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sociales más que por las capacidades de reflexividad de los individuos (en general, no son controlados por los sujetos). Muchas veces funcionan de un modo indirecto u oblicuo, siendo vivenciados como un beneficio secundario o colateral de otras actividades o relaciones. Algunos, especialmente los simbólicos, se presentan en la intersección entre los mundos interior –como autosostén individual– y externo –como un apoyo exterior al sujeto– (Martuccelli, 2007a; 2007b).

      Coincidimos con la concepción elástica de lo social que emerge de esta perspectiva sociológica, en tanto entendemos que si bien la estructura condiciona la acción, esta propuesta analítica permite aproximarnos a los diversos grados de elasticidad que tiene la primera, dejando a los sujetos márgenes variables de autonomía y libertad. Este enfoque muestra que nada es tan rígido ni determinante, pero también nos recuerda que el campo de movilidad no es ilimitado. Esta mirada nos permite aproximarnos analíticamente a la experiencia social de los individuos a partir de un doble movimiento: por un lado, es una manera de percibir el mundo social, de significarlo, de definirlo a partir de un conjunto de condicionamientos y situaciones preexistentes; simultáneamente, como lo social no tiene unidad ni coherencia a priori, es una manera de construirlo y de construirse a sí mismo (Dubet y Martuccelli, 2001):

      La experiencia es el proceso por el cual se construye una subjetividad para todos los seres sociales. A través de este proceso uno se ubica o es ubicado en la realidad social y de ese modo percibe y comprende como subjetivas (referidas a y originadas en uno mismo) esas relaciones –materiales, económicas e interpersonales– que de hecho son sociales y, en una perspectiva más amplia, históricas. (De Laurentis, 1984, citado por Scott, 2001: 53)

      La experiencia no es ni totalmente determinada ni totalmente libre. Es una construcción nunca acabada que realizan permanentemente los sujetos para articular tres grandes lógicas de acción social: 1) integración –la interiorización de lo social–; 2) estrategia –conjunto de recursos movilizados en situaciones de intercambios sociales particulares–, y 3) subjetivación –todo lo que se presenta como no social, más allá o más acá de toda determinación (Dubet y Martuccelli, 2001)–. Desde este marco, retomamos de Mariana Chaves una definición de los jóvenes que permite dar cuenta de las tensiones entre estructuras y agencias presentes en sus experiencias individuales y colectivas:

      Actores sociales completos, inmersos en relaciones de clase, de edad, de género, étnicas, cuyo análisis corresponde ser encarado desde una triple complejidad: contextual –espacial e históricamente situado–; relacional –conflictos y consensos–; heterogénea –diversidad y desigualdad–. (Chaves, 2010: 37)

      Para estudiar empíricamente las complejas y heterogéneas vinculaciones entre lo individual y lo social en los procesos de individuación, Martuccelli (2006) utiliza la noción de prueba:

      Las pruebas se declinan en forma diferente según las trayectorias y los lugares sociales, y asumen significaciones plurales según los actores considerados. […] Conservando en primer plano los cambios históricos y los inevitables efectos del diferencial de posicionamiento social entre actores, las pruebas permiten justamente dar cuenta de la manera en que los individuos son producidos y se producen. (Martuccelli, 2007b: 111-112)

      Esta categoría se construye articulando dos niveles analíticos: 1) el examen de las formas efectivas a través de las cuales los individuos dan cuenta de sí mismos, con los discursos con los que disponen sobre sus vidas, y 2) una representación analítica, a distancia de las historias concretas, pero animada por la escrupulosa voluntad de construir herramientas que permitan poner en relación los fenómenos sociales y las experiencias individuales. La prueba permite, en efecto, poner en relación los cambios sociales o históricos y la vida de los actores. Describir el sistema estandarizado de pruebas equivale a describir una sociedad histórica en su unidad (Martuccelli, 2006). Por ende, el análisis de los procesos de individuación y de construcción de las experiencias sociales tiene en el estudio de las pruebas presentes en las biografías individuales una vía metodológica privilegiada.

      Estableciendo una ruptura con las concepciones homogeneizantes y estigmatizantes actualmente dominantes en torno a los jóvenes en barrios populares, nuestro trabajo parte de una perspectiva que tiene en cuenta la diversidad de situaciones y las interconexiones complejas y hasta contradictorias en que constituyen sus identidades individuales y sus experiencias sociales. Tal como indicamos en la próxima sección, a partir de los relatos biográficos de los jóvenes buscaremos ir deshaciendo la madeja de los acontecimientos que ponen en acto los momentos donde sus existencias son efectivamente –sea de manera implícita e indirecta o de manera explícita y directa– atravesadas por lo social.

       Construyendo relatos biográficos

      En consonancia con las herramientas conceptuales reseñadas, para la construcción de los datos empíricos seleccionamos el enfoque biográfico, que consiste en el despliegue narrativo de las experiencias vitales de una persona a lo largo del tiempo con el objeto de elaborar, a través de entrevistas sucesivas, un relato que permita mostrar “el testimonio subjetivo [buscando dar cuenta] tanto de los acontecimientos como de las valoraciones que dicha persona hace de su propia existencia” (Pujadas Muñoz, 1992: 47-48). Esta elección se sustenta en que el mismo recupera un mundo de significaciones a la vez que permite vislumbrar los sentidos individuales atribuidos a la experiencia en el contexto social en el que surgen. Por ende, consideramos que mediante la construcción de relatos biográficos podemos tener una mejor aproximación a los procesos de construcción de las identidades y las experiencias sociales de los sujetos y a las vinculaciones entre sus reflexividades, pruebas y soportes relacionales, materiales y simbólicos (Kornblit, 2004; Sautu, 2004; Vasilachis de Gialdino, 2007; Leclerc-Olive, 2009; Arfuch, 2010).

      Para lograr una aproximación a la experiencia subjetiva de los entrevistados, sugerimos que llevaran a los encuentros fotografías u otros objetos personales. Con relación a cada uno, les proponíamos las siguientes preguntas: ¿Por qué lo elegiste? ¿Qué significa para vos este objeto? ¿Qué, a quién o a quiénes te recuerda? Su inclusión produjo efectos positivos en la situación de

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