Скачать книгу

arrogancia.

      Espero que este libro sirva para algo más que solo transmitir información. Quiero que, a medida que nos relacionemos con la enseñanza bíblica sobre el sexo y el matrimonio, todos seamos transformados por Dios. Este libro pretende persuadir además de informar. Pero debo ser realista, pues tanto ustedes como yo abordamos el sexo y el matrimonio con toda clase de lastres. Traemos lastres a nivel personal debido a nuestras historias individuales. También traemos lastres colectivos, que vienen de la cultura a la que pertenecemos. No llegamos a este libro, ni al matrimonio, como individuos libres que viajan ligeros. Nos tambaleamos bajo el peso de múltiples maletas llenas de historias y de nuestra cultura. Eso es tan cierto para Marcos como para Ana, tan cierto para mí como para ustedes.

      Tenemos nuestras propias historias personales de experiencia o inexperiencia sexual; de esperanzas cumplidas o postergadas; de anhelos o aversiones; de satisfacción o frustración; de temor, ansiedad, deleite y arrepentimiento. Lo que hemos hecho o no hemos hecho, cómo nos han tratado o maltratado los demás… todo eso moldea lo que creemos.

      Algunos queremos justificar nuestro comportamiento, así que deseamos contar con un sistema de creencias que diga que lo que hicimos está bien. Queremos poder decir: “Fue comprensible ―incluso justo o bueno― que hiciera eso o aquello. Puedo estar orgulloso, o por lo menos no estar avergonzado, por comportarme así”.

      Pero si sabemos que nuestro comportamiento fue incorrecto, podemos vernos paralizados por el pesar y la sensación de que no podemos volver a comenzar, tal como Ana. O quizás fuiste abusado o te presionaron a tener un comportamiento sexual del que te avergüenzas, aunque no haya sido culpa tuya. Todo esto afecta profundamente la manera en que abordamos este asunto.

      A nivel colectivo, todos pertenecemos a una cultura que sugiere que el sexo es aceptable en diversas clases de relaciones. Todas las telenovelas, todas las películas y todas las revistas presentan estos comportamientos y actitudes libertinas hacia el sexo como si fueran normales. Nos invitan a pertenecer a la cultura compartiendo esas actitudes. Estamos mucho más moldeados por nuestro medio que lo que nos gustaría admitir.

      Ya que los sentimientos sexuales nos afectan tan profundamente, debemos ser realistas respecto a nuestra fragilidad y a los lastres y heridas con que llegamos a esta esfera. Ni ustedes ni yo escuchamos la enseñanza bíblica de forma neutral, esperando que Dios escriba Su voluntad en nosotros como hojas en blanco. Nuestras hojas ya están llenas de garabatos, palabras tachadas y más garabatos. Llegamos como hatos de prejuicios, con oídos que, en el mejor de los casos, están a medio abrir.

      Por lo tanto, antes de invitarte a acompañarme para que seas transformado por la enseñanza bíblica, quiero decir tres verdades básicas sobre Dios y el sexo. Las tres tienen que ver con la gracia.

      La Biblia se dirige a los que tienen un pasado sexual estropeado

      ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios

      (1 Corintios 6:9-11)

      La primera verdad es esta: la Biblia se dirige a los hombres y las mujeres que están totalmente estropeados en el área sexual. Tendemos a pensar que el cristianismo es para los exitosos en el plano sexual, para los que tienen todo en orden, para los respetables o para los que tienen historiales limpios. Todo lo contrario: cuando Pablo les escribe a los nuevos cristianos de Corinto, entrega una lista terrible de maldades, que incluye desórdenes sexuales. Luego dice: “Y esto erais algunos”. Si se contaran las historias de los hombres y las mujeres de la iglesia de Corinto, algunas no serían aptas para los niños. Entre ellas, habría historias muy terribles de desastres morales en el área sexual. Dudo que las historias de confusión sexual que pudieran contar un pastor o un doctor hoy sean peores que las historias que Pablo debe haber oído en Corinto. Deben haber incluido sexo casual, abusos (relatados por víctimas y victimarios), prácticas homosexuales y probablemente mucho más.

