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y expectativas diferentes (Dillón & García, 2012). En el caso peruano, para lograr un desarrollo regional equitativo, la incorporación de un enfoque de territorialidad es clave (Garay, 2017). La diversidad étnica y cultural puede ser un obstáculo en el momento de instaurar una política homogénea, razón por la cual se deben tomar en cuenta las características de cada grupo poblacional que se espera beneficiar (García, 2017). Para ello, los Gobiernos locales y regionales se convierten en actores clave en el proceso de articulación y mejoramiento de políticas sociales (Vargas & Clausen, 2018). El concepto de territorialidad involucra la creación de estrategias diferenciadas para reconocer la diversidad de los beneficiarios (Vargas, 2018b).

      En Argentina, se llevó a cabo el programa Manos a la Obra, orientado a promover los emprendimientos productivos de población de bajos ingresos. Este tenía planeado operar posteriormente a un diagnóstico de necesidad de desarrollo local, con el objetivo de poder potenciar inserciones productivas a la cadena de valor. El indicador variaba según el lugar y, para poder estudiarlo y atenderlo de manera efectiva, se trabajaba en conjunto con Gobiernos e instituciones regionales. Así, se esperaba que el programa definiera las prioridades de cada territorio a partir de sus características. En la práctica, sin embargo, esto fue difícil de llevar cabo (Ciolli, 2017).

      En el Perú, al año 2019, el concepto de territorialidad está comenzando a ser reconocido e incorporado, a veces de manera muy sutil, como parte fundamental del desarrollo de políticas públicas. Sin embargo, es necesario seguir reforzando la necesidad de desarrollar diferentes enfoques y estrategias para poder atender objetivos regionales diversos (Vargas, 2018a).

      Como se ha podido ver, la iniciativa nacional presenta diversas semejanzas y diferencias con las instituciones extranjeras respecto a los servicios ofrecidos para los jóvenes desempleados. Se puede resaltar de manera positiva el enfoque de «la demanda genera su oferta», con el cual se concebían cursos ad hoc para que el joven fuera prontamente empleable por las empresas, al menos en teoría. Es destacable que, aparte de realizar capacitaciones meramente en oficios, se impulsaran cursos en emprendimiento que permitían a los jóvenes formar pequeños negocios, y que así lograran autoemplearse. Sin embargo, las evidencias de éxito rotundo o impacto incuestionable en la promoción de micro- y pequeños negocios de larga vida son limitadas o casi inexistentes. Ello hace pensar que es momento de identificar otras acciones más costo-efectivas de lucha contra el desempleo juvenil.

      Una herramienta rescatable sería otorgar becas, como se hacía en el extranjero. Estas podrían servir como incentivos y permitirían ayudar a atraer a una mayor cantidad de usuarios con más motivación para los cursos brindados. Otra estrategia aplicable podría ser potenciar con un mayor énfasis, dentro de los cursos técnicos o de emprendimiento, el desarrollo de habilidades blandas, como en República Dominicana. Resulta vital que, más allá del conocimiento práctico riguroso, se puedan potenciar las competencias básicas, los valores y las actitudes necesarios para un trabajo.

      1.3 La comunicación pertinente

      Projoven fue un programa de la década de 1990 que contaba con una unidad ejecutora encargada netamente de la comunicación y difusión de los contenidos relevantes (MTPE & BID, 2004, pp. 35-36). El avance de la tecnología de la información reciente ha permitido que el ministerio responsable del programa actual, Jóvenes Productivos, pueda desarrollar estrategias y materiales accesibles sobre la empleabilidad de los jóvenes y la cantidad de beneficiados. Sin embargo, los contenidos de las capacitaciones específicas acordes con las competencias relevantes que demandaban las empresas eran de dominio de los proveedores. Por ello, el programa nacional precisa términos de referencia acordes con las competencias y habilidades que las empresas esperarían en los jóvenes capacitados.

      Parte del enfoque de inserción en trabajo dependiente incluye realizar las capacitaciones en función de la demanda del mercado. De este modo, se incorporan las características y necesidades del mercado local (MTPE, s. f. [a]).

