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varios motivos para escribir La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En primer lugar, podía usarlo como ejemplo para demostrar lo que él entendía como «tipo ideal». En segundo lugar, podía enseñar, mediante un tema muy puntual, cómo uno debe acercarse a procesos históricos para entenderlos en todos sus ámbitos. Según nuestro autor, no basta con explicar el desarrollo histórico de manera abstracta como un proceso social. Para llegar al fondo del entendimiento se necesita reconstruir las circunstancias bajo las cuales el individuo actúa y toma sus decisiones. De esta manera, veía la posibilidad de dar un ejemplo para presentar qué es lo que entiende como proceso de comprensión (verstehen). Este afán por entender los procesos sociales desde la perspectiva del individuo actuante es, de cierto modo, el hilo conductor en todos sus trabajos, pero nos parece que en La ética protestante y el espíritu del capitalismo se presenta de manera resaltante.

      Aparte de estas motivaciones relacionadas con la teoría del conocimiento, hay circunstancias personales muy puntuales que impulsaron a Weber a publicar este ensayo entre 1904 y 1905: a partir de 1897, aceptó un llamado de la universidad de Heidelberg para asumir la cátedra de «Historia de la Economía»; lastimosamente, una crisis nerviosa le obligó a suspender todas sus actividades como catedrático. Es más, en el momento más álgido de su crisis no podía leer, escribir o caminar, sino permanecer sentado en un sillón junto a la ventana de su estudio, paralizado para cualquier actividad. Recién en la fase de convalecencia retomó la lectura de libros, que aparentemente nada tenían que ver con su área de investigación. Eran obras de Historia del Arte de todas las culturas del mundo que le proporcionaron el conocimiento necesario para poder compararlas entre sí. En 1902 ya se había recuperado de tal manera que pudo viajar a los Estados Unidos como orador en la exposición mundial de St. Louis. Durante este viaje llegó a conocer varias ciudades del Nuevo Mundo y a tener contacto directo con una sociedad en pleno auge de desarrollo capitalista, en el cual se presentaban los conflictos sociales de manera clara y palpable, como por ejemplo las ciudades de Chicago y Nueva York, lo que le hace regresar con nuevos impulsos para una investigación sobre el origen del capitalismo.

      Pero regresemos al desarrollo personal de nuestro autor para ver cuáles son los móviles para su trabajo. Después de haber terminado su tesis doctoral en 1891, sobre la agricultura en la Antigüedad, asume a pedido de su mentor del doctorado, el profesor Goldschmidt, el dictado del curso «Historia del Derecho». Por los años 1891-1892, trabaja de modo paralelo en su tesis posdoctoral, el curso que debía preparar y una investigación sobre la situación de los trabajadores agrícolas del este del Elba. Había aceptado esta investigación a pedido de los dirigentes de la Asociación de la Política Social. Esta institución se había formado a partir de los problemas sociales que acompañaron al proceso de industrialización en la Alemania imperial. Weber asistió a sus sesiones junto con su madre, quien por estos años comenzó a ejercer influencia sobre su hijo mayor. Los padres de Weber tenían cada uno su propia postura ante la vida, una circunstancia que fue causante de ciertas tensiones de la vida familiar y, a la vez, determinante en la productividad intelectual de Max Weber.

