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e imágenes viejas aparte, y haciendo cesar todo lo que es de hombre viejo, que es la habilidad del ser natural, y vistiéndose de nueva habilidad sobrenatural según todas sus potencias. De manera que su obra, ya de humano se haya vuelto en divino, que es lo que se alcanza en estado de unión, en el cual el alma no sirve de otra cosa sino de altar, en que Dios es adorado en alabanza y amor, y solo Dios en ella está. Que, por eso, mandaba Dios que el altar donde había de estar el arca del Testamento estuviese de dentro vacío (Éx 27,8), para que entienda el alma cuán vacía la quiere Dios de todas las cosas, para que sea altar digno donde esté Su Majestad. En el cual altar tampoco permitía ni que hubiese fuego ajeno, ni que faltase jamás el propio (Lev 6,12-13); tanto, que, porque Nadab y Abiud, que eran dos hijos del sumo sacerdote Aarón, ofrecieron fuego ajeno en su altar, enojado nuestro Señor, los mató allí delante del altar (Lev 10,1-2). Para que entendamos que en el alma ni ha de faltar amor de Dios para ser digno altar, ni tampoco otro amor ajeno se ha de mezclar.

      [8] No consiente Dios a otra cosa morar consigo en uno. De donde se lee en el libro primero de los Reyes que, metiendo los filisteos al arca del Testamento en el templo donde estaba su ídolo, amanecía el ídolo cada día arrojado en el suelo y hecho pedazos (5,2-5). Y sólo aquel apetito consiente y quiere que haya donde él está, que es de guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la cruz de Cristo sobre sí. Y así, no se dice en la Sagrada Escritura divina que mandase Dios poner en el arca donde estaba el maná otra cosa, sino el libro de la Ley y la vara de Moisés (Dt 31,26), que significa la cruz. Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca verdadera, que tendrá en sí el verdadero maná, que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa alguna.

      Capítulo 6

      En que se trata de dos daños principales que causan los apetitos en el alma, el uno privativo y el otro positivo

      [1] Y para que más clara y abundantemente se entienda lo dicho, será bueno poner aquí y decir cómo estos apetitos causan en el alma dos daños principales: el uno es que la privan del espíritu de Dios, y el otro es que al alma en que viven la cansan, atormentan, oscurecen, ensucian y enflaquecen y la llagan, según aquello que dice Jeremías, capítulo segundo: Duo mala fecit populus meus: dereliquerunt fontem aquae vivae, et foderunt sibi cisternas dissipatas quae continere non valent aquas. Quiere decir: Dejáronme a mí, que soy fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas, que no pueden tener agua (2,13). Esos dos males, conviene a saber: privación y positivo, se causan por cualquiera acto desordenado del apetito.

      Y, primeramente, hablando del privativo, claro está que, por el mismo caso que el alma se aficiona a una cosa que cae debajo de nombre de criatura, cuanto aquel apetito tiene de más entidad en el alma, tiene ella de menos capacidad para Dios, por cuanto no pueden caber dos contrarios, según dicen los filósofos, en un sujeto, y también dijimos en el cuarto capítulo; y afición de Dios y afición de critatura son contrarios, y así, no caben en una voluntad afición de criatura y afición de Dios. Porque, ¿qué tiene que ver criatura con Criador, sensual con espiritual, visible con invisible, temporal con eterno, manjar celestial puro espiritual con el manjar del sentido puro sensual, desnudez de Cristo con asimiento en alguna cosa?

      [2] Por tanto, así como en la generación natural no se puede introducir una forma sin que primero se expela del sujeto la forma contraria que precede, la cual estando, es impedimento de la otra, por la contrariedad que tienen las dos entre sí, así, en tanto que el alma se sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual. Que, por eso, dijo nuestro Salvador por san Mateo: Non est bonum sumere panem filiorum et mittere canibus. Esto es: No es cosa conveniente tomar el pan de los hijos y darlo a los canes (15,26). Y también en otra parte dice por el mismo evangelista: Nolite sanctum dare canibus. Que quiere decir: No queráis dar lo santo a los canes (7,6). En las cuales autoridades compara nuestro Señor a los que, negando los apetitos de las criaturas, se disponen para recibir el espíritu de Dios puramente, a los hijos de Dios; y a los que quieren cebar su apetito en las criaturas, a los perros, porque a los hijos les es dado comer con su Padre a la mesa y de su plato, que es apacentarse de su espíritu, y a los canes, las meajas que caen de la mesa.

