y el joven mago se había convertido para ella en el hermano mayor que nunca había tenido.

      —Y eso es todo –concluyó Victoria–. Esta vez Kirtash me ha encontrado demasiado cerca de mi casa. No sé si debo volver o quedarme aquí...

      —No puedo ayudarte en eso –respondió Jack–. Yo, por ejemplo, no puedo volver.

      Victoria lo miró un momento.

      —Comprendo –dijo.

      —No puedo decidir por ti, Victoria, pero quiero que tengas en cuenta que, si optas por quedarte aquí y abandonar tu casa, ya no podrás volver nunca más. No creo que sea una decisión que debas tomar a la ligera.

      Victoria bajó la cabeza y se mordió el labio inferior, pensativa.

      —Eh –Jack la hizo alzar la mirada; sus ojos verdes se clavaron en los de ella, con una seriedad impropia de un chico de su edad–. Decidas lo que decidas, sabes que nosotros siempre estaremos aquí. Y, en cuanto me dejen unirme a las misiones de búsqueda, en cuanto me den una espada, yo también podré defenderte y pelear a tu lado. No estarás sola, ¿vale? No te abandonaremos a tu suerte. Ya lo sabes.

      Victoria sonrió.

      —Gracias, Jack. Tienes razón. No hay motivo para pensar que mi casa ya no es segura. Volveré con mi abuela. Solo he de tener más cuidado de ahora en adelante.

      Hubo un silencio entre los dos. Entonces, Jack recordó la extraña conversación que había escuchado a escondidas:

      —Mmmm... ¿Victoria? ¿Puedo preguntarte algo?

      —Claro.

      —¿Quién... quién es Lunnaris?

      De pronto, Victoria se puso rígida y se separó de él.

      —No lo sé –dijo con algo de brusquedad.

      —No quería ser indiscreto –murmuró Jack, confuso. Victoria se arrepintió enseguida de haber sido tan seca. Jack no podía saberlo...

      «La miré a los ojos», le había dicho Shail cuando le habló de Lunnaris por primera vez. «La miré una vez a los ojos y nunca he podido olvidarla. Sé que está aquí, en alguna parte. Y creo que tú te cruzaste con ella en algún momento de tu vida, aunque ahora no lo recuerdes».

      No, Victoria no la recordaba. Pero estaba segura de que si la hubiese visto, no la habría olvidado. Y, aunque comprendía perfectamente lo importante que era Lunnaris para la Resistencia, también sabía que para Shail aquella búsqueda era algo personal, muy personal. Y no podía evitar sentirse algo celosa e, incluso, en sus momentos más bajos, llegar a sospechar que Shail la protegía solo porque ella podía conducirlo de nuevo hasta su querida Lunnaris, aunque en el fondo supiera que eso no era verdad.

      Pero Jack no tenía por qué saber todo eso.

      —Lo siento –se disculpó–. No es culpa tuya. Es que hoy... bueno, estoy muy nerviosa. No soy yo. Y dentro de nada tendré que volver a casa porque es la hora de la cena, y estoy... asustada, ya sabes.

      —No debes estarlo –le dijo Jack–. No permitiré que Kirtash te haga daño.

      Victoria abrió la boca, pero no fue capaz de decir nada.

      —Y –añadió Jack– estoy convencido de que algún día estaré preparado para luchar contra él. Y ese día acabaré con su vida, te lo juro; para que ni tú ni yo, ni nadie más, volvamos a tener miedo por su culpa.

      Victoria sintió un nuevo escalofrío; pero en esta ocasión no fue debido al recuerdo de Kirtash, sino a la rabia y el odio que había percibido en las palabras de su amigo.

      IV

      «NO ESTÁS PREPARADO»

      J

      ACK no podía dormir. Tenía sincronizado su reloj con la hora de la ciudad de Victoria; así se aseguraba de estar despierto por las tardes, cuando ella llegaba, y de llevar más o menos un horario racional en la noche perpetua de Limbhad. Alsan y Shail eran más caóticos en ese sentido. Dormían cuando tenían sueño, comían cuando tenían hambre. Aunque Jack no saliese de Limbhad, ellos dos sí cruzaban a menudo la Puerta interdimensional. Le habían explicado que la entrada a Idhún se había bloqueado y que, por tanto, ellos estaban atrapados allí, pero eso no les impedía viajar a la Tierra, donde trataban de adelantarse a Kirtash cuando realizaba una de sus mortíferas expediciones, o rastreaban pistas diversas que Shail descubría en internet. Jack intuía que sus amigos buscaban algo más que magos idhunitas exiliados, pero nunca les había preguntado al respecto. Lo más seguro era que no le respondieran.

      Las misiones de reconocimiento de Alsan y Shail podían llevarlos a cualquier punto del planeta, donde podía ser de noche o de día, por lo que hacía tiempo que habían renunciado a intentar ajustarse a cualquier tipo de horario. Por eso, cuando Victoria regresó aquella noche, a la una de la madrugada, hora de Madrid, Jack estaba tratando de dormir; pero Alsan estaba en la biblioteca, y Shail navegando por internet en el estudio.

      Jack se sintió muy aliviado cuando oyó la voz de Victoria hablando con Shail. Había llegado a temer que su consejo no hubiera sido acertado; se imaginaba a su amiga regresando a casa y encontrándose allí a Kirtash, esperándola... para darle una sorpresa parecida a la que él mismo había tenido al volver a su casa, una noche de primavera, cuatro meses atrás.

      Se dio la vuelta

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