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por alguna razón, ninguna palabra salió de su boca.

      Mami se tambaleó un poco, como si quisiera correr pero no podía hacer que sus piernas se movieran.

      Luego hubo un destello y un terrible ruido fuerte…

      … y mamá cayó al piso.

      Su pecho estaba chorreando algo de color rojo oscuro, y el color empapó su blusa y se extendió en un charco en el piso…

      Riley fue regresada al presente por el sonido de sirenas que se acercaban. Los policías locales estaban llegando.

      Le alivió que las autoridades ya habían llegado para tomar las riendas y hacer lo que fuera necesario.

      Ella vio que los chicos que vivían en el segundo piso estaban bajando y preguntándoles a las chicas lo que estaba pasando. Algunos llevaban camisa y jeans, pero otros estaban de pijamas y batas.

      Harry Rampling, el jugador de fútbol americano que se le había acercado a Riley en el bar, se dirigió hacia donde ella estaba parada en la puerta cerrada. Se abrió paso entre las chicas que aún estaba aglomeradas allí y se le quedó mirando por un momento.

      —¿Qué crees que estás haciendo? —espetó.

      Riley se quedó callada. No tenía sentido tratar de explicar, no con la policía a punto de aparecer en cualquier momento.

      Harry sonrió un poco y dio un paso amenazante hacia Riley. Obviamente había sido informado de que había una chica muerta adentro.

      —Quítate de en medio —dijo—. Quiero ver.

      Riley se quedó parada allí como una estatua.

      —No puedes entrar —dijo.

      Harry dijo: —¿Por qué no, niña?

      Riley le lanzó una mirada mortal, pero se preguntó: «¿Qué demonios estoy haciendo?»

      ¿Realmente creía que podría impedir que un atleta masculino entrara si eso es lo que quería?

      Por extraño que parezca, tenía la sensación de que probablemente sí podría.

      Ciertamente daría la batalla si llegara a eso.

      Afortunadamente, oyó el ruido de pasos, y luego la voz de un hombre gritando: —Dispérsense. Déjennos pasar.

      Todos los estudiantes se dispersaron.

      Alguien dijo: —Por ahí. Los tres policías uniformados se dirigieron hacia Riley.

      Los reconoció a todos. Eran caras conocidas aquí en Lanton. Dos de ellos eran hombres, los oficiales Steele y White. La otra era mujer, la oficial Frisbie. Un par de policías del campus también los estaban acompañando.

      Steele tenía sobrepeso y una cara rojiza que hacía a Riley sospechar que bebía demasiado. White era un tipo alto que caminaba con un aire gacho y cuya boca siempre parecía estar abierta. A Riley no le parecía muy brillante. La oficial Frisbie era una mujer alta y robusta que siempre le había parecido a Riley amigable y bondadosa.

      —Recibimos una llamada —dijo el oficial Steele—. ¿Qué demonios está pasando aquí?

      Riley se apartó de la puerta y la señaló.

      —Es Rhea Thorson —dijo Riley—. Ella está…

      Riley descubrió que no pudo terminar la frase. Todavía le estaba costando creer que Rhea estaba muerta, así que solo se hizo a un lado.

      El oficial Steele abrió la puerta y entró a la habitación.

      Luego se oyó un fuerte jadeo mientras exclamó: —¡Dios mío!

      Los oficiales de policía Frisbie y White entraron a toda prisa.

      Luego reapareció Steele y les dijo a los espectadores: —Necesito saber lo que pasó. Ahora mismo.

      Hubo un murmullo general de confusión alarmada.

      Luego Steele espetó una serie de preguntas. —¿Qué sabes sobre esto? ¿Esta chica estuvo en su habitación toda la noche? ¿Quién más estuvo aquí?

      Más confusión siguió, algunas de las chicas diciendo que Rhea no había salido del dormitorio, otras diciendo que había ido a la biblioteca, otras que había tenido una cita, y por supuesto, otras que había salido a tomar. Nadie había visto a nadie extraño aquí. No hasta que escucharon los gritos de Heather.

      Riley respiró para prepararse para gritar lo que sabía. Pero antes de que pudiera hablar, Harry Rampling señaló a Riley y dijo: —Esta chica ha estado actuando raro. Estaba parada allí cuando llegué. Como si tal vez acababa de salir de la habitación.

      Steele dio un paso hacia Riley y gruñó: —¿Ah sí? Tienes mucho que explicar. Empieza a hablar.

      Parecía estar alcanzando sus esposas. Por primera vez, Riley comenzó a sentir pánico.

      «¿Este tipo va a arrestarme?», se preguntó.

      No tenía idea de lo que podría pasar si lo hacía.

      Pero la mujer policía le dijo bruscamente al oficial Steele: —Déjala, Nat. ¿No entiendes lo que estaba haciendo? Ella estaba custodiando la habitación, asegurándose de que nadie más entrara. Gracias a ella la escena del crimen no se contaminó.

      El oficial de policía Steele retrocedió, viéndose resentido.

      La mujer les gritó a los espectadores: —Quiero que todos se queden exactamente dónde están. Que nadie se mueva. Y no hablen.

      El grupo asintió con la cabeza.

      Luego la mujer agarró a Riley por el brazo y empezó a alejarla de los demás.

      —Ven conmigo —le susurró bruscamente a Riley—. Tú y yo vamos a hablar.

      Riley tragó con ansiedad mientras la oficial Frisbie se la llevó.

      «¿Estoy en problemas?», se preguntó.

      CAPÍTULO TRES

      La oficial Frisbie mantuvo agarrado el brazo de Riley durante todo el camino por el pasillo. Pasaron por un par de puertas dobles y terminaron en las escaleras. La mujer finalmente la soltó.

      Riley se frotó el brazo porque le dolía un poco.

      La oficial Frisbie dijo: —Lamento haber sido ruda. Estamos apurados. Primero que todo, ¿cuál es tu nombre?

      —Riley Sweeney.

      —Te he visto por el pueblo. ¿En qué año estás?

      —En mi último año.

      La expresión severa de la mujer se suavizó un poco.

      —Bueno, primero que todo, quiero disculparme por la forma en la que el oficial Steele te habló hace un momento. Pobrecito, no puede evitarlo. Es solo que es… ¿Cuál es la palabra que usaría mi hija? Ah, sí. Un cretino.

      Riley estaba demasiado asustada como para reírse. De todos modos, la oficial Frisbie no estaba sonriendo.

      Ella continuó: —Me enorgullece tener unos instintos infalible, mejores que los de los tipos con los que tengo que trabajar. Y en este momento mis instintos me dicen que tú eres la única que podría decirme exactamente lo que necesito saber.

      Riley sintió otra oleada de pánico mientras la mujer seria sacó una libreta y se dispuso a escribir.

      Ella dijo: —Oficial Frisbie, realmente no tengo ni la menor idea…

      La mujer la interrumpió.

      —Te sorprenderías. Solo habla, cuéntame cómo estuvo tu noche.

      Riley estaba desconcertada.

      «¿Cómo estuvo mi noche?», pensó.

      ¿Eso qué tenía que ver

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