      La madre, Helene Weber, de soltera Fallenstein, venía de una familia enraizada en la tradición calvinista, lo que significó que sus antepasados eran profundamente religiosos y vinculaban su ética religiosa con un gran esfuerzo para prosperar en la vida laboral. Helene intentaba trasmitir a sus hijos aquella actitud experimentada en la casa paterna, pero con poco éxito. En su juventud, Max Weber hijo no demostraba mayor interés en cuestiones religiosas, se dejaba orientar más bien por una ética del éxito, representada por su padre. Recién cuando entró en contacto con la familia de su madre comenzó a interesarse por problemas teológicos y el ethos religioso. En los últimos años de sus estudios universitarios Weber trabó relaciones muy estrechas con los Baumgarten, sobre todo con el sobrino, Otto Baumgarten, un pastor luterano (Weber, 1995). Fue él quien incentivó a Weber para colaborar con el movimiento del social cristianismo alemán. No obstante que Weber nunca llegó a ser un creyente practicante, participó en el movimiento socialcristiano. Creía que la religión en su forma institucionalizada era de gran importancia social, por ello la tomaba en serio. Además, le permitió demostrar que el mundo no se basa solamente en cuestiones materiales, una idea que le acompañaba desde sus estudios de la época de colegio. Con todo, Baumgarten, un poco mayor de Weber, le recomendó lecturas teológicas que fueron de mucha influencia en esta época. De allí llegó a conocer de cerca ciertos problemas tratados en la teología y en la filosofía de aquella época del cambio del siglo.

      Más adelante, Baumgarten se hizo miembro de la Asociación de la Ética Social y editó una revista a la cual Weber aportó varias investigaciones. La madre de Weber ya era miembro de aquella asociación y convenció a su hijo para que también colaborara en ella. La idea principal de la Asociación de la Ética Social era sensibilizar a teólogos y políticos de corte conservador liberal, así como ciudadanos comprometidos con esa clase de política. Esta necesidad se presentó después del rechazo de la ley contra los socialistas, propuesta por Otto von Bismarck. El canciller exigía en dicha ley autorizar a las autoridades del Estado a desterrar socialdemócratas opuestos a las políticas sociales de entonces. Los diputados liberales, inclusive el mismo emperador Guillermo II, no aceptaron la dureza de la ley y la derogaron (Mommsen, 1973:110-111). «En enero de 1890 se opusieron a Bismarck, que deseaba convertir la ley contra los socialistas en una ley permanente que conservase el temido artículo de proscripción permitiendo imponer el destierro ilimitado a los políticos socialdemócratas ingratos» (Mommsen, 1973:111). Posteriormente, el canciller tuvo que dimitir porque ya no era oportuno manejar las exigencias de los obreros con métodos represivos. Al mismo tiempo, se tenía que preparar a la opinión pública para buscar una mejora a la situación de los trabajadores en dirección distinta a las que exigían los socialdemócratas. Esta tarea la asumió el socialcristianismo, con el que Weber se sentía comprometido, y por ello le prestó apoyo a Baumgarten con sus trabajos. Su compromiso era tan intenso que inclusive se hizo amigo del fundador del partido socialcristiano, Friedrich Naumann. Comenzó entonces a dedicarse a la investigación de las condiciones sociales de los peones agrícolas en la región al este del Elba.

      Esta región del este del Elba, llamada también la Prusia Oriental, presentaba en aquel entonces un problema nacional, porque sus terratenientes, los famosos Junker, representaban un poder económico y político enorme, pero ya decadente y sustituido por los industriales de las ciudades grandes. La resistencia de los Junker a pagar impuestos puso en peligro la reforma del Estado porque los empresarios capitalistas no querían asumir solos la carga del pago de impuestos sin ser acompañados por el sector agrario. Además, los Junker querían mantener intactos sus antiguos privilegios, hecho que el sector industrial tampoco aceptaba. Weber dedica a ese problema una investigación amplia: La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba. Ese trabajo resultó ser sumamente amplio y finalmente comprendió alrededor de novecientas páginas. El impacto del estudio dio a Weber gran prestigio como investigador en el área de la historia económica. Es en esta obra donde percibimos una inclinación a explicar la actitud de actores sociales sobre la base de su compromiso religioso y a ventilar la posibilidad de cuánto influyen las ideas sobre una decisión laboral.

      Aquel trabajo sirve, además, para demostrar que Weber no cumple con lo que él mismo como investigador social exige: un acercamiento al objeto de investigación sin ningún juicio de valor. Aparentemente, estamos ante una evaluación de datos estadísticos

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