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Perspectivas Críticas de la Contabilidad Contemporánea. Julieth Emilse Ospina Delgado
Читать онлайн.Название Perspectivas Críticas de la Contabilidad Contemporánea
Год выпуска 0
isbn 9789585119598
Автор произведения Julieth Emilse Ospina Delgado
Жанр Математика
Издательство Bookwire
Podría decirse con Nietzsche que, en el juego religioso impuesto por el proceso de financiarización de la economía, cobran importancia dos aspectos desarrollados ampliamente por él: la voluntad de poder y la mala conciencia (Nietzsche, 2006). Esa voluntad de poder se refleja en el afán por imponer su hegemonía espiritual y racional sobre el pensamiento y la espiritualidad de los pueblos; coadyuvando también a ejercer su supremacía para construir y transformar determinado orden simbólico, sometiendo las conciencias libres, truncando las posibilidades creadoras de cada ser, soportándose en la premisa de la racionalidad occidental para imponer sus ansias de progreso.
[…] también la parcial inutilización, la atrofia y la degeneración, la pérdida de sentido y conveniencia, en una palabra, la muerte, pertenecen a las condiciones del verdadero progressuss: el cual aparece siempre en forma de una voluntad y de un camino hacia un poder más grande, y se impone siempre a costa de innumerables poderes más pequeños. La grandeza de un ‘progreso’ se mide, pues, por la masa de todo lo que hubo que sacrificarle; la humanidad en cuanto masa, sacrificada al florecimiento de una única y más fuerte especie hombre –eso sería un progreso –. (Nietzsche, 2006, p. 101).
Con la financiarización de la economía nos enfrentamos a un claro intento por moldear todas las formas de vida a partir del entramado burocrático del gran capital, como una nueva afirmación de la torsión simbólica que busca, por todos los medios, la reafirmación del proyecto hegemónico poscolonial desde su visión desarrollista.
La visión apologética del progreso impuesto por Occidente apela a la invención de la mala conciencia, la cual viene a operar como dispositivo de control moral, imponiendo condicionamientos al orden instintivo que, de manera artificiosa, es equiparado con la esfera de lo primitivo y de lo marginal. Así, sus marcos de referencia están predestinados para los mal llamados países tercermundistas. Es decir, lo que está por fuera no solo de la racionalidad, sino también de la cultura occidental y, desde luego, lejos de su visión paradigmática del mundo del libre mercado.
Como parte de los dispositivos de control moral, opera su contraparte (“la buena conciencia”), buscando de manera sutil que los individuos superen, mediante cambios drásticos, lo instintivo y se enfilen en procesos de “adaptación” abrupta para inhibir sus instintos básicos. De acuerdo con Nietzsche, el invento de la mala conciencia trajo consigo los conceptos de culpa y deber, los cuales obran contra la génesis del mismo hombre: la naturaleza, donde se sitúa lo malo, lo instintivo. Esto es designado como la “diabolización de la naturaleza”, o lo que es lo mismo, la recurrencia en el tiempo de contemplar con “malos ojos”, las inclinaciones naturales del ser humano, detrás de lo cual se esconde una voluntad de poder (Nietzsche, 2006).
[…] se desconoce la esencia de la vida, su voluntad de poder; con ello se pasa por alto la supremacía de principio que poseen las fuerzas espontáneas, agresivas, invasoras, creadores de nuevas interpretaciones, de nuevas direcciones y formas, por influjo de las cuales viene luego la ‘adaptación’; con ello se niega en el organismo mismo el papel dominador de los supremos funcionarios, en los que la voluntad de vida aparece activa y transformadora. (Nietzsche, 2006, p. 102).
