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      EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

      Vicerrectoría de Comunicaciones

      Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

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       https://ediciones.uc.cl

      MI VOLUNTAD

      El deseo de volver a caminar

      María Angélica Fellenberg Plaza

      © Inscripción Nº 2021-A-3702

      Derechos reservados

      Octubre 2021

      ISBN Nº 978-956-14-2886-7

      ISBN digital Nº 978-956-14-2887-4

      Ilustración portada: Pablo Fellenberg Ferraris

      Diseño: Francisca Galilea R.

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

      www.ebookspatagonia.com [email protected]

      CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

      Fellenberg Plaza, María Angélica, autor.

      Mi voluntad: el deseo de volver a caminar / María Angélica Fellenberg.

      1. Personas con discapacidad – Rehabilitación – Chile.

      2. Ancianos – Salud e higiene – Chile.

      I. t.

      2021 362.40983+DDC23 RDA

      Obra realizada con el aporte de la Dirección de Artes y Cultura, Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile

      AGRADECIMIENTOS

      Quiero agradecer muy sinceramente a todo el personal médico, paramédico y de neurorrehabilitación de la clínica y de la empresa de hospitalización domiciliaria que atendió a Germán. Sin la ayuda de cada uno de ustedes, él no estaría vivo ni caminando. Este aporte muchas veces fue más allá de lo estrictamente profesional, cruzando la línea de lo “que correspondía”. Por humanidad se dieron el todo por el todo al ver que Germán tenía la garra y la fuerza de seguir adelante.

      También quiero agradecer a la familia y amigos de Germán, la Ame y sus hijos, por la constante preocupación y muestras de apoyo durante su enfermedad.

      Dedicado a todos los Germanes

      (hombres y mujeres)

       que están por ahí

       y que solo necesitan apoyo

       para seguir sus sueños,

      a pesar de su avanzada edad.

      ÍNDICE

       Guatemala

       Germán y la Ame

       El estallido social y el covid-19

       El accidente

       Urgencia

       La llamada

       La UTI

       La UCI

       Por fin en pieza

       De vuelta a casa

       Lo que viene ahora

       “Ame su mano derecha”

       Los primeros avances

       El gran desafío: caminar

       Epílogo

      ~ GUATEMALA ~

      Germán corría tanto como sus piernas se lo permitían. Tenía miedo de tropezarse y que cayeran sobre él los perros que sentía a lo lejos. Había tenido suerte de escapar, pero no podía pensar en eso ahora. Solo tenía que lograr llegar a un escondite, pero ¿dónde? Él no conocía estas tierras. Mientras descansaba y tomaba un leve respiro, levantó la vista y, a lo lejos, vio dos volcanes. Uno de ellos claramente estaba activo, pues se veía una gran fumarola entre gris claro y gris oscuro que se levantaba con fuerza hacia el cielo. El viento en las alturas iba desplazando el humo dibujando una gran pluma que teñía el azul del cielo con formas distintas. Al mirar hacia la izquierda, se podía observar otro volcán que no despedía humo, por lo que probablemente no estaba activo. Su forma era casi perfecta, y en sus laderas se apreciaban tupidos y verdes bosques que contrastaban con las nubes que se formaban en su parte superior. “Si pudiera llegar a la base de uno de esos volcanes, tal vez podría encontrar una cueva o algún lugar para esconderme”, pensaba esperanzado. Todo estaba en su contra, no conocía el terreno, no entendía por qué estaba ahí y menos por qué lo tenían secuestrado. Reemprendió su rumbo y siguió corriendo, no supo por cuánto tiempo, pero debe haber sido por horas. De a poco los gritos de quienes lo perseguían y los ladridos de los perros empezaron a quedar atrás y pudo tomar un poco de aire. Sí, eso es lo que necesitaba: respirar y aclarar su cabeza. Los últimos acontecimientos habían sido muy confusos y ya no podía correr más. Se detuvo por completo, se quedó en silencio tanto como pudo y trató de oír a sus perseguidores. Dio un suspiro de alivio y satisfacción cuando se percató que ya no los oía. Parece que los había perdido. ¡Qué buena noticia!, se sentó en la tierra a la sombra de un árbol y examinó su situación, la que todavía no comprendía muy bien. ¿Cómo era posible que a sus setenta y nueve años tuviera que correr para escapar? ¿Dónde estaba? No reconocía para nada el lugar. ¿Cómo había llegado ahí? Las preguntas se arremolinaban en su cabeza. Tenía que pensar y entender qué había pasado. Siguió atento a escuchar algún ruido, pero nada. Todo parecía indicar que sus captores habían desistido de perseguirlo.

      Según recordaba, todo había partido hace dos días. Dormía como de costumbre y se despertó en otro lugar. Estaba en una cama, amarrado, en un galpón húmedo y caluroso. Había poca iluminación, solo algunos rayos de sol que se colaban por unas rendijas. No tenía hambre, lo que era extraño en él. Estaba sorprendido, ¿por qué estaba amarrado en esa cama? Estaba tratando de entender, cuando apareció un hombre, de unos cuarenta años y le dijo algunas cosas que no entendió. Sin comprender aún lo que le decía, lo observó con atención, era delgado, de piel blanca, pelo oscuro y tenía rasgos asiáticos. Parecía ser una persona amable, pero ¿por qué lo tenía amarrado? Estaba pensando eso cuando escuchó y entendió la última frase que dijo y se quedó atónito.

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