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configuración de los feminismos como una forma de pensamiento y de acción alimentada por la publicación de libros, revistas y periódicos; además, se hace referencia a los feminismos como acción política organizada, enfatizando en algunas de las experiencias que implicaron la generación de articulaciones nacionales y en hechos específicos, como fueron la participación en las elecciones municipales y las concepciones y tensiones que acompañaron al acto de promulgación del sufragio femenino.

      El Capítulo II, que lleva por nombre «El poder de desafiar el poder. Movimiento de mujeres y feministas en la revolución y contra la dictadura. (1950-1990)», aborda el movimiento feminista y de mujeres en el periodo que abarca desde la obtención del sufragio femenino hasta el fin de la dictadura militar. Esta etapa se enmarca bajo la polarización del mundo en el contexto de la Guerra Fría, lo que implicó que los activismos feministas se desarrollaron a partir de una nueva relación entre la política, la ideología y los afectos.

      En la sección uno, se estudia el llamado «silencio feminista», de acuerdo al análisis de la destacada académica y feminista Julieta Kirkwood (1990), categoría que fue utilizada para referirse a la situación de fragmentación del movimiento feminista en el periodo que va desde 1950 a 1973. Interesa destacar que dicho silencio no implicó que el feminismo desapareciera de las trayectorias individuales y en las nuevas organizaciones de mujeres. Destacamos además, para este periodo, la continuidad del discurso feminista maternalista desarrollado en el periodo anterior, que buscó, en los intersticios de la modernización económica y estatal, plantear propuestas para la superación de las condiciones de vida de las mujeres. Lo anterior, buscando contrastar el discurso institucional eugenésico infanto-materno, que asignaba a las mujeres función social de madres y donde la infancia era entendida como el capital humano para el futuro (Montero 2015).

      En la sección dos, se aborda la temática de «Mujeres en tiempos de Revolución». En ella se destaca la relevancia de los largos años sesenta, como «momento/bisagra», de articulación entre la clase y el género en la militancia. Nos interesa destacar las tensiones, conflictos y luchas de las mujeres en los procesos de reformas y radicalización de las luchas sociales y políticas bajo la Unidad Popular. La experiencia acumulada y las redes de mujeres desarrolladas en este periodo resultan gravitantes para la rearticulación del movimiento feminista bajo la dictadura cívico-militar.

      El movimiento de mujeres y las luchas feministas de la década de los ochenta a partir de la defensa de la vida y con el propósito de construir la «democracia en el país y en la casa», es abordado en la sección 3, titulada «La lucha de las mujeres contra la Dictadura Militar (1973-1990)».

      El Capítulo III, «Movimientos feministas y LGBTQ+: de la transición pactada a la revuelta social, 1990-2020», resume los principales avances en cuanto a los últimos treinta años de los movimientos de mujeres, feministas y LGBTQ+, que se han caracterizado por una explosión de activismos, organizaciones y temáticas. En vez de «fragmentación» o debilidad en la multiplicación feminista, lo que rescatamos en este capítulo es la forma en que los feminismos se expanden y profundizan, a la vez que van conquistando espacios importantes dentro de los ciclos de movimientos sociales y de protestas, como también en los medios y la opinión pública.

      El capítulo está dividido en tres secciones, de aproximadamente diez años cada una (1990-1999, 2000-2010, y 2011-2020). Comienza hablando de las posibilidades y los desafíos de «género» dentro de la posdictadura y cómo se expresan y tensionan diversas temáticas, en torno a temas como la institucionalización, las autonomías, y los derechos humanos dentro de los movimientos de mujeres, feministas y LGBTQ+. Se refiere a algunos de los principales avances en cuanto a las leyes y las políticas públicas de los gobiernos de la Concertación y el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), como también las tensiones y los conflictos con grupos feministas y LGBTQ+, tal vez más conocidos en relación al «feminismo autónomo» e «institucionalizado», pero no limitado sólo a esto. A lo largo del capítulo se busca seguir este hilo, subrayando no sólo las iniciativas y aproximaciones activistas, sino también su relación, muchas veces conflictiva, con la institucionalidad, los partidos políticos y el Estado.