      Por el lado orientado al emprendimiento, el componente de información y capacitación es clave. Las capacitaciones, además, deben estar orientadas al aprovechamiento de las ventajas comparativas de la región y la abundancia relativa de ciertos recursos. Asimismo, se deben tomar en cuenta las diferencias existentes en los jóvenes beneficiarios y optar por un enfoque multidimensional que incorpore, además de capacitación técnica y financiera, el componente de innovación (CAF, 2013).

      El programa colombiano Jóvenes Rurales Emprendedores, orientado a proveer capacitación empresarial a jóvenes de bajos recursos de áreas rurales, busca que la formación ofrecida tome en cuenta ciertas consideraciones respecto al contexto en que se desarrollarán las capacitaciones. Estas incluyen las necesidades de capacitación detectadas por empresas e instituciones locales y regionales, las tendencias del mercado regional y local, entre otras. De este modo, se busca tomar en cuenta las necesidades particulares de las distintas localidades (Fedesarrollo, 2010).

      Siguiendo con el ámbito internacional, en México, el subprograma Bécate realizaba convocatorias para los jóvenes a través de medios de comunicación con el objetivo de fomentar su participación en las capacitaciones del programa. Asimismo, se realizaba su difusión entre las empresas formales con el objetivo de identificar las oportunidades óptimas para los jóvenes participantes (STPS & SNE, s. f., p. 14). Esta iniciativa, al igual que la dominicana y la argentina, contaba también con videos informativos colgados en medios electrónicos, en los que se buscaba informar a la población sobre lo que se ofrecía y cómo se habían logrado los avances en las implementaciones.

      En Canadá, con el objetivo compartido de lograr educar e informar a la población joven, se identificaron cuatro áreas esenciales de acción para apoyarlos. La primera de ellas consistía en brindarles servicios de tutoría, en los cuales los jóvenes recibían estrategias y consejos para poder obtener oportunidades laborales. La segunda consistía en hacer que los propios empleadores formaran parte de la solución de este inconveniente proporcionando prácticas laborales a las personas de menor edad. La tercera buscaba brindar apoyo temprano, procurando que se diera una preparación adecuada y a tiempo que les fuera beneficiosa. La cuarta y última trataba de potenciar el desarrollo de habilidades necesarias antes de su primer empleo (Poverty Reduction Initiative, 2016, p. 9).

      A la luz de estas experiencias internacionales, la entidad nacional puede potenciar más su actual sistema de fomento y difusión, para que más peruanos puedan enterarse de los beneficios del programa y participar. Cabe rescatar el intento de desarrollar habilidades blandas necesarias para adquirir un empleo, como en Canadá. Esto podría permitir a los postulantes locales cumplir con los requisitos necesarios para mantenerse en un empleo, más allá de solo el conocimiento técnico y práctico para la labor por efectuar.

      1.4 Seguimiento de capacitados

      El programa nacional brindaba a los egresados de los cursos de capacitación un proceso de seguimiento en su inserción en el mercado laboral. Para ello, el delegado del proceso de vinculación empresarial del programa se encargaba de contactarse con la empresa con el objetivo de obtener retroalimentación sobre los beneficiarios contratados (MTPE, 2016b, p. 9).

      En esta línea, se contaba con distintos indicadores para poder medir los resultados tanto de los cursos que se brindaban, como del programa en su totalidad. En lo que respecta al monitoreo de las capacitaciones, se implementaron diversos índices de calidad y objetivos según su tipo. Las capacitaciones laborales contaban con dos indicadores de calidad: que el porcentaje de satisfacción por parte de los usuarios, medido a través de encuestas, fuera mayor del 90%; y el porcentaje de jóvenes capacitados que se encontraban insertados en el mercado laboral respecto a la cantidad total de capacitados (MTPE, s. f. [a], p. 7). De manera similar, las capacitaciones en emprendimiento utilizaban también dos indicadores: que el porcentaje de satisfacción de jóvenes beneficiarios en las aulas de capacitación fuera mayor del 86% y que la ratio de jóvenes que hubieran implementado un negocio entre jóvenes capacitados fuera mayor del 12% (MTPE, s. f. [b], p. 7).

      En lo que concierne a los resultados netamente del programa, se utilizaron tres tipos de indicadores: de impacto, de resultados y de actividades. Los primeros estaban orientados a medir la mejora en los niveles de empleabilidad de las personas jóvenes y seguían las tasas juveniles de desempleo

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