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Ángeles, Peace ya tenía su Cuarteto de Red Riding. Pero no solo Ellroy estaba detrás de lo que hacía sino Ted Lewis, John Harvey y Dereck Raymond. El ciclo fue adaptado para la televisión en tres partes —se omitió el guion de 1977— de Channel 4 emitiéndose en 2009. En su día, Ridley Scott compró los derechos para llevarlo al cine pero no fructificó esa aventura.

      1974 y el resto del ciclo llegaron en el momento justo. El género negro estaba lleno de buenas noticias de calidad tanto a nivel de autores y libros, propuestas televisivas y cinematográficas, y además con la patada en el trasero que le dio Larsson llevándolo al siglo XXI y haciéndolo mainstream. Existía un público para esa historia que nos cuenta Peace, pero, especialmente, existía un radar y un público también por cómo la explicaba. Lo de Ellroy era evidente y reivindicado por el propio Peace, pero su brebaje era lo suficientemente personal y de alta calidad para disfrutar las diferencias (y poder hacerlo de uno y otro): intrigas retorcidas y, a ratos, confusas, apuesta por el escenario, la sensación, la experiencia lectora por encima de un guía argumental que te llevara de la mano. Pesimismo insoportable, extraños artefactos, crímenes sexuales, policías brutales, corrupción y marginalidad de arriba abajo de la escalera social en un entorno que es, al mismo tiempo, tu identidad y tu cárcel. Y, por supuesto, un retrato inmisericorde de una Inglaterra pre y thatcheriana, opresiva, cruel y desesperanzadora. David Peace nos metía en una pesadilla obsesiva, perturbadora, que no nos permitía olvidar el drama y el destino inexorable de unas víctimas y una sociedad implacable. Pura novela negra, por cierto.

      Los cuatro libros del cuarteto también mostraban que el éxito y los halagos no movían la voluntad artística de búsqueda de su autor. Cambiaban los músicos, vamos, y si 1974 era autoconclusiva, 1977 se movía en el otro lado, la investigación era un caos, tramposa y, al final, todo quedaba a criterio del lector que ya había decidido que eso era lo de menos. En 1980 nos hablan las víctimas que divagan, señalan y nos gritan, en un formato radical, de música metida en una caja metálica mientras que en 1983 tres narradores se turnan en un viaje del pasado al presente. Todo en (des)orden en el planeta Peace.

      THIS IS ENGLAND

      El fútbol y la clase obrera definen la mirada desde Tokio de uno de los mejores escritores ingleses. GB84 (2004) fue la siguiente entrega después del Cuarteto de Red Riding. Formalmente uno no deja de sorprenderse por cómo consigue nuestro hombre poner en pie semejante catedral, hecha de pedazos de conversaciones, espasmos de acción, personajes esquivos y un ritmo casi a pie de ring por encima de las pulsaciones lectoras adecuadas. Una huelga de los mineros que nos llega como una novela negra. Una guerra civil encubierta, el fin de un mundo, unos luchando por su supervivencia, por su dignidad y otros por un modelo económico y social, por el mantenimiento del poder y su arrogante terquedad. Peace vuelve a casa para explicar esas 52 semanas de huelga de 1984 en la eclosión de una década de crisis a todos los niveles. El nuevo y el viejo mundo incluso con armas distintas, obsoletas unas (solidaridad, piquetes…) y otras recién estrenadas (el liberalismo thatcheriano, la violencia contra el sindicalismo…). GB84 se desgajó del Cuarteto de Riding porque su autor decidió que se merecía algo más que una subtrama por detrás de un asesino en serie como síntoma y enfermedad. Peace acertó. La apuesta estilística es radical, suicida, pero funciona. De tal manera que uno no puede imaginarse otra forma de ser contada si quieres conseguir esa sensación de inmediatez, de tragedia moderna con dos ejércitos en épocas distintas. GB84 se llevó todas las críticas favorables, perdió —casi seguro— a lectores pero fidelizó al resto y ganó el prestigioso James Tait Black Memorial Prize.

      Maldito United (2006) y Red or Dead (2013) entran por otra de las puertas al mundo británico en la figura de dos magnéticos hombres de club: el entrenador del Leeds United, Brian Clough y el mánager general del Liverpool FC Bill Shankly.

