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Y pretende la bestia que esta marca sea colocada en el mismo lugar en el que Dios recomendó a sus siervos que ataran su Ley: en el corazón, en la mano y en la frente, símbolos, respectivamente, de amor, acción o trabajo, y convicción.

      Naturalmente, el sello de Dios tiene su expresión distintiva en la observancia del sábado, mientras que la marca de la bestia tiene su expresión visible en la observancia del domingo, la falsificación del sábado.

      El Remanente

      En el libro de Apocalipsis, la fidelidad a la Palabra y los Mandamientos de Dios, y al testimonio de Jesucristo, separa a los fieles de los infieles, y provoca la persecución de los primeros, especialmente en el contexto de la actuación de la bestia de los dos cuernos (Strand, p. 578).

      El contraataque del dragón, mediante la asociación de las dos bestias, resulta en intolerancia hacia el pueblo de Dios y su persecución, tomando en cuenta que ese pueblo proclama la hora del Juicio divino, y llama a las personas a adorar al Creador de los cielos y de la Tierra.

      La tensión entre los mensajeros de Dios, representados por los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12, que proclaman la verdad divina y la trinidad de las tinieblas (el dragón, la bestia y la bestia de dos cuernos), llega a su clímax cuando desciende del cielo el cuarto ángel, que tiene gran autoridad y cuya gloria ilumina toda la Tierra (Apoc. 18:1). Este ángel representa el movimiento de proclamación de los tres mensajes angélicos revestido del poder del Espíritu Santo, cuya voz tiene alcance global, y expone la verdad divina y, como consecuencia, desenmascara los pecados de Babilonia y la triple unión entre el dragón y las dos bestias.

      Esta situación da inicio a lo que se ha llamado Armagedón, que no es un gran combate escatológico, definitivo y mundial entre las naciones (como piensan hoy muchos cristianos y lo creyeron algunos adventistas en tiempos pasados), sino un conflicto de naturaleza religiosa y espiritual. El “Armagedón se presenta como la batalla culminante entre las fuerzas del bien y del mal, que comenzó en el cielo y terminará en la Tierra (Apoc. 12:7-9, 12). Armagedón se caracteriza como ‘la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso’ (Apoc. 16:14). Por lo tanto, coincide con el día del Juicio divino universal” (Holbrook, p. 1.121).

      En toda la historia del Gran Conflicto, Dios tiene un pueblo fiel que mantiene una alianza con él. En diversos momentos, como en los tiempos de Noé, de Abraham, de Elías, de Esdras y de Nehemías, el pueblo fiel a la alianza fue apenas un remanente, los pocos que permanecieron fieles cuando la mayoría abandonó el camino divino. La persistencia de ese remanente siempre despierta la ira del enemigo de Dios, ya que el mantenimiento de las leyes divinas y la obediencia a ellas prueban que son falsas las acusaciones que Lucifer hizo respecto del gobierno eterno de Dios. De esa manera, cuando se intensifique el Gran Conflicto con la generalización del error y la desobediencia, Dios tendrá un grupo fiel y obediente, que mantendrá la creencia en su Palabra.

      El texto de Apocalipsis 12 al 14 muestra que, al final de los tiempos, en el clímax del Gran Conflicto, un pequeño grupo mantendrá la fe verdadera en Cristo. Ese grupo es llamado resto, o Remanente (Apoc. 12:17). El contexto amplio de la acción del dragón por medio de la bestia y del falso profeta, en la imposición de una marca de naturaleza religiosa, muestra que la religión será una experiencia difundida en todo el mundo. Sin embargo, un remanente guardará la Palabra de Dios, y permanecerá fiel a los Mandamientos divinos y al testimonio de Jesús. Con esa actitud apoyada en el poder victorioso de la sangre del Cordero (vers. 11), el remanente escatológico reivindicará la justicia de Dios en el clímax del Gran Conflicto.

      Ese remanente tiene la promesa divina de liberación. Frente a la imagen de la bestia, erguida delante de todo el mundo, y del llamado a adorarla, ellos se acordarán de Sadrac, de Mesac y de Abednego, que no se inclinaron para adorar la imagen construida por Nabucodonosor (Dan. 3:5, 8). Las personas que componen el Remanente tendrán la certeza de que el Hijo de Dios, que estuvo en el horno ardiente con los amigos de Daniel, también está con ellos, (Apoc. 1:12, 13), y ha derramado sobre ellos su gracia y el poder de su sangre, para alcanzar la victoria definitiva sobre el dragón y las bestias (12:11).

      Apocalipsis 12 al 14 ocupa el centro de las visiones apocalípticas de Juan. La estructura del libro destaca ese conjunto de visiones que describen el clímax del gran conflicto entre Dios y Satanás. Habiendo comenzado en el cielo, el Conflicto tiene como núcleo la lealtad a Dios por medio de la obediencia a su Ley. El origen fue la soberbia de Lucifer, que deseó ser adorado y merecedor de la honra debida solamente a Cristo como Creador.

      En el auge del Gran Conflicto, Dios suscita en la Tierra a un grupo leal de santos que guardan su Ley y mantienen el testimonio de Jesús. Esas personas proclaman los últimos mensajes de advertencia al mundo, con el llamado a adorar a Dios y guardar sus mandamientos. Su predicación desenmascara a la falsa trinidad: el dragón, la bestia y el falso profeta. A su vez, advierte al mundo del peligro de recibir, sobre la mano o en la frente, la marca de la bestia; y llama a las personas a recibir el evangelio eterno y a ser salvas frente al Juicio.

      La proclamación global del último llamado divino bajo la gloria del cuarto ángel (Apoc. 18:1) va a despertar la ira de Satanás. El dragón y las dos bestias, poderes terrenales que él usa para sus propios fines, conducen al mundo a un régimen de intolerancia en el que aquellos que obedecen la Ley de Dios son condenados. En una campaña de falsificación de las obras de Dios, la segunda bestia realiza innumerables señales, con las que seduce a las personas en todo el mundo; busca restaurar la imagen de la bestia y lograr que sea adorada, y que se obedezca su ley en lugar de la Ley divina.

      La bestia de dos cuernos, por lo tanto, representa una entidad que desempeña un papel crucial en el clímax del Gran Conflicto. Ella apunta hacia un poder terrenal e imperial –un poder político, religioso y militar– que, en el final de los tiempos, será colocado al servicio del dragón, en oposición a Dios. Esta bestia es descrita como teniendo dos cuernos, que la hacen parecer un cordero, pero hablando, de hecho, como dragón; ambos personajes principales del libro de Apocalipsis.

      La interpretación de esta visión apocalíptica y la consecuente identificación de esa entidad escatológica es una característica exclusiva de la visión profética adventista del séptimo día. El próximo capítulo trata sobre el modo en que se desarrolló esa interpretación entre los investigadores adventistas.

      1 Paulien dice que un aspecto sorprendente en el libro de Apocalipsis es la constante referencia a la adoración. “Sin dejar de lado las extrañas bestias, la violencia y el lenguaje militar, el libro de Apocalipsis no está completo sin las menciones a la adoración divina. Es casi imposible leer el libro y no notar cuán central es la adoración. Apocalipsis está lleno de himnos, imágenes del Santuario y escenas de adoración” (The Deep Things of God, p. 102. Ver, como ejemplo, Apoc. 5:8-14).

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