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términos que reflejan una percepción

      Cualquiera que haya aprendido una lengua distinta a la suya compartirá conmigo que lo más complicado no es la gramática o el vocabulario, sino la forma de entender el mundo que se refleja en ella y que no siempre resulta evidente 4. Uno de mis ejemplos preferidos de este hecho es el término hebreo para hablar de «futuro»: ’āḥôr 5. Mientras nosotros nos solemos imaginar que el futuro se encuentra enfrente y avanzamos hacia él caminando hacia adelante, la palabra hebrea para referirse al futuro significa también «espalda» y «parte de atrás». De este modo, el porvenir queda situado en el espacio detrás de nosotros, y se subraya así nuestra incapacidad para contemplar lo que aún no ha sucedido. Sirva este ejemplo para insistir en cómo las palabras que empleamos en cada idioma ofrecen más información de la que podríamos pensar a simple vista.

      El AT utiliza un amplio y variado vocabulario para referirse a los extranjeros, pero tras él se esconden diversas connotaciones 6. Y es que el modo en que se interpreta la realidad aparece de forma latente en los términos con los que esta es nombrada. De ahí que nos ocupemos a continuación de los significados ocultos de las palabras que emplean los libros proféticos para referirse a los forasteros.

      – Sentido negativo: los extranjeros como amenaza. El concepto de extranjero resulta inevitablemente relativo. Cada sociedad imagina cuáles son los límites que les separan de los otros y, en función de estos, sitúa a los que se encuentran fuera. Si lo que configura a alguien como forastero es su origen y su localización, como sucede con algunas culturas cercanas a Israel, la disposición hacia ellos tendrá unas connotaciones particulares 7. Por su parte, algunos de los términos hebreos que aparecen en los libros proféticos para denominar al extranjero llevan implícita una cierta carga de hostilidad, pues suponen que estos traspasan una barrera diversa a la simplemente espacial.

      Esto sucede con el adjetivo zār, que no solo se emplea para referirse al extranjero, sino también a todo aquello que resulta extraño a lo propio 8. De ahí que el mismo término pueda emplearse para hablar de un bastardo, de alguien adúltero o de un amante, entendiendo así que se trata de la amenaza de alguien extraño al grupo familiar. Esto encaja bien con el significado del verbo del que procede (zwr), que significa apartarse, alejarse o ser un extraño 9. Se puede observar que el acento del término no está tanto en el lugar de origen cuanto en la condición de distinto, e incluso opuesto, al grupo al que se pertenece.

      Algo similar sucede con otros dos términos a los que recurren los libros proféticos para hacer referencia al extranjero: nokrî y nēkār 10. Ambos proceden del mismo verbo (nkr), que tiene el significado base de ser ajeno y de identificar algo o a alguien como tal o como otro 11. En estos casos, el acento tampoco se pone en el lugar de origen, sino en que se trata de realidades desconocidas y extrañas para quien las denomina de ese modo.

      No es difícil suponer que estas tres formas de llamar a los extranjeros presentes en los textos proféticos tienen resonancias negativas, pues se pone el acento en la oposición y en la diferencia frente al grupo de referencia. El límite que le sirve a Israel para imaginar al forastero está marcado por su fuerte identidad comunitaria, de manera que son definidos por no pertenecer «a los nuestros» y se dibujan frente a Israel como extraños y desconocidos. Esto hace inevitable que se conviertan en objeto de sospechas y recelos. Quienes son denominados con estos términos se perciben como una amenaza a la esencia del pueblo de Dios, a aquello que le caracteriza como tal y que vincula a sus miembros entre sí.

      Con todo, estos vocablos no son la única manera de denominar al extranjero que se utiliza en hebreo. Existe otro término que permite percibir de una manera más amable a quien viene de otro lugar.

      – Sentido positivo: los extranjeros como residentes. Existe una forma de referirse a un extranjero en el AT que implica unas connotaciones muy distintas a las que acabamos de ver. El sustantivo gêr 12, que se emplea para nombrar a los forasteros que residen en Israel, procede de un verbo cuyo significado se mueve en el campo semántico del cambio de territorio. Con este término se remite a las distintas etapas de un viaje, incluido alojarse o habitar como emigrante en un país del que no se es nativo 13.