      [3] En lo cual es de saber que todas las criaturas son meajas que cayeron de la mesa de Dios. Por tanto, justamente es llamado can el que anda apacentándose en las criaturas; y, por eso, se les quita el pan de los hijos, pues ellos no se quieren levantar de las meajas de las criaturas a la mesa del espíritu increado de su Padre. Y, por eso, justamente, como perros, siempre andan hambreando, porque las meajas más sirven de avivar el apetito que de satisfacer el hambre. Y así, de ellos dice David: Famem patientur ut canes, et circuibunt civitatem. Si vero non fuerint saturati, et murmurabunt. Quiere decir: Ellos padecerán hambre como perros y rodearán la ciudad y, como no se vean hartos, murmurarán (Sal 58,15-16).

      Porque ésta es la propiedad del que tiene apetitos, que siempre está descontento y desabrido, como el que tiene hambre. Pues ¿qué tiene que ver el hambre que ponen todas las criaturas con la hartura [que causa el espíritu de Dios? Por eso, no puede entrar esta hartura] increada en el alma, si no se echa primero esotra hambre criada del apetito del alma; pues, como hemos dicho, no pueden morar dos contrarios en un sujeto, los cuales, en este caso, son hambre y hartura.

      [4] Por lo dicho se verá cuánto más hace Dios en limpiar y purgar una alma de estas contrariedades, que en criarla de nonada. Porque estas contrariedades de afectos y apetitos contrarios, más opuestas y resistentes son a Dios que la nada, porque ésta no resiste. Y esto baste acerca del primer daño principal que hacen al alma los apetitos, que es resistir al espíritu de Dios, por cuanto arriba está ya dicho mucho de ello.

      [5] Ahora digamos del segundo efecto que hacen en ella, el cual es de muchas maneras, porque los apetitos cansan al alma, y la atormentan, y oscurecen, y la ensucian, y la enflaquecen. De las cuales cinco cosas iremos diciendo de por sí.

      [6] Cuanto a lo primero, claro está que los apetitos cansan y fatigan al alma, porque son como unos hijuelos inquietos y de mal contento, que siempre están diciendo a su madre uno y otro, y nunca se contentan. Y así como se cansa y fatiga el que cava por codicia del tesoro, así se cansa y fatiga el alma por conseguir lo que sus apetitos le piden. Y, aunque lo consiga, en fin, siempre se cansa, porque nunca se satisface; porque, al cabo, son cisternas rotas las que cava, que no pueden tener agua para satisfacer la sed (Jer 2,13). Y así, como dice Isaías: Lassus adhuc sitit, et anima eius vacua est (29,8). Que quiere decir: está su apetito vacío, y cánsase y fatígase el alma que tiene apetitos; porque es como el enfermo de calentura, que no se halla bien hasta que se le quite la fiebre, y cada rato le crece la sed. Porque, como se dice en el libro de Job: Cum satiatus fuerit, arctabitur, aestuabit, et omnis dolor irruet super eum. Que quiere decir: Cuando hubiere satisfecho su apetito, quedará más apretado y agravado; creció en su alma el calor del apetito y así caerá sobre él todo dolor (20,22). Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y movida y turbada de ellos como el agua de los vientos, y de esa misma manera la alborotan, sin dejarla sosegar en [un] lugar ni en una cosa. Y de la tal alma dice Isaías: Cor impii quasi mare fervens. El corazón del malo es como el mar cuando hierve (57,20); y es malo el que no vence los apetitos.

      Cánsase y fatígase el alma que desea cumplir sus apetitos, porque es como el que, teniendo hambre, abre la boca para hartarse de viento, y, en lugar de hartarse, se seca más, porque aquél no es su manjar. A este propósito dijo Jeremías: In desiderio animae suae attraxit ventum amoris sui. Como si dijera: En el apetito de su voluntad atrajo a sí el viento de su afición (2,24). Y luego dice adelante, para dar a entender la sequedad en que esta tal alma queda, dando aviso y diciendo: Prohibe pedem tuum a nuditate, et guttur tuum a siti. Que quiere decir: Aparta tu pie, esto es, tu pensamiento, de la desnudez, y tu garganta de la sed (2,25), es a saber: tu voluntad del cumplimiento del apetito que hace más sequía. Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su lance en vacío, [así] se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito es como el fuego, que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza ha de desfallecer.

      [7] Y aun el apetito es

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