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entrenar en persona. «Sacchi no se lo tomó muy en serio, pero le dejaron que contemplase el entrenamiento desde la banda», cuenta Heidel. «De ahí es de donde sacó sus ideas. En Alemania no estábamos, para nada, igual de avanzados.

      Frank encontró a todo un partenaire teórico futbolístico en la figura del profesor de ciencias deportivas Dr. Dieter Augustin, de la Universidad de Mainz, situada a apenas una corta caminata desde el estadio. Augustin prefería un juego posicional perfectamente establecido, antes que la verticalidad del FSV, pero, diferencias en gustos aparte, ambos estaban de acuerdo en que los futbolistas necesitaban ayudas visuales para seguir con su educación futbolística. Les pedían a los estudiantes de Augustin que editaran pequeños clips de vídeo, del Mainz y de sus rivales, para ayudarles con la preparación de los partidos. Una idea de lo más simple y original: los equipos alemanes no contaban ni con el staff ni con los conocimientos como para trabajar con ojeadores, por ejemplo. Uno de los estudiantes de Ciencias del Deporte que se presentaron voluntarios para el experimento era Peter Krawietz. Más tarde se convertiría en el ojeador jefe del Mainz y en asistente de la máxima confianza de Klopp.

      «Las sesiones de vídeo de Frank a la 7:30 causaban pavor», contaba el que fuera jugador del 05, Torsten Lieberknecht. «Nos sentábamos en aquellas sillas de jardín hechas de acero, en una habitación diminuta, y desayunábamos mientras Wolfgang Frank daba a los botones de su aparato de vídeo. Duraban una eternidad».

      Frank también se inspiró en sus días de jugador. Su año en el AZ Alkmaar de la Eredivisie holandesa, en la temporada 1973-74, le hizo quedar maravillado ante el fútbol total del Ajax. Al regresar a Alemania, el flaco delantero al que apodaban Floch (Pulga) volvió a cruzar su camino con el que fuera su entrenador en el Stuttgart, Branco Zebec, esta vez en el recién ascendido Eintracht Braunschweig. Zebec, un yugoslavo que había llevado al Bayern de Múnich a su primer título de la Bundesliga, en 1969, gracias a un destructivo régimen físico y una férrea disciplina táctica, fue el primer entrenador en experimentar con la defensa zonal en la elite alemana, durante los setenta. Por entonces, todo el mundo seguía usando únicamente el marcaje al hombre. «Con Zebec dejamos de correr como estúpidos detrás de nuestro oponente [individual]; era un adelantado a su tiempo», recordaría Frank.

      Veintiún años después, el Mainz se dejaba llevar por similares impulsos futuristas. «Al llegar el parón invernal éramos un equipo prácticamente sentenciado», declaró Klopp, defensa del Mainz, al Süddeutsche Zeitung en 1999. «Estábamos abiertos a cualquier nueva idea. Incluso habríamos escalado un árbol quince veces si alguien nos prometía algunos puntos por hacerlo». Frank calculaba que eran necesarias unas 150 horas de entrenamiento teórico antes de que interiorizaran el nuevo sistema. En lugar del divertido entrenamiento al que los profesionales alemanes estaban tan acostumbrados, se pasaron días enteros sin ver un balón. «Pero pensamos: si Gullit y Van Basten tuvieron que aprender algo así en el Milan, nosotros también podremos soportarlo», le contaría Klopp en el 2007 al Frankfurter Rundschau, en una entrevista junto a su mentor. «Tiene que comprender lo valiente que fue aquello. En el fútbol tiene que pasar mucho tiempo para que se acepte cualquier nueva tendencia. Wolfgang decidió introducir una defensa zonal en mitad de una agónica lucha por evitar el descenso. Básicamente, hasta su llegada habíamos estado en mitad de la jungla y con taparrabos. Corríamos detrás de todo aquel que corriera con una camiseta del contrario». Recuerda que llegó a pensar que «habría dado igual si Frank les hubiera obligado a hacer un examen de física cuántica; con lo que sabíamos sobre la defensa en zona, el resultado habría sido el mismo».

      «El juego que se desplegaba en Mainz había sido muy conservador, así que tenía que suceder algo. Aquel era el momento perfecto para hacerlo», explicaba Frank. Heidel recuerda que el equipo no estaba del todo convencido, en un principio. «No tenían ni idea de a dónde llevaba todo aquello. No hacían más que correr por todos lados, sin balón. A la izquierda, a la derecha… En un restaurante italiano, Frank se tiró horas explicándome que con un hombre menos en la zaga contaríamos con uno más en el medio campo. Y yo le decía: ‘‘Vale, pero ¿qué pasa si se nos cuela uno por la línea y llega al área?’’. Y entonces respondió: ‘‘Es que ya no habrá nadie que se nos cuele, no puede ocurrir’’. Presionábamos en la parte alta del campo para forzar al contrario a mandar balones en largo. Atrás, contábamos con gigantes como Klopp, un tío de 1,93 que se llevaba todos los balones por alto. Esa era nuestra nueva forma de jugar. Así salimos de esa concentración.