Un elemento clave en la emergencia e imposición del orden simbólico al mejor estilo de la racionalidad occidental, es el Estado. Este es constituido como un dispositivo para promover la “adaptación” mencionada por Nietzsche, gracias a la cual los seres humanos son violentados de manera cruel, con el fin de sumergirlos en un mar de inhibiciones. Su influjo es mayor sobre los más indefensos y los marginados del poder, sometidos al mandato de un “contrato” amparado en el imperio de la ley. Nadie escapa del poder de ese “contrato”, nada queda libre del poder imperial del Estado. A partir de la reconfiguración de las relaciones sociales se impone un nuevo relacionamiento de dominación en los ámbitos de la cultura y de la naturaleza. La cultura termina siendo moldeada según el mandato contractual hegemónico, dando paso a un nuevo orden simbólico. Así pues, el Estado, en su esencia, hace relación a:
Una horda cualquiera de rubios animales de presa, una raza cualquiera de conquistadores y de señores, que, organizados para la guerra, y dotados de la fuerza para organizar, coloca sin escrúpulo alguno sus terribles zarpas sobre una población tal vez tremendamente superior en número, pero todavía informe, todavía errabunda. Así es como, en efecto, se inicia en la tierra el ‘Estado’: yo pienso que así queda refutada aquella fantasía que le hacía comenzar con un ‘contrato’. Quien puede mandar, quien por naturaleza es ‘señor”, quien aparece despótico en obras y gestos - ¡qué tiene él que ver con contratos! Con tales seres no se cuenta, llegan igual que el destino, sin motivo, razón, consideración, pretexto, existen como el rayo, demasiado terribles, demasiado súbitos, demasiado convincentes, demasiado ‘distintos’ para ser ni siquiera odiado. (Nietzsche, 2006, p. 111).
Con la irrupción del Estado, se transforma totalmente la concepción de mundo, afianzando procesos avasalladores de colonización, de cuya órbita no escapa ninguna esfera. La imposición de determinadas relaciones sociales supedita el mundo de la cultura y de la naturaleza a su poder omnívoro, es decir, a la racionalidad y a la espiritualidad occidental. De esta manera, irrumpe en otros mundos con éxito, agenciando procesos de expropiación cultural donde quiera que actúe.
En síntesis, asistimos a un proyecto de representación, de construcción de narrativas y de sujetos, donde prima la autorreflexividad y las estrategias de la modernidad insertas dentro de un proyecto epistémico. En ese proyecto moderno, cobra vida un orden financiero que precisa de la medición y la clasificación, las cuales, a su vez, se muestran útiles no solo para la explicación del mundo, sino también para permitirle al sujeto, preguntarse sobre su lugar en el mundo, aunque la forma de preguntar esté fija en la matriz hegemónica occidental. En el plano simbólico, transitamos por el mundo de la objetividad, donde se profundizan las distancias entre el sujeto y su realidad. Epistémicamente, es necesaria la negación del sujeto para conocer y comprender su mundo, conminando al individuo a su desubjetivización.
Hablar del orden financiero implica el abordaje a fondo del orden epistémico, es decir, de un particular sistema de conocimiento del mundo. La modernidad, en cuanto proyecto científico, legitima y se vale de un método para conocer el mundo. Su sustento se sitúa en una racionalidad, donde se exige que lo conocido debe ser objeto de comprobación, planteando una ineludible confrontación con el sentido común, con el prejuicio.
Entonces, ¿de qué manera el orden epistémico sirve al orden financiero? Esa simbiosis actúa gracias a la forma como el proyecto moderno ha podido constituir al sujeto. En la constitución del sujeto, en tanto objeto susceptible de ser conocido, tiene lugar una relación entre lenguaje y poder simbólico (Bourdieu, 1997), relativa a las maneras en que los discursos someten y moldean al sujeto. Precisamente, es en este punto donde el lenguaje del cálculo y de la medición racional posibilita la construcción de un orden financiero que confronta las subjetividades, coadyuvando a moldearlas, a perfilarlas y a objetivarlas.
En este sentido, la financiarización de la economía sirve como diría Dussel, a la intencionalidad de la modernidad: constituir al otro para negarlo (Dussel, 1992). Opera, además, a decir de Quijano, en tanto sistema de control efectivo que perdura más allá del proceso colonial, lo que, en otras palabras, significa que nos topamos en el presente con una colonialidad en avanzada, a pesar de que haya pasado el proceso de colonialismo (Quijano, 2007).
Desde la perspectiva de Foucault, es posible comprender la historicidad presente en la lucha por instaurar un régimen de verdad que, al ser instaurado, pretende producir unos efectos. La lucha por las resistencias implica, ante todo, develar cuáles son los efectos de ese régimen de verdad, más que un asunto de carácter sustantivo (Foucault, 2007).
No obstante, la pretendida totalidad del proyecto moderno no es un proceso circular, que transita por una superficie lisa, sin resistencias. Una cosa es el discurso de la modernidad que totaliza, y otra cosa es la realidad con sus fisuras. Hay totalidad en la discursividad,