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Mujeres que tocan el corazón de Dios. María C. Domezi
Читать онлайн.Название Mujeres que tocan el corazón de Dios
Год выпуска 0
isbn 9786076122136
Автор произведения María C. Domezi
Жанр Сделай Сам
Серия Superación espiritual
Издательство Bookwire
La ley humana no debe controlar
la intimidad del ser humano.
(Tomás de Aquino).
¡Oh Jesús misericordioso,
tú eres el camino, la verdad y la vida!
Creo en ti, resucitado, amigo y libertador.
Aléjame del miedo y el conformismo,
quítame el complejo de inferioridad,
ayúdame a cambiar los hábitos insanos,
líbrame de la arrogancia
que disfraza mis inseguridades.
No permitiré que me traten
como el sexo débil,
ni que usen mi cuerpo como un objeto
o resten importancia a mis sentimientos.
Que, como tú, me deje tocar
por quien padece,
que sea yo un instrumento de tu fuerza,
para que tu poder brille en la dignidad
de todo ser humano.
Amén.
Marta y María:
Escuchar la Palabra y actuar
Si unimos las versiones del Evangelio de Jesús difundidas por Lucas (10,38-42) y Juan (11,1-44), nos encontramos con esta hermosa anécdota:
Las hermanas Marta y María, junto con su hermano Lázaro, vivían en Betania, una aldea muy cercana a Jerusalén. Jesús visitaba con frecuencia su casa, donde compartía la amistad, el alimento, el descanso y la consagración al Reino de Dios.
María acostumbraba dejarlo todo para sentarse a los pies de Jesús y escucharlo atentamente. Su actitud era inusitada, en comparación con las tradiciones y las costumbres sociales y religiosas que primaban en aquel tiempo. Jesús, el divino maestro, daba lugar al aprendizaje y el liderazgo de las mujeres. Por su parte, Marta, ama de casa presa de las actividades del hogar, se ahogaba en los detalles. Pero Jesús le abrió el horizonte, mostrándole su capacidad para crecer como persona y como discípula.
Lázaro enfermó. Jesús se enteró por las hermanas y, tan pronto como pudo, se dirigió a verlo. Los discípulos no querían dejarlo ir, porque las autoridades de Jerusalén estaban persiguiéndolo. Pero él les dijo que Lázaro había muerto; logró llegar a las proximidades de la aldea, acompañado por sus discípulos, cuatro días después de que su amigo había sido sepultado. La casa de Marta y María se encontraba llena de judíos que habían ido a consolarlas.
Marta, mujer activa y sabia, supo que Jesús estaba cerca y fue a encontrarlo hasta las afueras del poblado. Hablando con Jesús, expresó toda su confianza en él y proclamó su fe: “¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!” Enseguida llamó a su hermana y le dijo al oído, porque se hallaban presentes personas que querían matar a Jesús: “El maestro está aquí, y quiere verte”. María se levantó de prisa y fue al encuentro de Jesús.
Creyendo que María había ido a la tumba de su hermano para llorar, los judíos se dirigieron allá. Pero ella se encaminó a donde estaba Jesús y se arrojó a sus pies. “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Todos lloraban. Conmovido, Jesús pidió que lo llevaran al lugar donde descansaba Lázaro. Allí también él lloró. Y resucitó a su amigo.
Aun en aquella situación tan delicada, Marta y María se unieron al proyecto de Jesús con toda su fe y su valentía. En ese momento se convirtieron en sus discípulas, desafiando las normas impuestas por los varones del poder judío y del poder romano.
Si la gente crece con los duros golpes de la vida,
también podemos crecer con suaves toques en el alma.
(Cora Coralina).
¡Maestro Jesús, creo en ti!
Quiero ser tu discípula.
Tú me llamas: heme aquí, dispuesta
a ser una mujer nueva.
Soy Marta, laboriosa, servicial e impaciente;
soy también María, postrada a tus pies,
apasionada aprendiz.
Cargo un pesado fardo de tareas y obligaciones,
pero sé el tipo de mujer que soy y puedo florecer.
Quiero armonizar ambas personalidades:
ser Marta en contemplación,
y María, que ora a través
de la acción transformadora.
Que no me pierda en el exceso
de las cosas pasajeras.
En el horizonte de tu Reino,
¡elijo lo que vale la pena!
Amén.
María de Magdala:
Apóstola de los apóstoles
Los cuatro evangelios se refieren a María Magdalena como “María, la de Magdala”, pues era aquella una pequeña ciudad próxima al Mar de Galilea. Para conocer a esta María, consultaremos particularmente Lucas 8,1-3 y Juan 20,1-18, así como los escritos llamados apócrifos, es decir, los que quedaron fuera de la Biblia.
María fue sanada por Jesús, quien hizo que salieran de su cuerpo “siete demonios”. De acuerdo con la mentalidad de la época, se consideraba que las enfermedades eran provocadas por espíritus malignos. Cuando se trataba de un padecimiento crónico o muy grave, se responsabilizaba a “siete demonios”. Curadas, María y muchas otras mujeres siguieron a Jesús y a sus discípulos varones en su camino por Galilea, contribuyendo con sus propios bienes al sostenimiento del grupo.
María de Magdala caminó al lado de Jesús y le fue fiel hasta el mismo pie de la cruz. El domingo posterior a la muerte del maestro, salió de su casa de madrugada, cuando todavía estaba oscuro. Al llegar a la tumba, se dio cuenta de que la piedra que la cerraba había sido movida y que la sepultura estaba vacía. Corrió entonces a dar aviso a Pedro y a Juan. Ellos se dirigieron allá de inmediato, constataron el hecho y se retiraron. María, en cambio, se mantuvo a la salida del sepulcro. Ángeles y, después, un supuesto jardinero, le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella respondió: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Luego, le pidió a quien creyó que era el vigilante del huerto: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré”. Pero el hombre aquel era nada menos que Jesús, y la llamó por su nombre: “María”. Inmediatamente ella se dio la vuelta y exclamó: Rabboní (maestro de maestros). Jesús replicó: “Suéltame, pues aún no he subido al Padre”, y la mandó a anunciar a los discípulos que había resucitado.
María Magdalena, fuerte y afectuosa, lideró el grupo de mujeres que testimoniaron antes que nadie los hechos que rodearon la resurrección de Jesús. Ella comprendió el mensaje del maestro mejor que los discípulos varones. En los primeros tiempos del cristianismo, fue apóstola y evangelizadora. Diversas comunidades de fe se desarrollaron en torno a su ministerio.
Lamentablemente, la memoria histórica de las muchas discípulas de Jesús fue quedando en la sombra. Y la historia de María Magdalena terminó mezclándose con las