      Maldito United es la más exitosa de sus novelas hasta la fecha. Ayudó a ese éxito, además de ser formalmente accesible, su adaptación al cine con Michael Sheen de protagonista. Abandona el tono policial pero no su voluntad de esclarecer los motivos que llevan a sus protagonistas a hacer lo que hacen, a tomar las decisiones que toman. La historia local es que Brian Clough fue fichado para sustituir a Don Revie del banquillo del Leeds United y acabar con el fútbol bronco, sucio y casi tabernario por una propuesta futbolística en las antípodas. Para eso se ficha a un entrenador que se había posicionado en contra de Revie cuando era míster del Derby County. Una decisión polémica y una travesía que dura solo los 44 días que tardan en despedirlo. El hermetismo futbolero llega a Peace a buscar una verdad que encontró críticas en los herederos de Clough y una acción judicial del centrocampista Johnny Giles que prosperó.

      Bill Shankly es el protagonista de Red or Dead y el club es el Liverpool FC. Aquí el conflicto es radicalmente otro ya que Shankly fue mánager general de los reds desde 1959 hasta 1974, año en que presentó, sorpresivamente, su dimisión. Tomó un club en la Segunda División, lo llevó a lo más alto y, en ese preciso momento, lo dejó. El misterio, el personaje Peace, el referente a muchos niveles Shankly… ¿por qué lo deja? ¿Por qué abandona lo que era toda su vida —ese club y ese trabajo— y a un paso de mayor gloria…? Al contrario que en su anterior incursión futbolera, aquí el estilo es áspero y cortante, difícil, robótico. Más de 700 páginas en un libro que durante mucho tiempo parece una consulta a los anales del club, partido a partido. Una elegía a un mundo desaparecido, a un tipo de honestidad y decencia de clase, a una manera de concebir el fútbol y la vida, a gente como Bill Shankly.

      JAPÓN

      En medio de la Trilogía de Tokio, en 2018 nos llegó nuestra dosis de David Peace: Paciente X. Es, a priori, una jugada tan arriesgada como atractiva. Homenaje a uno de los grandes escritores japoneses, Ryunosuke Akutagawa, que se quitó la vida en 1927 a la edad de treinta y cinco años. A lo largo de doce capítulos, Peace ofrece los mismos relatos a partir de lo que le ha sugerido la lectura de ensayos, narraciones y cartas de Akutagawa. Esta caja de música compleja y sofisticada es también una reflexión —hasta ahora inédita en Peace— sobre qué significa escribir, cuál es el material con el que trabaja un escritor —falsos recuerdos, fantasías, obsesiones, miedos y anhelos— y su dimensión pública. La figura trágica del hombre dentro de la cápsula de lo que escribe, del mito que reinterpretarán, después de muerto, sus lectores.

      Pero la trilogía japonesa de la que Tokio Redux es su cierre comenzó con la publicación de Tokio, año cero (2007; Hoja de Lata, noviembre del 2021) a la que siguió Ciudad ocupada (2009; Hoja de Lata, junio del 2022). Planteada en sus inicios como otra serie de cuatro libros que abarcara el periodo de tiempo que iba desde la posguerra a los Juegos Olímpicos de 1964, fecha en la que Japón fue aceptado de nuevo en la comunidad internacional, finalmente acabó siendo una trilogía. Cada uno de los tres libros atravesado con el cable eléctrico de un crimen real durante la ocupación después de la derrota japonesa en la segunda guerra mundial.

      Obsesivo y meticuloso, David Peace aborda esos escenarios y personajes de su país de adopción con la prevención de no hacerlo con la mirada de un extraño fascinado por las peculiaridades sino de un historiador concienzudo y de un escritor que no renuncia a su respirar, en este caso, entrecortado y extraviado. No pretende entender al Otro japonés pero sí narrarlo. Para no ser un impostor, echa mano de la máscara de militares o detectives norteamericanos, su manera de comportarse o pensar le evita pisar territorio minado.

      En la primera entrega, Tokio, año cero, asistimos al caso Yoshio Kodaira, un soldado japonés condecorado que, de vuelta de la guerra con China, decide seguir violando y matando hasta convertirse en un serial killer. La excusa, una vez más, sirve a Peace para destruirnos ante la monstruosidad, pero también para denunciar, una vez más, a un sistema y al derrumbe de un sistema de valores que permite que el asesino atraiga a las víctimas con un anzuelo miserable: la promesa de un trabajo y comida. Un investigador, el inspector Minami, se enzarza en la búsqueda de un asesino de prostitutas que le llevará al horror.

      Dos años después publicará Ciudad ocupada. Basado en el llamado Incidente de Teigin en el que se practicó el robo

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