      Con este término, lo que se subraya es que ese extranjero no se encuentra en el ámbito que le es propio, sino que comparte espacio vital con Israel. Así se pone sobre la mesa el desarraigo que supone mantenerse alejado del propio contexto y del grupo humano que ofrece protección y seguridad. La situación de vulnerabilidad que viven estos extranjeros hace que Israel empatice con ellos, pues en su ADN se encuentra haberse sentido también como emigrantes en tierra extraña, hijos de «un arameo errante» (cf. Dt 26,5).

      De esta manera, aquellos que son denominados a través de este término no se entienden como una amenaza potencial o como personas contrapuestas al propio grupo, sino que se perciben marcadas por la fragilidad. Se trata de un grupo humano al que se ha de proteger de manera especial junto a otros miembros vulnerables de la sociedad, como los huérfanos y las viudas.

      No torcerás el derecho del forastero [gêr] ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la viuda. Te acordarás de que fuiste esclavo en el país de Egipto y que YHWH, tu Dios, te rescató de allí. Por eso te mando hacer esto. Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas olvidada una gavilla en el campo, no volverás a buscarla. Será para el forastero (gêr), el huérfano y la viuda. Cuando vendimies tu viña, no harás rebusco: será para el forastero (gêr), el huérfano y la viuda. Te acordarás de que fuiste esclavo en el país de Egipto. Por eso te mando hacer esto (Dt 24,17-22).

      Que Israel haya experimentado en primera persona la precariedad y la vulnerabilidad en Egipto es el motivo que justifica una legislación que protege de manera especial a esta tríada: forasteros, huérfanos y viudas, que tienen en común carecer de la protección que otorga la familia y el grupo social de referencia. Esta indefensión queda subsanada tanto por las leyes que los amparan como por la acción del mismo Dios, empeñado en hacer justicia precisamente a estos extranjeros:

      Porque YHWH, vuestro Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni admite soborno; que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama al forastero [gêr] y le da pan y vestido. Amaréis al forastero [gêr], porque forasteros [gêr] fuisteis vosotros en el país de Egipto (Dt 10,12-22).

      La soberanía divina se expresa de modo privilegiado en su acción a favor de los más débiles, entre ellos estos extranjeros a los que ama y que pide al pueblo que también los ame. Tal empatía y preocupación hacia estos emigrantes nace de haber compartido la misma condición, pues en la identidad de Israel está grabada a fuego la experiencia de fragilidad de quien vive en un país extraño.

      Una vez presentadas qué connotaciones tienen los diversos modos de denominar a los extranjeros que se van a utilizar en los libros proféticos, vamos a ver qué es lo que dicen de ellos. Primero atenderemos a aquello que encaja bien con nuestro imaginario del profeta bíblico para, después, fijarnos en aquello que nos saca de lo previsible.

      b) Lo que cabe esperar de los profetas ante los extranjeros

      En nuestro imaginario religioso comprendemos al profeta como aquel que anuncia lo que Dios desea para el pueblo y que denuncia aquello que va en contra del querer divino. Esta percepción, que encaja bien con el modo en que la Escritura los presenta, nos va a permitir comprender dos actitudes distintas de estos personajes al situarse frente los extranjeros y que se encuentran relacionadas con las connotaciones que tienen los diversos modos de denominarlos.

      – Ante la fragilidad del emigrante: protección. Del mensaje profético nos cabe esperar la exigencia lanzada a Israel de proteger al débil. Tal principio incluye a los extranjeros cuando estos son definidos desde su especial vulnerabilidad por carecer del cuidado de su grupo de pertenencia. Esto explica que sean abundantes los textos bíblicos en los que los profetas se refieren a los emigrantes como aquellos a los que resulta muy grave explotar u oprimir. De esta manera se hacen eco de la legislación que otorgaba a estos

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