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      Título original: Ontologie de l’accident. Essai sur la plasticité destructrice.

      © Éditions Léo Scheer, 2009.

      Ontología del accidente. Ensayo sobre la plasticidad destructiva.

      © Pólvora Editorial, 2018.

      ISBN Digital: 978-956-9441-51-6

      © Edición

      Pólvora Editorial

      Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510, Providencia, Santiago.

       www.polvoraeditorial.cl

       [email protected]

      Editor: Lucas Sánchez

      Corrector de Estilo: Gustavo Sánchez

      Diseño Gráfico: Lucas Sánchez

      Portada: Simón Murtagh Correa

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

       www.ebookspatagonia.com

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      PRESENTACIÓN

      Cristóbal Durán

      Estas breves páginas que siguen tienen el objetivo de inscribir la ocasión de este libro en la escritura filosófica de Catherine Malabou. No nos contentaremos con decir que se trata de darle un lugar en su obra; esa sería tan sólo una forma de leerlo, entre varias otras. En ese sentido, el lector puede escapar de esta presentación, si lo que le interesa es enfrentarse a la novedad de un pensamiento. Ciertamente este libro trata, entre otras cosas, de la novedad: lo que hay que leer son las dificultades que evitamos cada vez que decimos, con toda simpleza, “inscribir una ocasión”, “inscribir un acontecimiento”.

      Malabou ha explorado las consecuencias de la noción de plasticidad hasta dotarla de una complexión conceptual muy singular. Reconocido inicialmente como un término marginal en la filosofía de Hegel, la plasticidad llega a transformarse en un recurso extraordinario para comprender el movimiento de la filosofía especulativa y, al mismo tiempo, como la posibilidad de abrir su porvenir. La plasticidad, de hecho, es “el exceso del porvenir en el porvenir […] en la filosofía especulativa”.1 Esa labor excesiva llevada a cabo por la plasticidad irá recorriendo inquietamente toda la escritura de Malabou, mostrando que ella moviliza una capacidad de transformación generalizada que se pone a prueba en diversos terrenos y con distintos interlocutores, que van desde la filosofía (Kant, Heidegger, Spinoza, Derrida) a las neurociencias o las teorías feministas.

      Ese exceso del porvenir se probará como una capacidad de auto-transformación de la estructura. De ahí el interés tan insistente de Malabou por la biología celular y la neurociencia contemporáneas. La plasticidad del sistema nervioso o del sistema inmunitario permiten dar cuenta de “su capacidad para tolerar las modificaciones y transformaciones de los componentes particulares que realizan su clausura estructural, modificaciones y transformaciones ocasionadas por perturbaciones venidas del ambiente. La plasticidad aparece entonces como la posibilidad que tiene un sistema cerrado para acoger, transformándose, los fenómenos nuevos”.2 Si el sistema plástico puede acoger la novedad, es preciso también dar cuenta de los mecanismos que permiten su capacidad de transformarse. Esto es algo que Malabou ha descubierto tempranamente en su lectura de Hegel, a título de una capacidad de autodeterminación que no es indiferente a los accidentes.

      El porvenir sólo es pensable, en este sentido, a partir de la relación que la subjetividad mantiene con el accidente, ya que la autodeterminación tendría que estar en condiciones de liberar lo que ocurre. Este gesto viene a insertar el accidente en medio de la necesidad estructural o esencial. Un sistema, sea cual sea, filosófico o el propio sistema nervioso, no mantienen efectivamente al accidente como un acontecimiento exterior a sus propias operaciones. Lo que sucede por azar tiene en sí mismo su propia necesidad, como afirma Malabou a propósito del uso aristotélico del verbo automatizein, que dice tanto el llevar a cabo algo por su propio movimiento (autonomía), como el actuar sin reflexión y por azar (heteronomía de la contingencia).

      El lugar del accidente no es menor, entonces, si se advierte esta complicidad entre lo esencial y lo accidental. La cuestión del accidente –del azar, de la contingencia– no es algo accidental ni casual en el pensamiento de Malabou. Podría parecer extraño decirlo en esos términos, tratando de sacar demasiado provecho de un juego de palabras. Pero ello sólo sería un juego si consideramos que lo accidental puede ser entendido por fuera de su necesidad. El léxico del accidente es recurrente desde Les Nouveaux blessés. De Freud à la neurologie, penser les traumatismes contemporains,3 donde se expone cierta sobrevivencia psíquica al accidente cerebral, que generaría una economía del accidente que es inédita, contingente y sorpresiva. Si bien el trauma psíquico parece resistir la inscripción dentro de una secuencia de hechos que daría su espesor y compostura a cierta historicidad del psiquismo, su producción se postula como originaria, aunque se trate de un origen après-coup. Con ello, el trauma psíquico aparece como vinculante para una historia venidera y como soporte de la realidad psíquica.

      Frente al modelo traumático del psiquismo, la lógica económica del accidente pareciera sugerir una bifurcación en el destino de la legalidad de sentido. El accidente ya no es interiorizado por la víctima, manteniéndose dicho accidente como radicalmente extraño al destino psíquico e incapaz de integrarse en la historia previa del individuo. Ontologie de l’accident: Essai sur la plasticité destructrice,4 el libro que aquí presentamos en castellano, describe una forma de subjetividad que no puede mostrarse desarticulada de este régimen formativo del accidente. Lo que no puede ser integrado a la subjetividad previa no deja por ello de formar una subjetividad. En este sentido, la separación transformativa que impone la lógica del accidente se resiste al polimorfismo generalizado, pero también a una flexibilidad adaptativa a un modelo previo.

      *

      Ontología del accidente se aboca a la tarea de pensar la implicación entre esencia y accidente a partir de una lógica de la transformación que no es secundaria a la supuesta estabilidad de la sustancia. En este sentido, sus páginas se internan en formas de mutación y de metamorfosis que comprometen la creación de un nuevo ser. Esa es la tarea de una plasticidad destructiva, concepto central que aquí adquiere un nuevo estatuto. En lugar de cerrar todas las vías y concluir todos los cambios, la plasticidad destructiva tiene su talante creativo: pese a ir borrando los rasgos previos de una subjetividad –pensemos en los casos que la misma Malabou considera, del daño orgánico cerebral al Alzheimer– esta plasticidad permite crear una nueva forma subjetiva.

      La plasticidad destructiva nos revela un accidente que no es meramente contingente,5 y cuyo carácter accidental sigue guardando un lazo, muy singular por cierto, con la posibilidad existencial del sujeto. Puede que se desprenda del curso de los acontecimientos, pero da cuenta de un lapso formativo. Su alcance ontológico es precisamente mostrar que la identidad –subjetiva, sustancial, formal– es, en su principio mismo, mutable.

      Lo que de este modo descubre es un modo de operar, para el cual Malabou también elabora un concepto: la posibilidad negativa. Esta no es una negación que actúe a favor de la afirmación, como cierta negatividad, ni es lo imposible, sustraído de todo curso. Esta extraña posibilidad está inscrita como en paralelo, contra toda otra posibilidad, como si cada acontecimiento guardara en su corazón el agotamiento de las posibilidades. Es el enigma de una virtualidad que ha desertado, que ha abandonado la existencia de quien, desde entonces, ya es otro, incluso otro respecto de cualquier otro posible. Esta posibilidad es negativa hasta extinguirse, pero parece extrañamente habitar los procesos formativos que tranquilamente denominamos “identidad”. Y eso nos acerca a considerar que en el núcleo mismo de esa identidad hay una radical

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