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feliz en Gambia, donde hasta los quince años. A esa edad, mi madre me mandó a Europa del Este para estudiar. No todo el mundo tiene esa oportunidad en Gambia, es caro y sólo la gente que tiene familias acomodadas se lo puede permitir. No es mi caso, yo vengo de una familia humilde, pero aproveché la posibilidad de obtener una beca de estudios. Yo tuve una beca y marché a Europa, donde estuve hasta los veintiún años estudiando bachillerato técnico y al terminarlo regresé a Gambia. Como había estudiado mecánica, empecé unas prácticas durante seis meses, pero como no me gustaba lo que había estudiado, comencé a trabajar en otras cosas. Trabajé de cocinero, después en la recepción de un consultorio médico, en hostelería, de camarero en una discoteca. Eso hice, cambiando de trabajos durante mucho tiempo.

      Descubrí mi sexualidad en Gambia, pero siempre la tenía guardada para mí. El ambiente para los homosexuales era muy hostil, ahora lo es mucho más, antes lo era menos, pero ahora cada vez es peor. Cerca del noventa y cinco por ciento de la población es musulmana y la homosexualidad es ilegal. Puedes ir a la cárcel. Allí, si eres gay, no puedes salir del armario. Yo sabía que me gustaban los hombres, pero aun así tenía novia. Lo de los hombres era como algo ocasional, yo mismo no lo aceptaba muy bien. No me entendía muy bien. Pensaba que aquello no era una cosa normal. No sé, quería cambiar, ser hetero. Lo intenté, pero no, no funcionó. Como la situación en los últimos años no ha hecho sino empeorar, pues se ha vuelto más radical, venir a Europa me daba en este sentido mucha más libertad. Aunque ahora con Internet tengo que tener cuidado de lo que puedan ver de mi vida en mi país.

      Llegué a España con un visado de turista que conseguí por trabajar durante un par de años en la Embajada de Eslovaquia en Gambia. Hablaba el idioma de cuando estuve allí estudiando y conseguí un trabajo de administrativo. Era un buen trabajo y se cobraba bien, pero el país tuvo que reducir sus embajadas en África y a Gambia le tocó. Sabía que iba a ser difícil encontrar otro trabajo igual y aproveché la oportunidad para volver a Europa. Tenía contactos de la embajada, así que no me resultó difícil conseguir el visado para venir a Madrid. Llegué aquí con casi treinta años y sin saber castellano, no sabía nada, todo lo aprendí aquí.

      No me costó adaptarme, sinceramente, me sentí acogido. Además, ya había estado en Europa antes, siendo muy joven, así que no me costó mucho adaptarme. Claro que Europa del Este y España son diferentes, pero la adaptación fue suave, no supuso un choque enorme. Enseguida me puse a buscar trabajo, pero sin papeles es muy difícil, y tardé seis meses en encontrar trabajo con los papeles de otro chico. Primero trabajé de camarero y tras un tiempo me despidieron, por lo que empecé a trabajar en negro, sin contrato. En un hotel hice de todo, atender en la recepción, de camarero, limpieza, todo lo que se puede hacer en un hotel.

      Lo de la prostitución me lo planteé cuando me quedé sin trabajo. Llevaba un tiempo sin encontrar nada y me metí por curiosidad. Me dije: «Voy a probar eso», y así empecé. Busqué en Internet sitios donde pudiese trabajar porque alguien me dijo que había casas donde podías ir y que te pagaban por ello. Encontré el primer sitio a donde ir, tenían su dirección en Internet y en su página web decían que necesitaban chicos, así que fui e hice una entrevista. Así fue como empecé.

      Fue durísimo, era mi primera vez, yo tenía entonces ya treinta años y en toda mi vida nunca había imaginado que algún día iba a dedicarme a la prostitución. Nunca, nunca. De hecho, antes de venir a España, ni siquiera sabía que un chico podía ganarse la vida así. Por ejemplo, en Gambia he tenido oportunidades cuando otros hombres me han ofrecido dinero para acostarse conmigo, pero para mí aquello era una ofensa terrible. No me imaginaba que un día yo iba a hacerlo. Ni se me pasó por la cabeza. Así que al principio fue muy duro. Es muy duro aceptar a la gente con la que te acuestas. La gente es lo más duro de todo; las primeras veces vomitaba después de estar con una persona y sentía tanto asco que no paraba de llorar y llorar. Me sentía mal conmigo mismo, me sentía sucio. Sentía asco por mi persona, por practicar el sexo con una persona de ochenta años o gente horrible. Fue muy duro, muy, muy duro.