      El primer amistoso en el que se usó el nuevo dibujo los enfrentó al equipo de tercera división del 1. FC Saarbrücken, «un ‘‘equipo montado en el dólar’’ que le sacaba una distancia sideral al siguiente de su categoría y que, sin duda, acabaría ascendiendo», recuerda Heidel. «Lo jugamos en Frauenlautern, cerca de la frontera con Francia, y yo estaba segurísimo de que nos iban a meter cinco. Pero en el descanso ya íbamos ganando 6-0. Pensé que estaba soñando. Habían puesto a su mejor once, pero no tenían ni idea de cómo jugar contra nosotros. Estaban completamente desbordados. Aquello fue el nacimiento… el renacer del Mainz 05, y el nacimiento de la línea de cuatro [en la segunda división]. Fuimos los primeros en jugar con este sistema, en combinación con una presión orientada y la defensa en zona. Ralf Rangnick (del Ulm) y Uwe Rapolder (del Waldhof Mannheim) llegaron después».

      Jürgen Kramny, quien sería defensa del Mainz, disputó aquel partido con el Saarbücken. «Yo asistí al nacimiento de la defensa de cuatro del Mainz», relata. «Éramos un muy buen equipo en la tercera división, y el Mainz estaba en pleno descenso en la Bundesliga 2. Pero no nos dieron opción. Nos masacraron. Nos sacaron del campo». La línea defensiva de aquel día estaba formada por Jürgen Klopp, Peter Neustädter, Michael Müller y Uwe Stöver. «Nos funcionó tan bien que no cambiamos nada durante los siguientes dieciocho meses», contó Klopp.

      Frank describía su táctica como una versión refinada del fútbol que juegan los críos. «Todo el mundo tiene que ir allá donde vaya el balón. El objetivo era lograr una superioridad numérica que nos permitiera hacernos con el balón y, después, estirarnos como un puño que se abre». Estos métodos novedosos llevaron al Mainz a ser el mejor equipo de la Bundesliga 2 en la Rückrunde (segunda vuelta). Lograron treinta y dos puntos, muchos más que cualquier otro equipo en las dos divisiones de honor. «Fue una locura, algo que jamás se había visto en el fútbol profesional alemán», sonríe Heidel.

      Para Klopp fue «una epifanía: me di cuenta de que nuestro sistema nos hacía ganar a equipos que contaban con jugadores mejores que los nuestros. Independizaba el talento de los resultados, y para bien. Hasta entonces, siempre pensábamos que, como éramos peores, perderíamos. La mejor arma de Frank era que llegaba a cada partido con un buen plan». Todo el mundo aceptaba que el trabajo duro, o «echarle un poco más de ganas» que tu oponente, podía suponer una (pequeña) ventaja cuando tenías menos calidad. Pero ¿un concepto colectivo basado en la gestión del espacio? En Alemania nadie hubiera pensado que aquello podía marcar una diferencia tan grande. «Aquel fue el momento en el que me enamoré de la táctica», dice Heidel. «De buenas a primeras ganábamos a equipos que, hombre a hombre, eran mejores que nosotros; y todo porque nosotros teníamos un concepto que funcionaba». El equipo entrenaba «hasta caer rendido», añade. «Al final, todo el mundo lo interiorizó. Hoy resulta de lo más normal contar con jugadores inteligentes, capaces de adaptarse; pero, por entonces, era necesario que hubiera un par de jugadores capaces de tirar del resto. Por supuesto, Kloppo era el líder táctico del equipo, por mucho que en el campo no lo pareciera. Confiaba en su potencia, en su instinto, en su físico como jugador; no era de los que se adornan. Pero era el cerebro pensante del equipo».

      «La primera vez que entré en contacto con la táctica, fue en el Mainz», cuenta Christian Hock, mediocentro del FSV que había jugado en el Eintrach de Frankfurt cuando era un chaval y en el primer equipo del Borussia Mönchengladbach. «En el Borussia no se hablaba de estrategia. Necesité bastante tiempo para aprender el sistema, no estaba nada familiarizado con ello: tenías que controlar el balón y a los oponentes a la vez, todo el tiempo. Años después, mientras me sacaba la licencia de entrenador, muchos antiguos jugadores tenían auténticos problemas para comprender la teoría de la defensa de cuatro. Pero, gracias a Wolfgang Frank, yo estaba listo para usarla».

      «Wolfgang

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