      Hay un chiste antiguo en que un hombre le pregunta a un extraño cómo llegar a un lugar. Cuando el extraño escucha cuál es el lugar al que quiere ir esa persona, responde: “Bueno, si yo fuera tú, no partiría aquí”. Hay gente que piensa que el cristianismo es así: cuando le preguntamos cómo vivir correctamente, el cristianismo dice: “Bueno, si yo fuera tú, no partiría donde estás. Ya metiste la pata; no tienes esperanza”. Una vez más, lo cierto es todo lo contrario. Jesús, el gran doctor, vino para los enfermos, no para los que pensaban estar bien (Mateo 9:12-13). Este libro no es para el fariseo que le da gracias a Dios porque tiene un historial limpio en el plano sexual, a diferencia de esa gente inmunda de la que lee en la prensa. Es para el fracasado que dice: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:9-14).

      El hecho de que el evangelio sea para los fracasos sexuales tiene dos implicaciones. Si pienso que básicamente estoy limpio (como tal vez pensaba Marcos), el evangelio me enseña que no lo estoy y me recuerda que en el área de los deseos sexuales, si no en mis acciones, estoy lejos de la pureza de corazón. Por el otro lado, si, al igual que Ana, estoy muy consciente de mis fallas y tengo cicatrices, el evangelio me dice que Jesucristo vino precisamente para mí.

      Al leer este libro, podrías pensar que yo, el escritor, tengo todo en orden y he ganado las batallas morales del área sexual. Podrías pensar que, ya que tengo una esposa amorosa y cuatro hijos, todo está bien en mi vida. Estarías muy equivocado si pensaras eso. Dios me ha dado una esposa muy amorosa y le agradezco por ella, pero hay momentos en que a ambos se nos hace difícil tratarnos con amor, momentos en que peleamos, en que las cosas entre nosotros se enfrían y se ponen dolorosas. Dios nos ha confiado tres hijos y una hija, y le agradecemos por ellos, pero hay momentos en que ser padres nos es muy difícil y sumamente doloroso, como le pasa a la mayoría de los padres. ¡Y estoy seguro de que hay ocasiones en que para ellos es muy difícil ser hijos nuestros! Veinticinco años después de casarme, mis deseos sexuales siguen siendo una confusión moral, una mezcla entre el deseo saludable por mi esposa y atracciones nocivas por otras mujeres, revistas inmorales y otras cosas por el estilo. Esta confesión no es increíble ni merece cobertura mediática (“Pastor confiesa pecado de lujuria ¡Asombro, horror!”); simplemente es lo que nos ocurre a todos, de una u otra manera. Debemos recordar que la Biblia se dirige a los que están estropeados en el plano sexual.

      Jesucristo ofrece perdón y restauración a los que tienen un pasado sexual estropeado

      Ni yo te condeno; vete, y no peques más

      (Juan 8:11).

      La segunda verdad básica sobre Dios y el sexo es esta: las buenas nuevas de Jesucristo ofrecen perdón a los que tienen un pasado sexual estropeado. El pecado sexual no es el pecado imperdonable, y las lesiones sexuales no son irreparables. No importa lo que hayamos hecho, visto o pensado, ni tampoco lo que nos hayan hecho, la Biblia nos habla “la palabra de [la] gracia [de Dios]” (Hechos 20:32). La Biblia está saturada de muestras de esta gracia. Las familias de Abraham, Isaac y Jacob fueron extremadamente disfuncionales, pero el linaje prometido de Cristo pasó por ellas. El rey David cometió adulterio y después hizo un plan para asegurarse de que el esposo de la mujer fuera asesinado en la batalla, pero se arrepintió de su maldad y fue perdonado (2 Samuel 11-12; Salmo 51). ¡La mujer con la que cometió adulterio incluso recibe una mención especial en el árbol genealógico de Jesucristo! (Mateo 1:6).

      Aunque muchas veces la gente espera que la Iglesia condene a los que han cometido errores en el área sexual, debería ocurrir todo lo contrario. Debemos seguir las pisadas de Jesús, que le da vida nueva a una mujer con un pasado muy oscuro (Juan 4:1-42) y perdona a una mujer atrapada en el acto mismo del adulterio (Juan 8:1-11). La pureza de Jesús y Su oferta de perdón atraían a las prostitutas (p. ej., Lucas 7:36-50). De hecho, los fracasos sexuales entraron al Reino de los cielos antes que los que pensaban estar limpios (Mateo 21:31-32). Los fariseos ataban cargas pesadas de obligación religiosa y las echaban a cuestas de la gente, convirtiendo así toda la religión en algo difícil de llevar

Скачать книгу