      En la siguiente sección, se problematiza sobre el neoliberalismo, las demandas étnico-raciales y las nuevas generaciones de feministas y estudiantes, dentro de un contexto de desgaste del modelo político de la «democracia de los acuerdos» de la posdictadura. Sin duda, son los movimientos estudiantiles –como la Revolución Pingüina de 2006 y el Movimiento Estudiantil de 2011– los que remueven las aguas de lxs feministas y disidencias sexuales, que instalan y problematizan nuevas demandas y temáticas. No obstante, a la vez, los temas raciales y étnicos comienzan a aparecer cada vez con más fuerza en este período, estimulados, en particular, por la creciente militarización de la Araucanía, como también olas cada vez más grandes de migración, lo cual abrió discusiones importantes sobre racismo y colonialidad dentro del movimiento feminista hegemónico.

      Estas reflexiones se vuelven centrales en la siguiente sección, titulada «Se abren las grandes alamedas y se llenan de feministas. Desde el movimiento estudiantil al tsunami feminista y la revuelta social». Así, este capítulo cierra, destacando cómo los feminismos se han vuelto cada vez más complejos –interseccionales, decoloniales, antirracistas y antineoliberales– a la vez que también se han masificado y llenado «todos los espacios», lo que se visibilizó con particular fuerza en el tsunami feminista del año 2018 y la revuelta social del año 2019, como también en otras fechas clave del calendario feminista, en los que se realizan masivas movilizaciones o acciones, tales como el 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer–, el 25 de julio –Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora–, el 30 de julio –Día de la Marcha por el Aborto Libre, Seguro y Gratuito–, y el 25 de noviembre –Día de la No Violencia contra la Mujer–, entre otros.

      Por último, el Capítulo IV, titulado «Decir feminismo no (es) solo hoy. Algunas reflexiones sobre tiempos, tensiones y preguntas para pensarnos desde y con la historia», es un corolario de análisis político de los movimientos feministas, centrado en la necesidad de establecer cuestionamientos acerca de los modos en que es posible aproximarse a los feminismos y a los significados que subyacen a este concepto, entendiendo que, aproximarse a las palabras y pensar colectivamente sus significados requiere esfuerzos en los que deben conjugarse las diferencias, los sentidos del reconocimiento y los imaginarios de lo político que se juegan en las propuestas transformadoras.

      Para encontrarnos en la diferencia y seguir imaginando juntxs las rutas posibles de los feminismos hoy, necesitamos insistir en las palabras y rebasar de contenidos y preguntas los conceptos que se dejan tocar en el roce de los feminismos y el mundo.

       Prólogo

      Recuerdo la grata impresión que me causó la presencia, hacia la década de los noventa, de tantas estudiantes mujeres en aquellas carreras de Licenciatura en Historia con las que tuve la oportunidad de relacionarme, ya como joven docente, ya como atrasada estudiante de postgrado. Era notable el cambio respecto de mi generación, cuando las mujeres en las aulas de las carreras de Historia éramos una minoría para quienes era tabú el camino de la investigación, escuchándose, como si fuesen palabras naturales, que la «historiografía era para hombres». Ante la vista, en los noventa y dos mil, de tantas mujeres jóvenes terminando sus carreras, haciendo sus investigaciones, escribiendo sus tesis y proyectándose hacia los estudios de postgrado, la investigación historiográfica y la docencia superior, no pude dejar de pensar que ese solo hecho constituía una suerte de revolución silenciosa en el seno de la formación historiográfica y que, necesariamente, habría de producir cambios significativos en su orientación y su escritura. No me equivocaba.

      El fuerte cuestionamiento a una historiografía que, ancestralmente, había ocultado y silenciado a las mujeres como sujetas históricas, fue el primer grito crítico de esta generación de historiadoras nuevas; una crítica que remeció los propios cimientos de la historiografía tradicional, tocando profundamente la conciencia de todos y todas quienes ya trabajábamos en investigación histórica. Y mientras ese grito crítico golpeaba nuestras conciencias, las jóvenes historiadoras chilenas –como las del mundo occidental– comenzaron a nutrir la historiografía con su minuciosa

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