      Miré de hacerme fuerte, de convencerme de que no tenía otra cosa. No tenía papeles, no tenía cerca a mi familia, no tenía a nadie que pudiese ayudarme, así que me forcé a hacerlo. Yo siempre he sido un soporte para mi familia, así que no podía quedarme sin nada que hacer y lamentarme de mí mismo. Hay personas que dependen de mí económicamente y eso me obligó a no parar entonces, no podía decir: «No, no voy a hacer nada». Cada mes tengo mucha gente esperando la ayuda económica que les doy. Mi familia depende de mí y yo también tenía que vivir, así que dejé de autocompadecerme. Después, con el tiempo, me fui adaptando. Piensas en el dinero y sigues adelante, pero cuesta. Cuesta un montón.

      Entre los compañeros no encontré al principio mucha ayuda. No sé, veníamos de mundos diferentes. Ellos estaban allí para hacerlo, muchos vienen de sus países ya con la idea, llegan mentalizados, pero yo no. Cuando yo llegué a Europa nunca había pensado en ello, no tenía esa idea, no lo había hecho en mi vida. Era un mundo totalmente ajeno para mí. Muchos chicos que vienen de Latinoamérica ya han trabajado en esto en sus países y tienen la idea en la cabeza antes de venir a España. Vienen aquí para ganar dinero con la prostitución, supongo que también será difícil para algunos, pero para otros el ganar dinero y hacerse con muchos clientes es como un trofeo. Así que al principio, más que compañerismo, era competencia. Había otros que también lo pasaban mal, pero en general puedo decir que de este mundo tengo pocos amigos. Ahora tengo alguno más, pero al principio no. La mayoría de los chicos no me caían bien, eran muy malos. Ahora la cosa ha cambiado un poco, es diferente, porque ya hay gente con historias distintas, que lo hacen como yo, pero que al principio no estaban en esto. Pero bueno, también mi forma de ver la prostitución ha cambiado. Ahora mi visión es diferente.

      He estado ejerciendo la prostitución unos cinco o seis años, la mayoría del tiempo en pisos. Empecé en Madrid y después cambié a Barcelona, pero también he trabajado en Internet por mi cuenta. He estado en muchos pisos, en Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla y Bilbao, aunque procuro no cambiar mucho de ciudad, ir de sitio en sitio es horrible, soy más de quedarme en un sitio fijo. Ya por libre, viajé también por Europa. Estuve en Alemania en pleno invierno y fue horrible, hacía mucho frío y gastaba mucho dinero en los hoteles. Después fui a Suiza, donde estuve bien, y a Francia. En Suiza hay que tener cuidado, la prostitución está muy perseguida, pero en Francia no tanto. La prostitución femenina sí que la persiguen, la de los hombres no. Es como aquí, no hay nada claro legalmente.

      En los pisos el dueño se lleva el cincuenta por ciento de tu trabajo. Un cincuenta por ciento para ti y un cincuenta por ciento para el piso. Si vives allí, tienes que estar las veinticuatro horas en el piso. A veces, puedes salir un rato, para hacer compras o tomar un poco de aire, a lo mejor tienes un día libre, pero casi todo el rato tienes que estar allí, pues cuando viene un cliente todos tenemos que mostrarnos, es lo que llamamos «pasarela», para que el cliente pueda elegir al chico. Puedes negarte si te pide algo que no quieres hacer, pero no los eliges.

      Es frecuente que para acceder a una plaza se tenga que tener sexo con el gerente, creo que puede decirse que es una norma general el que se aprovechen de los chicos nuevos que entran al piso. En Madrid, el dueño del piso era horrible. Luego te pagaba, pero no lo hacía como lo hacen los clientes, pagaba la mitad. Pero lo más horrible fue mi experiencia en Málaga, donde para obtener la plaza tuve que acostarme con el dueño, que estaba enfermo. No sé si tenía cáncer o qué, pero estaba en fase terminal, siempre llevaba un aparato para respirar. Acostarme con él fue horrible. Horrible.

      El dinero que se puede ganar en los pisos es muy relativo. Cambia mucho, tanto puedes ganar como no ganar. En ocasiones, puedes ir y ganar mil euros, otras veces, quinientos euros, o incluso no hacerte nada. Hay gente que en el periodo de veinte días de la plaza no se hace nada. Depende mucho. Los anuncios en prensa e Internet suele sufragarlos el piso, pero en otros tienes que pagarte tú mismo los anuncios. Unos dueños son más buenos y otros más cabrones y te lo hacen pagar todo.

      Trabajar en los pisos tiene sus ventajas, una es que no tienes que pagar alquiler en otro lugar y, además, si es uno con mucha clientela, se puede ganar dinero, y si hay trabajo quedarte más tiempo. Por ejemplo, cuando yo me fui de Madrid, no tenía nada, sólo algo de dinero para unos pocos días. Alquilé una habitación

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